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Atarazanas:
Características
y
Procesos de
rehabilitación
Historia de la arquitectua II
2º B.3 E.T.S.A.S
Tipología de Atarazanas: Características y Procesos de rehabilitación
ÍNDICE
1. Introducción. Metodología. P. 2
2. Sevilla: Evolución Histórica. P. 3
3. Evolución histórica y urbana de nuestro ámbito de trabajo. P. 14
4. Las Atarazanas como objeto de nuestro trabajo. P. 21
5. Análisis arquitectónico de la Real Maestranza de Artillería. P. 32
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1.INTRODUCCIÓN. METODOLOGÍA
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Tipología de Atarazanas: Características y Procesos de rehabilitación
Con esta sección pretendemos hacer un breve esbozo de la historia de Sevilla así como una
mayor aproximación a la vida renacentista de la ciudad.
Los orígenes
Los primeros grupos humanos se asentaron en las fértiles terrazas fluviales del bajo
Guadalquivir en el paleolítico inferior y medio.
En la ‘‘ revolución neolítica ’’, los primeros hombres de este hábitat se convirtieron
lentamente en productores de alimentos gracias a la agricultura y a la ganadería y la ‘‘ cerámica
impresa ’’.
Los inicios de los metales se caracterizaron en nuestras tierras por las construcciones
funerarias dolménicas y el vaso campaniforme.
En su etapa final, la riqueza mineral de a región evidencia contactos culturales y religiosos
con otros hombres del Mediterráneo más alejado.
La protohistoria
En la época final del bronce, las culturas hispalenses evolucionaron lentamente hacia una
nueva civilización, conocida como tartésica. Los colonizadores extranjeros – fenicios y más tarde
romanos – acrecentaron los intercambios por el Guadalquivir arriba e impulsaron el desarrollo
económico de ciertos sectores próximos a Sevilla.
En torno a los siglos VIII-VI a. C. Tartesos era un reino o ciudad - estado que se extendía
por Andalucía occidental.
En este contexto se sitúa para algunos historiadores el origen primitivo de la ciudad; una
segura loma entre la Alameda de Hércules, Plaza nueva, Trajano, Sierpes y el Arenal y el arroyo
Tagarete, con un excelente puerto fluvial, gran fertilidad agrícola y una salida natural al Atlántico.
Su herencia se dejará sentir en las distintas culturas iberoturdetanas hasta la definitiva
conquista romana. El mundo ibérico – hispalense adquiere ahora un nuevo auge económico y
poblacional extraordinaria que coincide con la difusión del hierro y la llegada de los cartaginenses.
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El epigonismo visigodo
Durante el siglo V los invasores bárbaros penetran en dos ocasiones y saquean la Bética.
A mediados de estos siglos, tendría lugar la llegada de los visigodos.
Esta época, fue para la ciudad y su provincia, una etapa de profunda recesión económica y
ruralismo social.
La cora y la ciudad
Ishbilia fue pronto la ciudad más importante del occidente de Al-Andalus. Los
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Sevilla.
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Ocaso
El siglo XVII señaló el inicio del declinar de Sevilla, que con tanta fuerza y luz propia había
brillado a lo largo del Quinientos. En las primeras décadas del siglo la ciudad vivió baja la apariencia
de un cierta esplendor, más ficticio que real. El tráfico americano mantenía su vigor y, por tanto,
sus saludables consecuencias.
Desde 1580 se detectan signos inequívocos de ese negativo cambio de coyuntura,
caracterizado por una crisis de la producción agraria, un hundimiento progresivo de la producción
manufacturera y una ralentización notable del crecimiento poblacional. Mas tarde, la aparente
contracción del comercio americano, las nefastas fluctuaciones monetarias y la crisis política de a
Monarquía vinieron a agudizar los efectos dramáticos de una coyuntura adversa.
Carestías y epidemias marcaron la faz de la época. Hubo una epidemia de peste que se
extendió entre 1599 y 1601, dejando numerosas víctimas en Sevilla. En 1649 se abatió sobre la
ciudad una terrible epidemia de peste dejando muy mermada su población, cuyo volumen se vio
reducido a unas 65.000 almas.
Luces y sombras
El siglo XVIII fue también un siglo de contrastes, aunque las tensiones quizás fueran
menores. Si bien los condicionantes estructurales persistieron.
La población sevillana del XVIII, tanto la urbana corno la rural, mostró una clara tendencia
al estancamiento.
La producción agraria siguió dominada parlas técnicas tradicionales de cultivo.
La industria sevillana siguió en gran medida desenvolviéndose en las estrechas marcos
corporativos tradicionales.
Junto a esta manufactura tradicional existió otro tipo de industria situada al margen del
control corporativo, que puede considerarse una industria de tipo capitalista.
Las viejas atarazanas, antaño activas, habían languidecido y caldo en un proceso
irreversible de decadencia. Sus locales pasaron a ser aprovechados por la más importante industria
sevillana del XVII: la del tabaco, cuya fábrica de San Pedro, creada en el siglo anterior, había
quedado completan ente insuficiente. Finalmente se optó por la erección de un edificio de nueva
planta en los aledaños de la Puerta de Jerez, comenzado a construir en 1 728.y concluido durante el
reinado de Fernando VI.
Dos industrias típicamente sevillanas creadas en el siglo XVI permanecieran activas: la Real
Fundición de Artillería, cuyas piezas eran muy alabadas y cuyas instalaciones fueron ampliadas en
tiempos de Carlos III. era una de ellas. La otra era la Real Casa de la Moneda, que desde 1730
compartió con la de Madrid el privilegio exclusiva de la acuñación.
En el ámbito mercantil el polémico traslado de la Casa de la Contratación a Cádiz en 1717
selló el proceso de basculación del monopolio de la Carrera de Indias hacia la bahía.
El reformismo ilustrado del Setecientos tiene en la figura de Pablo de Olavide, asistente de
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La Sevilla decimonónica
En 1800 se dio en la ciudad una epidemia de fiebre amarilla, que causó más de 14000
víctimas.
Pocos años después sobrevino la invasión napoleónica. Acometiéndose en esta época
importantes reformas urbanísticas.
Los frecuentes enfrentamientos entre absolutistas y liberales presidieron los años siguientes
a la finalización de la guerra de la independencia. Cerrándose en estos años el ciclo abierto en el s.
XII caracterizado por la perdida de protagonismo en el comercio con América.
La demolición de la vieja muralla, el planteamiento de la ronda y el ferrocarril dotaron a la
ciudad de una nueva fisonomía. El proceso industrializador del XIX también tuvo su impacto sobre
el aspecto de la ciudad, generando el primer cinturón industrial.
Respecto a política, durante el sexenio revolucionario las alternativas se sucedieron.
El régimen de la Restauración se caracterizó por una democracia formal basada en el turno
pacifico de los partidos conservador y liberal.
El siglo XX
El primer tercio del siglo se caracterizo por un fuerte crecimiento demográfico y una
polarización social, acompañada de conflictos. Destacó la exposición Ibero – Americana del 29.
El aumento de la población dependió mas de la inmigración que del crecimiento
vegetativo.
Entre 1918 y 1920 la conflictividad fue particularmente aguda, espoleada por la crisis
económica que siguió a los años de la primera guerra mundial y por ejemplo de la revolución
soviética.
Entre 1923 y 1929 dio lugar el régimen dictatorial de Primo de Rivera.
La exposición Ibérico – Americana abrió expectativas generando ilusiones y esperanzas. A
esta exposición se le debe la transformación arquitectónica – urbanística pero genero una gigantesca
deuda municipal y vino seguida de una fuerte crisis laboral.
La proclamación de la 2ª república en 1931 fue recibida con entusiasmo popular.
El pronunciamiento de julio de 1936 provocó una sangrienta guerra civil que acabo con la
dictadura del general Franco.
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Los duros años de la posguerra dieron paso al desarrollismo de los años sesenta. Un
aumento poblacional y un desordenado desarrollo urbano caracterizaron la ultima época de la
dictadura.
La transición democrática puso de manifiesto la hegemonía del PSOE, cuyos principales
lideres nacionales salieron de Sevilla.
El principal hito en la historia reciente de Sevilla lo constituyó la celebración de la
Exposición Universal de 1992, que dio lugar a una fuerte transformación urbana de la ciudad.
También destaca la construcción de la línea ferroviaria de alta velocidad (AVE).
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aquellas tierras, como Domenico Fancelli, en la arquitectura se apodera de lo gótico, como ocurre
en la sacristía mayor de la catedral, en su Capilla Real y en la sala capitular, y también levanta de
nueva planta edificios que darían que hablar en la propia Roma. Se transforma en un lugar de
maravilla, de riqueza y de saber.
Esta Sevilla que continuaba la locura de su Catedral, se convirtió en El Dorado español,
expresión de la riqueza que atraía a comerciantes, navegantes, artistas.....
Otro noble polaco, Erich Lassota, que visita la ciudad en 1583, la describe como una
grande y magnifica ciudad industrial, entre las murallas y torres que la ciñen alrededor. Aquí está la
estación y deposito de todas las mercancías y bienes que vienen de las Indias occidentales, y las
naves que entran y salen pueden cargar o descargar donde el oro y plata que se exportan también se
acuñan. Las tierras alrededor de la ciudad son muy fértiles.
La ciudad también atraía a miembros de ordenes religiosas, que vivían de la riqueza de los
que querían dejar a buen recaudo su alma tras la muerte.
La religión, con aires de profanidad, se convirtió en acontecimiento ciudadano que daba
espectáculo en los procesos y las llamas inquisitoriales y algarabía más que recogimiento en las
procesiones que rememoraban la Pasión del Señor.
En el siglo XV, las hermandades ya organizaban tales procesiones. Pero fue en el XVI los
hermanos de Verónica, de las cinco llagas, con sus rostros cubiertos con capirotes romos y con
camisas largas hasta el suelo, hacían ostentación publica, presidido por imágenes de lo divino, de la
penitencia de sus pecados. Cada hermandad realizaba sus estaciones penitenciales en caminos
diferentes, hasta que sobre 1600, el cardenal don Fernando niño de Guevara ordenó una estación
obligada para todas las hermandades, y una cierta carrera oficial.
Desde 1574 hasta 1578, don Francisco Zapata de Cisneros, estuvo empeñado en adecentar
el lugar que popularmente se llamaba la Laguna para convertirlo en una alameda; para ello esta se
rellenó con toneladas de escombros, según dice la leyenda, traídos de Itálica, también se plantaron
mil setecientos árboles de distintas especies, se construyeron tres fuentes, y se erigieron columnas
haciendo referencia a Hércules y Julio Cesar. La alameda se convirtió en símbolo de la profana y
rica Sevilla, como dejaron constancia los viajeros que a ella se acercaban.
La ciudad del Betis era ciudad de grandezas, de insignes templos, de nobles palacios,
deposito de los tesoros de occidente era la gran Babilonia de España, pero también lugar de
perdularios, pícaros y holgazanes, depósito de suciedades, inmundicias y bajezas humanas.
En 1598 un teniente de asistente exclamaba ante el cabildo lo vergonzoso que era ver la
ciudad. Las calles y plazas amontonaban basura, y aun así, abrían sus portales ricas tiendas, negocios
de librerías, de naipes, de orfebrería, y en ellas se empezaban a alzar nobles edificaciones.
Aunque Francisco de Sigüenza se quejaba de que Sevilla no poseyese una buena plaza, lo
cierto es que la de San Francisco, escasa eso si de espacio, reunía edificaciones suficientes, como la
Cárcel, la Audiencia y las nuevas Casas del Cabildo, es decir, el Ayuntamiento.
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En la plaza San Francisco, como en toda Sevilla, no faltaban las fuentes, que alimentaban
también los patios, el palacio de San Esteban, llamado casa de Pilatos, es evidencia de cómo el
humanismo y la manifestación del renacimiento penetran en el corazón de la Sevilla civil. Si la
capilla aún muestra los nervios góticos en sus bóvedas, en las demás estancias, desde la propia
puerta de acceso labrada en Génova, se deja sentir como la tradición mudéjar deja paso a la manera
y al espíritu romano, no sólo en lo arquitectónico, sino en la decoración pictórica, sea la decoración
mural de las galerías altas del claustro, sea el llamado salón de los frescos.
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tenderetes, picaresco mercadillo para la venta de ropas y otros multiformes artículos populares ó
baratos para los que se embarcaban a la aventura de América.
El nombre de “Carretería” viene la gran cantidad de carros y carretas que había en él. La
presencia de los mismos en este lugar en concreto se debe a la continua necesidad de madera por
parte de las Atarazanas para la fabricación de barcos. Dado que la forma de abastecer al lugar de
materia prima era mediante carros ó carretas, los propietarios de las mismas se van ubicando en
torno al lugar donde se cuece su negocio, elevándose en tal contorno naves para guardar las
carretas, talleres de reparación y viviendas permanentes tanto para carreteros como para el gremio
de toneleros, que también precisan de maderas, para la fabricación de los recipientes que llevarán a
las Indias diversos productos. Por tanto, de la presencia de los dueños de las carretas y de las
carretas mismas, el nombre de Carretería para este barrio.
La “Mancebía” era una popular zona de prostíbulos situada en los bordes de la laguna
intramuros de la puerta de El Arenal, que solían frecuentar los marineros a todas horas del día, pues
esta puesta estaba abierta permanentemente, a diferencia del Postigo del Aceite y del Carbón que
sólo se abrían durante unas horas para permitir el paso de los productos al interior de la ciudad y
sus mercados y lonjas. En el siglo XVIII se rellena la laguna, se derriba ''La Mancebía'' y se traza
una calle que será recta y paralela a la muralla.
Los resultados de las excavaciones llevadas a cabo en las atarazanas no sólo enriquecieron
la historia de este lugar, puesto que del estudio paleobiológico deducimos la existencia de
carnicerías anteriores a las pescaderías, además aumentó el conocimiento sobre las costumbres
alimenticias de los sevillanos de la época. El consumo de perros y gatos y de grandes cantidades de
ostras han sido una parte de la gran información histórica de la economía sevillana que encierra este
edificio.
Los cambios de la cultura islámica a la cristiana, el contacto con el continente americano o
la decadencia de siglos posteriores quedan reflejados en la diversidad faunística; no siempre en la
forma esperada como ocurrió con los niveles islámicos en los que hallamos restos de cerdos a pesar
de su prohibición, en el hallazgo de huesos de pavo que marca el contacto con América y el poco
aprovechamiento que se hizo de las especies animales procedentes de este continente; en la
ratificación del consumo de perros y gatos como venta legalizada y en los niveles de ostras que nos
han servido para entender su existencia como un indicador biocronológico de los finales del siglo
XIV y principios del XV.
Finalizando, cabe destacar el derribo de la muralla en el siglo XIX y la progresiva
colmatación de espacios durante los siglos XIX y primeros años del XX.
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nuestra zona: el Postigo del Aceite, el Postigo del Carbón y la Puerta de El Arenal.
El Postigo del Aceite era conocido como la puerta de los Barcos a principios del siglo XII, ya
que los almohades construyeron unas atarazanas para la construcción de navíos, justo al lado de
aquel. Tanto las atarazanas, como el postigo sufrieron una importantes reformas en tiempos de
Alfonso X el Sabio, en 1252. En 1569 el arquitecto Benvenuto Tortelo proyectó la reforma del
postigo, que se concluyó en 1573 tal como figura en su inscripción. Esta obra consistió en la unión
de las dos torres en un solo cuerpo, a la vez que rozaban la parte baja de las mismas.
El Postigo del Carbón consistió en un principio en una simple apertura en la muralla realizada
en tiempos de Alfonso X, con la construcción de las actuales atarazanas. Hernán Ruiz se encargó de
la reforma de este postigo, que concluyó en 1566 con la colocación de una lápida con una
inscripción en castellano y conmemorativa de las obras. Además, tenemos constancia documental
de que en 1573 se efectuó una nueva intervención, en la que se colocó un nuevo escudo de armas
reales, probablemente en sustitución al que colocó Hernán Ruiz. Por último entre 1585 y 1587 se
realiza una nueva intervención al mismo tiempo que la fachada de la nueva Aduana.
La puerta del Arenal tiene sus orígenes en
una primitiva puerta islámica de la que tenemos
varias noticias de los siglos XIV y XV; se trataría
de una torre con puerta con acceso en recodo
único y protegido por barbacana. Entre 1560 y
1567 Hernán Ruiz acometió las obras de
rehabilitación de la puerta, que consistieron en
una edificación de nueva planta, que constaría de
un arco de medio punto flanqueado por dos
pilastras sobras que descansaba un entablamento
cuyo frontón estaría rematado por acróteras.
Además, en el siglo XVIII sería objeto de otras
dos intervenciones, en 1734 y 1757. La
intervención de Hernán Ruiz concluiría en 1566
con al colocación d dos lápidas con
inscripciones: una, en latín, en honor de Felipe II
en la fachada exterior, y la otra, en castellano, en
conmemoración de las obras, en el interior.
Torre del Oro y Torre de la Plata
La Torre del Oro fue levantada en el primer tercio del siglo XIII, en los postreros momentos
de los reinos de Taifas. Su nombre en árabe era Borg-al-Azajal, que venía a expresar, que el
revestimiento de azulejería dorada que destellaba al sol era como el oro y se reflejaba en el río
dañando la vista.
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Abu-Ula fue el gobernador almohade que en 1220 la mandó edificar para defender la
ciudad. Cerró también la entrada al puerto con una gruesa cadena que cruzaba el río y se sujetaba en
otra torre (ya inexistente) en la orilla de Triana. Esta cadena fue la que partieron los marinos de
Ramón Bonifaz en 1248 con la flota de la Reconquista.
La leyenda cuenta que la Torre del Oro servía como refugio a las damas que cortejaba el
Rey Pedro I el Cruel, cuyo más celebre amorío fue el de doña Aldonza, hermana de doña María
Coronel, que vivía aquí, en la Torre del Oro, mientras que su esposa, María de Padilla, habitaba en
el Alcázar.
Posteriormente nuestro monumento pasó a ser capilla y prisión. Arquitectónicamente, es
de planta dodecagonal. Presenta tres cuerpos: el más elevado circular. El segundo es de ladrillos y
de planta hexagonal, posee decoración cerámica en cintas verdes recuadrando los arcos(grata
innovación en su época) y en el primero se superponen tres plantas cubiertas con bóvedas de arista.
Con el paso de los años, el abandono se cebó con la Torre. Así llegó al siglo XVI en un ruinoso
estado, lo que obligó a realizar una importante obra de consolidación. Gracias a ella, pudo alcanzar
el XVIII, en el que, el terrible terremoto de Lisboa (1755) sacudió a la ciudad y afectó gravemente a
la Torre.
Fueron momentos críticos para su futura pervivencia, pues aunque en 1760 se arreglaron
los daños y se añadió el cuerpo superior; poco antes el asistente Marqués de Monte Realse planteó
su demolición para ensanchar el paseo de coches de caballo y a efectos de dejar el paso de San
Telmo al Puente de Triana más derecho.
La fuerte oposición del pueblo de Sevilla
(llegaron hasta el rey) impidió que se
cometiera tal destrozo.
Otra posterior amenaza de
muerte le vino de manos de la Revolución
de 1868, cuyos revolucionarios, que
apresuraron la demolición de los lienzos
de murallas, las pusieron a la venta para
aprovechar sus materiales de derribo.
Nuevamente la oposición popular fue la
que provocó que la Torre perdurara.
Hoy en día, la Torre del Oro es
tan emblemática para Sevilla como las
mismísima Giralda. Alberga un Museo
Naval que exhibe variados objetos y
piezas relacionados con la vida marinera
sevillana y es monumento indiscutible y
emblemático para la ciudad, a la que otorga extraordinarias vistas desde Los Remedios y Triana.
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La Torre de la Plata formaba parte del lienzo de muralla que unía el río con los muros del
Alcázar. Presenta una planta octogonal con dos cámaras superpuestas cubiertas con bóvedas de
nervaduras, lo que hace suponer una intervención en época cristiana. Aún conserva las almenas con
capuchón de su remate y una serie de fajas ornamentales realizadas en ladrillo, que corresponden a
la obra islámica.
La construcción del edificio de Previsión Española, de Rafael Moneo, ha dado nuevos y
curiosos puntos de vistas a estas estructuras, que enriquecen sobremanera la visión de las mismas.
Plaza de toros
Construida entre 1761 y 1880, los planos corrieron a cargo del arquitecto Vicente de San
Martín. En 1787 se había levantado ya una tercera parte, manteniéndose el resto de la primitiva
estructura de madera. En 1839 la plaza estaba construida en su mitad, concluyéndose
definitivamente las obras en 1880. la plaza es de planta casi circular, cubriéndose los tendidos altos
con un tejado que descansa en arcos de medio punto sobre columnas de mármol. El palco
principal, o del Príncipe, corresponde a la primera fase constructiva. Consta de dos cuerpos, el
primero compuesto por un gran arco de medio punto flanqueado por columnas jónica y el segundo
configurado por el balcón ó palco principal propiamente dicho. Éste lo forma un arco escarzano de
perfil ondulante, enmarcado por columnas corintias sobre pedestales rematado por un frontón
curvo y roto en cuyo tímpano aparecen el escudo real y dos figuras alegóricas. La fachada
corresponde asimismo a la primera etapa constructiva, habiéndose concluido en 1787. está formada
por un gran arco de medio punto flanqueado por columnas toscanas que dan paso a un
entablamento sobre el que se sitúa un balcón rematado en frontón. En 1977 el arquitecto Barquín
Barón restauró los pisos inferiores de la plaza, acondicionándolos para los diversos servicios e
instalando en ellos un Museo Taurino.
Adosados a la plaza se encuentran la Casa y la Capilla de la Real Maestranza de Caballería
de Sevilla, propietaria de la plaza de toros. Los planos originales de ambos edificios los ejecutó en
1929 Aníbal González, si bien con posterioridad intervinieron en la construcción otros arquitectos.
La capilla, de una sola nave, se inauguró en 1956, ejecutándose sucesivamente bajo la dirección de
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los arquitectos Gómez Millán, Medina y Barquín Barón. En el presbiterio figura un retablo
recompuesto con elementos del altar de la capilla del Rosario del desaparecido convento sevillano
de Regina Angelorum, estando documentadas sus esculturas como obra de Pedro Roldán, quien las
ejecutó en 1661. Al situarse en la capilla de la Real Maestranza se restauraron bajo la dirección del
escultor Vasallo, quien también realizó las yeserías que aparecen en las pechinas. Este mismo
escultor hizo los ángeles lampareros y diseñó el sagrario, ejecutado posteriormente por el orfebre
Manuel seco. La decoración pictórica de la capilla corrió a cargo de Juan Miguel Sánchez, quien
pintó en los lunetos la batalla de Lepanto y una vista del Palenque que existió delante de la
desaparecida puerta de Córdoba. En la Casa de la Real Maestranza de Caballería destaca la
Biblioteca, decorada con pinturas al temple por Hohenleiter. En el salón principal de la Casa se
conserva una gran extensión de retratos de gran interés iconográfico.
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religioso y comercial de la ciudad con su nueva mezquita y alcaicería. Debió ser, por tanto, una
puerta bastante transitada desde el puerto lo cual puede indicar que esta zona del Arenal estaba más
dedicada al tráfico comercial que a la construcción, reparación y almacenamiento de pertrechos.
Aparte, las excavaciones no han ofrecido rastro alguno de aquéllas hipotéticas construcciones en las
áreas exploradas. Las referencias a su destrucción en el asedio cristiano de Sevilla no implican que
fueran totalmente destruidas pero no podemos avanzar otras conclusiones a partir de nuestra
investigación.
El Arenal de la ciudad almohade se nos presenta, pues, como un espacio sólidamente
fortificado con la muralla reparada o reconstruida y un potente antemuro que reforzaría la puerta
precedente mediante otra torre y un ingreso forzado en acodo; delante estaría el centro del puerto
comercial y más al sur la Torre del Oro que, anclada en el río, cerraba y defendía el entorno
próximo de unas atarazanas de menor entidad que ocuparían el ámbito más lejano del puerto,
adosándose al muro según el modelo característico.
Bajomedievo Cristiano.
La inscripción conservada en el Hospital de la Caridad nos refiere la construcción de las
Reales Atarazanas por Alfonso X en l 252. Inscripción de gran calidad e importancia para la historia
del monumento ya que se trata del comienzo de su implantación hasta nuestros días. Con
anterioridad a nuestra intervención siempre se ha considerado al recinto como coetáneo en sus l7
naves paralelas, abarcando todo el espacio que media entre los dos postigos, el del Aceite y el del
Carbón. Las exploraciones realizadas han dado interesantes datos acerca de esta etapa tan decisiva.
Desde el punto de vista constructivo se han aclarado varias cuestiones. Se trata de naves
formalizadas por grandes arcadas de 10 vanos transversales a la muralla a la que se adosan,
apoyando en ocasiones el primer pilar sobre la barbacana almohade en un vano de menor anchura.
La arcada finaliza en un muro corrido con planta en “T” que, delimitando las embocaduras de las
naves, actúa como contrafuerte para contrarrestar los empujes horizontales. El gran sondeo
realizado de más de 7 m de profundidad nos ha mostrado una cimentación corrida de tapial
efectuada mediante un encofrado de maderas que se conserva sumergido sobre pilotes hincados en
las arenas para evitar desplazamientos. Sobre esta cimentación se elevan los pilares de ladrillo, de
fábrica maciza y sección rectangular hasta más de 2 m de altura donde se estrechan hasta la línea de
impostas. Los arcos son levemente apuntados, dando lugar a vanos de entorno a 9 m de anchura
por 8 m de luz. Las cubiertas serían de madera a dos aguas sobre un durmiente y tiran- tes. En el
sentido transversal al edificio existió en su tramo medio una arcada sobre pilastras que serviría para
dotar de mayor estabilidad a la estructura. La altura del suelo practicable de las naves estaría a +2,25
sobre el nivel del mar, únicamente a 0,50 m por encima de la lámina de agua del río en época
normal.
Esta formidable arquitectura hubo de ser realizada por alarifes mudéjares debido a las
circunstancias históricas y a sus características. La sección de los pilares presenta una planta en “H”
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que parece responder más que a peculiaridades estéticas a un concepto estructural: cada pilar recoge
cuatro roscas, dos para el desarrollo de las arcadas de cada nave lateral y el centro es un relleno
trabado con la anchura suficiente como para generar un acueducto deprimido en la coronación que,
destinado a desagüe, es perfectamente perpetuado en el rehundimiento del centro del intradós. Esta
estructura es la misma que presentan los pilares conservados de la mezquita mayor almohade cuyos
paralelismos no deben ser casuales. Realmente ambos edificios manifiestan una clara dependencia
funcional, estructurándose a base de acueductos paralelos sobre arcadas y cubiertos de modo
independiente por lo que su relación mudéjar es más que evidente e interesantes los préstamos
tecnológicos y formales.
Con respecto a su planta, la excavación de la puerta almohade y otros elementos ha
generado nuevas perspectivas de interpretación. En efecto, el ingreso a la ciudad por la puerta en
acodo almohade es incompatible con el edificio tal como se presenta. En este sentido hemos
podido constatar varias fases constructivas del siguiente modo:
Las tres naves más próximas a la puerta (l a 3), paralelas entre sí, presentan un leve giro con
respecto al resto (4 a 7) lo cual, unido a otras consideraciones aboga por defender que las primitivas
atarazanas de Alfonso X pudieron tener en un principio 14 naves en vez de 17. Según esta
hipótesis, las atarazanas se debieron construir hasta un punto en el que se eran compatibles con el
modelo de acceso a la ciudad en acodo de la puerta heredada. Estas nuevas arcadas dejaban lugar
para el camino de acceso en rampa y el giro necesario para los carromatos.
En un cortísimo lapso de tiempo, constatamos la edificación de una estructura de planta
diagonal que se adosa a la barbacana del sector de la puerta. En principio, ya que no disponemos de
la planta completa, es evidente que se trata de una construcción militar que indica la anulación del
sistema de acceso almohade en recodo posibilitando una entrada frontal a la ciudad protegida por
un baluarte abocinado a modo de embudo hacia la puerta. Fruto de esta modificación debieron
ampliarse en dos las naves de las atarazanas, hasta 16.
El proceso de ampliación no acabó con aquella reforma del acceso de lo que se deducen
necesidades imperiosas de disponer de mayor espacio para construcción de barcos y pertrechos. En
efecto, la construcción de las arcadas que posibilitan la habilitación de la nave 1, de similares
características, anuló al baluarte señalado dejando hasta nuestros días un encuentro bastante
forzado entre el edificio y el Postigo del Aceite. Esta reforma, muy difícil de medir en tiempo
absoluto, debió ser igualmente cercana a las anteriores.
En definitiva, las Atarazanas se nos revelan como una arquitectura donde predominaban
los espacios flexibles y diáfanos, sin ningún tipo de compartimentación más allá de los ejes de
pilares. El interior era amplio con una anchura por nave de en torno a 9 m de promedio y un alzado
de 11,40 hasta el inicio de la techumbre. El resultado es un conjunto lo suficientemente espacioso
como para permitir guardar, reparar o construir barcos a una altura muy influenciada por el río. No
obstante, los trabajos debieron de practicarse en seco, como en otros arsenales, si bien su
inundación pudo ser bastante frecuente como muestran los potentes paquetes de limos depositados
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planificadas, donde los diferentes puntos de venta se distribuyen entorno a una amplia calle central.
Contaba además con una segunda planta en uno de sus ejes, a la que se accedía por una escalera
pública situada junto a la entrada del Postigo del Aceite. La configuración interior de los puestos era
variada. No obstante, en la mayor parte de los casos solían contar con vasijas de almacenamiento en
el fondo de los puestos con objeto de contener, conservar e incluso descamar el pescado durante su
venta. De manera menos frecuente se documentan otros elementos tales como fresqueras o
escaleras para subir al sobrado.
El final de la Edad Moderna va a suponer para el edificio un cambio significativo. La
pérdida del monopolio comercial de Sevilla con América en 1718 va a afectar intensamente a este
sector del inmueble al disminuir la necesidad y el valor de los espacios de almacén. Este hecho será
aprovechado por la Real Maestranza de Artillería que irá progresivamente ocupando espacios hasta
adueñarse en 1760 de las siete naves. A partir de entonces se inicia un intenso período de reformas
que dará como resultado la instalación de numerosos talleres que, encargados de la fabricación de
armas y otros elementos accesorios, devolverán a esta parte del antiguo establecimiento su carácter
industrial. En líneas generales, las primeras obras que se efectuaron estuvieron destinadas a adecuar
el recinto a su nueva funcionalidad. Estas operaciones, en principio limitadas, supusieron la
eliminación parcial de la división interior precedente, un nuevo recrecido del nivel de uso y de los
paramentos y, sobre todo, la continuación del proceso de abovedado de la arquitectura con la
edificación de las bóvedas de crucería de las naves 1, 2, 4 y 6. Este primer proyecto de
remodelaciones finalizará en la década de 1770 con la construcción en el fondo del conjunto de las
bóvedas de cañón y el levantamiento de un segundo piso que abarca desde la nave 3 a la 7.
Edad Contemporánea.
A partir del último tercio del siglo XVIII se produce el relanzamiento definitivo de las
instalaciones sevillanas. La supresión de las Maestranzas de Cádiz y Málaga en 1782, junto a la cada
vez mayor necesidad de armamento, le proporcionará un protagonismo hasta ahora desconocido.
Dentro de este marco se acometerán una serie de reformas con las que concluye el historial
constructivo del monumento.
En este sentido, la arqueología ha permitido recomponer el proceso de transformaciones
del edificio en planta y alzado, así como la documentación material de las actividades realizadas.
Dentro del primer apartado, cabe destacar la construcción del edificio de Cabecera a finales de la
década de 1780, para cuya realización se demolieron todos los pisos altos que había en el frente de
fachada, sustituyéndolos por un nuevo cuerpo donde se emplazó la Sala de Armas, hasta entonces
enclavada en uno de los salones de los Reales Alcázares. Igualmente se produjo una aceleración de
procesos ya iniciados con anterioridad, entre los que cabe mencionar la elevación de segundas
plantas (naves 2, 4 y 6) con objeto de ampliar la superficie útil disponible.
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culminación definitiva de Leonardo de Figueroa, que ideó la maravillosa fachada retablo. La iglesia
es de una sola nave cubierta con bóveda de cañón y una pequeña cúpula en el espacio anterior al
presbítero. Estructuralmente responde a formulas tardomanieristas o barrocas. No posee capillas
laterales y tiene la cabecera recta, siguiendo un modelo habitual en la arquitectura conventual
sevillana del momento.
En la transformación de las naves en hospital, se confirma la idoneidad de éstas para
admitir nuevos usos, debido al carácter de gran contenedor de su estructura espacial. Y más allá de
su concepción como edificio monumental se reconoce el valor de trama base en su acepción
urbana.
En este hospital podemos encontrar una pequeña ciudad, como un fragmento reducido de
la propia Sevilla, desarrollada sobre una base espacial geométrica. Los jardines con sus recorridos
imbricados, fuentes, plantas y grandes entradas de luz, presentan los atributos del jardín sevillano.
Por otro lado, los patios, de esbeltas proporciones, sobre frágiles columnas de mármol, y las galerías
superiores, no son más que una recreación de las existentes en las casas señoriales de la época.
El cuerpo de fachada se construye con estructura perpendicular a las naves originarias. Este
elemento de una sola crujía, dota al nuevo edificio de un significado carácter urbano, respecto al
carácter fabril que aún mantienen las naves adyacentes.
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En el interior es donde la estructura de las naves va a dejar su impronta, ya que todos los
espacios generados quedan impregnados de su direccionalidad. La composición presenta una fuerte
simetría axial, por lo que quedan duplicados los espacios principales. Las salas más representativas,
del Cristo y de la Virgen, ocupan gran parte de las naves 10 y 11. Esta concentración de la tensión
del edificio en las naves centrales, permite que las laterales, 9 y 12, queden más libres y funcionen
como entradas de luz y deambulatorios longitudinales anexos a las primeras. Deambulatorios que
quedan completados por los recorridos transversales que surgen en la cabecera por la apertura de
los patios gemelos, y en su flanco posterior al no haber construido las salas hasta la muralla,
permitiéndose la creación de una galería que cierre el ciclo circulatorio. Esta forma de registro de las
naves centrales a partir de las perimetrales, y la introducción de direcciones transversales de
cabecera y de fondo, que permiten acceder a las naves desde sus testeros, son claves para entender
un mecanismo de transformación, siempre presente en el proyecto de renovación de las Atarazanas.
Pero la operación más sutil, es la articulación del cuerpo de fachada con el interior,
conseguida con los dos patios de cabecera. Su dimensión en planta queda fijada a partir de la
anchura de las naves, sustituyéndose la arcada intermedia por una galería alta, sobre columnas de
mármol, que recompone su huella. Estos patios, con sus galerías, posibilitan un espacio común de
encuentro del frente de las naves, tanto en la planta baja como en la alta.
Una de las características principales de la intervención, y en especial de la iglesia, es el valor
de los conjuntos pictóricos y esculturales interior podemos encontrar. Una rica ornamentación de
yeserías, en la que probablemente trabajaran los hermanos Borja, se extiende por todo el ámbito de
la cubierta. El retablo mayor es la cumbre indiscutible de la retablística barroca española. Su traza se
debe a Bernardo Simón de Pineda y las esculturas son de Pedro Roldán, mientras que la policromía
es de Valdés Leal.. Todo el conjunto se fecha entre 1670 y 1675. Presenta estructura con templete
central flanqueado por espléndidas columnas salomónicas que sustentan un entablamento rematado
por una imagen simbólica de la Caridad. Los restantes retablos son coetáneos del principal, estando
realizados por los mismos autores. Comenzando por la izquierda se encuentra el de la Virgen de la
Caridad, presidido por una imagen de comienzos del XVI y coronado por un Niño Jesús de
Murillo. Seguidamente se encuentra el púlpito de hierro forjado, rematado por una escultura de la
Caridad, obra broncínea de Pedro Roldán.
A continuación encontramos otro retablo en cuyo centro se sitúa una bella Anunciación de
Murillo. El último retablo de este lado está presidido por un lienzo de Murillo que representa a San
Juan de Dios transportando a un enfermo. En el lado de la Epístola empezando por la cabecera
encontramos el retablo de San José, con una imagen del titular realizada por Cristóbal Ramos en
1782. A continuación se halla el retablo del Cristo de la Caridad, magnífica escultura debida al cincel
de Pedro Roldán. El último retablo de este lado conserva un lienzo que representa a Santa Isabel de
Hungría, una de las obras mas destacadas de Murillo. Bajo el coro se encuentran las célebres
pinturas de Valdés Leal, In Ictu Oculi y Finis Gloriae Mundi, realizadas entre 1671 y 1672. Estas
pinturas se cuentan entre las mejores realizaciones del barroco europeo del siglo XVII. Por último
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destacar la fachada del templo, estructurada en dos cuerpos y tres calles. En su decoración destaca
la azulejería barroca, con dibujos de Murillo, y la buhardilla de remate que corona, a modo de
templete, este espléndido conjunto. Asimismo sobresalen los patios laterales, presididos ambos por
sendas fuentes con bellas esculturas genovesas, fechables en 1682. En la Sala Capitular hay un
retrato de Miguel de Mañara realizado por Valdés Leal. También se conserva una mascarilla y sus
vestiduras como recuerdo.
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de fachada, bajo la que se crea una buhardilla registrable, dispone un conjunto portante de madera,
a modo de gran viga en celosía, que apoya en las pilastras de la planta principal, resuelta en tres
crujías, recorriendo la nave en sentido longitudinal hasta su encuentro con los testeros. Se arriostra
entre sí y con los durmientes de los muros de fachada por puentes y tirantes, también de madera.
Sobre esta estructura se apoyan los pares que soportan la tablazón. La madera originariamente
empleada para la construcción de esta estructura fue pino americano, calidad melis, posiblemente
procedente del lastre de embarcaciones venidas de América.
Los huecos para iluminación abiertos en la fachada, se disponen en los ejes de las naves, y
éstas se marcan mediante el dibujo de un orden apilastrado que señala la posición de las hileras de
arcos del antiguo espacio industrial.
Su simetría proviene de acordar su vano central con la nave 4. La sencillez de pilastras y
cornisas matizan las trazas barrocas de la composición general, acercándola a principios más
equilibrados del ideal neoclásico.
Tras este cuerpo de fachada, en el que se dispone centrado un espacio de recibo que cruza
diáfanamente su planta baja estableciendo una directa comunicación visual y funcional con el
interior, permanecen las naves originarias, con un relleno de 6,00m., para acordar su nivel con la
cota recrecida para la defensa hidraúlica de la ciudad.
El sistema arquitectónico que vertebra la parte interior de la Maestranza se conforma por la
alternancia de naves cubiertas mediante bóvedas de arista, y naves de cubierta liviana con
lucernario, para permitir la entrada de la luz solar en el interior, especializando su función y
configuración como patios.
En la nave primera, entre los arcos 2 y 3,se introduce la fábrica de fundición de artillería
dotada de una alta chimenea de perfil en forma de esbelto tronco de pirámide construida en ladrillo,
con un patio de apoyo en las nave 2, espacio autónomo y diferenciado del resto mediante una
cubierta que semeja el casco invertido de una embarcación, formada por una perfilería metálica y
duelas de madera, con lucernarios.
Sobre las naves abovedadas 2, 4, y 6, se elevan unas nuevas naves cuyas diversas estructuras
de cubrición: cerchas de madera, cerchas metálicas, o pórticos de hormigón armado; denotan la
tecnología del momento de su construcción. Finalmente junto a la muralla, en paralelo y adosado a
ella, se eleva una construcción sobre las bóvedas de cañón de las naves 3,4,5 y 7 que cierran al
fondo el conjunto. De cubrición plana mediante pórticos, en sentido perpendicular a las naves de
las Atarazanas, de columnas de fundición y unas peculiares vigas metálicas en celosía.
La relación entre el nivel de ingreso y fa planta alta es a través de una amplia escalera,
construida para el acceso a la Sala de Armas, de dirección perpendicular a las naves, adosada al
muro posterior del cuerpo de fachada, evidenciando que este cuerpo de cabecera no disponía de
lugar preciso para encajarla en su interior. El conjunto se completa con un recinto delantero
acotado por una verja, donde se elevan dos pabellones a ambos extremos: la biblioteca, antigua
capilla, y el cuerpo de guardia. El pabellón biblioteca, cuya disposición configura la actual esquina
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de las calles Temprado y Dos de Mayo, es en esencia un espacio único centrado sobre la montera
que permite la iluminación cenital interior, ante la inexistencia de ventanas en sus cerramientos, con
un pequeño recinto de entrada a modo de cortafrío. El pabellón construido para cuerpo de guardia,
es también una construcción exenta, alineada con la verja de cerramiento, de menor entidad y valor
arquitectónico, que presenta un volumen cerrado, cuyos escasos huecos se abren al interior. Su
emplazamiento impide la visión despejada de la contigua fachada del Hospital de la Caridad y su
iglesia.
Una más profunda comprensión de la configuración actual de las siete primeras naves de
las Atarazanas de Sevilla, alcanzada tras el conocimiento, investigación y análisis realizados, nos
revela que la Maestranza de Artillería es fruto de alteraciones y superposiciones, de un crecimiento
interior, con añadidos y reconstrucciones en tiempos y modos diferentes, no constituyendo una
obra concluida. La relación y comunicación entre sus diferentes recintos y partes no ha alcanzado
madurez estructural a escala de la globalidad, lo que es muy notorio en el recorrido que debe
hacerse en su nivel superior.
Por ello el respeto histórico a la hora de transformar las Atarazanas significa aceptar su
complejidad y entenderla disponible para nuevas soluciones espaciales que contemplen las
cualidades del edificio y la mejor condición de habitabilidad.
La riqueza de la colección de espacios que esta parte de las Atarazanas hereda de su
anterior configuración como Maestranza de Artillería: recinto de entrada, cuerpo de cabecera, sala
de armas, fábrica de fundición, naves cenitalmente acristaladas, o de distintas tipologías de bóvedas,
cuerpo de muralla, pabellón biblioteca, jardín de entrada,...; permiten una identificación de espacios
con entidad específica que puede orientar su recuperación.
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BIBLIOGRAFÍA
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INTRODUCCIÓN. METODOLOGÍA
En línea con el anterior trabajo, éste se nos presenta como una generalización de lo
tratado anteriormente, por cuanto el objetivo no radica ya en un edificio concreto sino en un
análisis de diferentes atarazanas para poder sacar un conjunto de conclusiones que definan la
generalidad de la tipología. Por otro lado, pretendemos realizar otro estudio relativo a la
rehabilitación de estos espacios, con el intento de sacar una serie de principios comunes en los
procesos seguidos en los diferentes espacios.
Así, el trabajo estará divido en dos partes: la primera se ocupará del análisis de diferentes complejos de atarazanas, tanto de los que
están en pie (Barcelona), como de aquellos de los que sólo nos quedan restos (Málaga, Gibraltar). Una vez expuestas estas reseñas,
intentaremos definir las características generales de estos espacios.
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Pero las atarazanas siguieron creciendo. El patio dejado libre en el siglo XIV se cubrió, y el
conjunto se prolongó, formando ocho larguísimas naves. Luego, en el primer cuarto del siglo
XVIII, con el fin de obtener mayores ámbitos, se unieron las dos centrales en una realmente
monumental.
Fuera de este bloque, pero contiguo a él, se levantaron en tiempos de Felipe II tres grandes
naves más, muy amplias, parte de las cuales forman hoy la Sala Capmany del Museo Marítimo, y el
resto, un pórtico.
Aunque hablamos de naves, no se trata
en realidad de bóvedas, sin de cubiertas de
entramado de madera sobre arcos diafragmas en
piedra; pero en los pilares, cuadrados, están
unidos también por arcos en el sentido
longitudinal; estos arcos, además de trabar los
delgados apoyos, permiten conducir las aguas
pluviales por larguísimos canales, siguiendo las
limahoyas.
En 1652, tras la Guerra dels Segadors, la
Corona se apropió nuevamente de las atarazanas
y las habilitó provisionalmente como leprosería
(1659), quedando poco después (1663) bajo la
jurisdicción militar, por cuyo motivo sufrieron
algunas reformas para su acondicionamiento
como arsenal y cuartel. Estas proseguirían en
1681 cuando Juan de Austria mandó construir el
Baluarte de Atarazanas, que decoró con el escudo real, aunque poco más tarde intercedería para que
el edificio fuera devuelto a la ciudad, que lo retuvo hasta el fin de la Guerra de Sucesión (1714). Fue
en esta época, a principios del siglo XVIII, cuando las ocho naves iniciales se redujeron a siete al
fusionarse las dos centrales en una de mayor amplitud. Después de la Guerra, Próspero de
Verboom propuso el derribo de toda la construcción para levantar en su lugar una ciudadela
simétrica a la del barrio de Ribera, proyecto que se desestimó definitivamente en 1725,
autorizándose tan sólo la construcción de un cuartel de artillería. Esta obra provisional fue
sustituida hacia 1792 por otra del ingeniero militar A. López Sopena, demolida en 1936. Como
cuartel militar, las atarazanas fueron la sede de la Maestranza de Artillería (posteriormente Parque
de Artillería) desde su creación en 1802 hasta que en 1935 el ejército las cedió definitivamente a la
ciudad. Durante este periodo varios de sus arcos se tapiaron, perdiéndose el efecto de su
grandiosidad interior.
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Gibraltar
Durante los años 1998-1999, se llevaron a cabo en la actual Casemates Square de
distintos niveles de ocupación de la plaza desde sus inicios hasta la actualidad, siendo el hallazgo
Este complejo fue construido en época meriní (s. XIV), formando parte de las mejoras
en las defensas de la plaza que se realizaron tras la toma de esta ciudad por parte de esta tribu
bereber. Las atarazanas estaban ubicadas en el barrio de La Barcina, uno de los tres en los que
estaba dividida la ciudad (los otros dos eran la Villa Vieja y La Turba). Una vez reconquistada
cristiana este espacio debió recibir varios usos, aunque la escasa documentación que poseemos
nos impide concretar más.
La toma de la plaza por los ingleses
permitió la realización de una variada
documentación planimétrica que nos
informa de la evolución de esta edificación
y de las zonas adyacentes. En esta época se
construyó un almacén y un patio con fines
militares, seguramente aprovechando parte
de las preexistencias. Tras el Gran Asedio
de 1779-1783, esta zona próxima al mar,
fue duramente castigada lo que provocó la
destrucción de los edificios allí situados;
posteriormente se produjo la nivelación del terreno y su conversión en una plaza que con escasa
modificaciones ha llegado hasta la actualidad, función que queda perfectamente reflejada en la
documentación gráfica que ha llegado hasta nuestros días.
Con respecto al periodo más antiguo excavado, se encontraron distintos niveles
deposicionales asociados a arenas de playa. Los materiales aparecían muy fragmentados y
rodados, pero en cuanto a decoraciones y morfología se identificaban con el periodo meriní.
Lo verdaderamente importante sería el descubrimiento en el límite sur-este de las
Atarazanas meriníes, de las que se excavaron un total de 36 m del muro occidental, quedando sólo
pendiente de descubrir la entrada del edificio, que se encontraba frente a la antigua Puerta del Mar,
cercana a la actual Watergate y que en aquellos momentos se encontraba abierta al tráfico rodado,
hecho que imposibilitaba la actuación arqueológica. Al año siguiente, se pudo excavar este espacio
localizándose de ese modo la entrada, el total de metros de estructura en longitud excavados
entonces fue de 4,65m, por tanto la longitud total del edificio quedó definida en 40,80 m.
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En la edificación se constató una serie alternante de ocho pilares de una longitud media de
1,70 m, construidos con sillares de piedra arenisca y calcarenitas con verdugadas de ladrillos y
mortero; a menor altura, una serie de tongadas de ladrillos y mortero entre cada pilar que tenían
1,90 m de longitud. El final está constituido por una estructura maciza de 6,20 m de longitud y la
entrada la compone otra estructura de 4,65 m de longitud. Los pilares, la entrada y el final del
edificio, funcionarían como soportes, mientras los paramentos de ladrillos contendrían los vanos
que se enmarcaban entre los pilares.
El ritmo constructivo se altera al final del edificio en el frente occidental. A partir de aquí,
la estructura pierde su fortaleza ya que no se utilizan los sillares de arenisca en el exterior del
edificio, que son sustituidos por las calcarenitas y el mortero, tomando la estructura un aspecto más
irregular que en la zona de pilares y la entrada.
Basándose en los restos encontrados, podría hacerse una reconstrucción hipotética de la apariencia externa del inmueble. Los pilares
sostendrían una estructura superior en ladrillos, en forma de arcadas, bajo las que se situarían los vanos necesarios para la
iluminación interior del edificio, con idea de poder desarrollar en él los trabajos de construcción y reparación de los barcos, función
a la que estaba destinado. En cuanto a la cubierta, se resolvería probablemente mediante una bóveda de medio cañón reforzada con
arcos fajones que sostendrían parte de los empujes de la misma. Parte de la base de estos arcos fajones aparecen adosados a los
pilares por su cara interna.
Málaga
De lo que fueron las antiguas atarazanas de Málaga, sólo queda actualmente la puerta que
sirve de entrada al mercado homónimo, y que fue trasladada por el arquitecto Joaquín Rucoba 25
metros a delante de su emplazamiento original. Antes habían tenido varios usos, pero al parecer
desde época islámica predominó el de almacén (más que de atarazana propiamente dicha); después
fue utilizado como hospital en tiempos de epidemia y como Colegio de Cirugía, para ser demolida
tras la revolución de 1868 (como muchos otros complejos medievales del resto de España)
El emplazamiento del conjunto queda bien definido en el plano de Málaga, realizado en
1791 por don José Carrión de Mula, vigía del puerto. Estaban en al desembocadura del
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El muro que cerraba a oriente las Atarazanas era en sus comienzos normal al del mediodía,
pero más adelante, a partir de una torre redonda, llamada en el siglo XVIII de Tirilo, torcía hacia
poniente. Al fondo cerraba el edificio la muralla de la ciudad.
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Las seis bóvedas estuvieron probablemente abiertas a mediodía, con objeto que penetraran
por ella pequeños barcos para ser reparados. Estos frentes serían cerrados tras la reconquista de la
ciudad, con objeto de convertir el edifico en almacén, y no es extraño que la planta conservada no
los acuse, pues tampoco señala la puerta trasladada al mercado. De no haber estado abiertas las
naves por uno de sus extremos, gran parte de ellas quedaría a oscuras, sin utilización posible para
trabajar en su interior. Su extraordinaria altura venía obligada por la de la arboladura de los barcos
que en ella se construían, reparaban y guardaban.
La función de la parte occidental del edifico no está todavía muy definida: taller ó tal vez
almacén de pertrechos militares ó marítimos. Es curioso en esta parte que las naves no ocupen la
totalidad de la construcción, cosa que no ocurre en ningún otro complejo similar.
La puerta conservada es de arquitectura nazarí, típicamente granadina, y sirve de acceso al
actual mercado de Atarazanas, realizado a finales del siglo XIX por le arquitecto Joaquín Rucoba.
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2.- Práctica ausencia de cubiertas abovedadas. Las cubiertas, de madera y forradas de tejas,
se apoyarán sobre estructuras de madera ó arcos diafragma; todos los ejemplos poseen arcadas en
sentido longitudinal, que es donde se apoyan los arcos (Barcelona) ó las estructuras de madera
(Sevilla). En todos los casos, estas arcadas disponen de acanaladuras para permitir el paso de las
aguas pluviales.
3.- Conexión con estructuras defensivas anexas e incluso aparición de las mismas en el
propio edificio. La mayoría de las atarazanas están adosadas a las murallas de sus respectiva
ciudades y cuentan con baluartes y estructuras militares, ya pertenecientes a los siempre cercanos
puertos, ya construidas exclusivamente para defenderlas. Además, sobra decirlo, obvia cercanía al
mar ó a los ríos para varar los barcos.
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Bibliografía:
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Índice:
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