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Mito 20: Dios plantó el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal
El Mito: Plantó luego el Señor Dios un jardín en Edén, al oriente, y allí puso al hombre a quien formara.
Hizo el Señor Dios brotar en él de la tie-rra toda clase de árboles hermosos a la vista y sabrosos al paladar,
y en el medio del jardín el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal (Gn 2, 8-9).
La Realidad: Estos dos árboles especiales son representaciones simbó-licas de las divinidades egipcias Shu
y Tefnut.
En el jardín del Edén Dios plantó dos árboles, el árbol de la ciencia del bien y del mal, y el árbol de la vida.
Comiendo del primero se obtenía el conocimiento moral; al comer del segundo se obtenía la vida eterna.
También colocó al hombre en ese jardín para que cuidara de las plantas, pero le dijo que no debía comer
del árbol de la ciencia (y así convertirse en conocedor de la moral). En cuanto a comer del árbol de la vida,
Dios no dijo nada: «pero del árbol de la ciencia del cien y del mal no comas, porque el día que de él
comieres, ciertamente morirás» (Gn 2, 17).
Más tarde, la supuestamente malvada serpiente le dijo a Eva que la amenaza de Dios era inútil.
Pero la serpiente, la más astuta de cuantas bestias del campo hicie-ra el Señor Dios, dijo a la mujer:
«¿Conque os ha mandado Dios que no comáis de los árboles todos del paraíso?» Y respondió la mujer a la
serpiente: «Del fruto de los árboles del paraíso comemos, pero del fruto del que está en medio del paraíso
nos ha dicho Dios: «No comáis de él, ni lo toquéis siquiera, no vayáis a morir». Y dijo la serpiente a la
mujer: «No, no moriréis; es que sabe Dios que el día que de él comáis se os abrirán los ojos y seréis como
Dios, conocedores del bien y del mal». (Gn 3, 1-5)
Adán y Eva no murieron al comer del árbol. Ciertamente, Dios temía que a continuación comieran del
árbol de la vida y obtendrían la inmor-talidad.
Dijese el Señor Dios: «He alhí al hombre heho como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal; que no
vaya ahora a tender su mano al árbol de la vida, y comiendo de el, viva para siempre» (Gn 3, 22).
¿Por qué temía Dios que Adán y Eva supieran de la inmortalidad y se convirtieran en divinidades? ¿Y por
qué temía que se volvieran inmorta-les? Como una divinidad todopoderosa, él podría dar marcha atrás a
la causa-efecto y devolver las cosas a su estado anterior. ¿Y quién es este «nosotros» al que se dirige? (véase
el Mito 25 para saber la respuesta). Las respuestas se pueden encontrar en los textos y tradiciones egipcias.
El «Texto de los Sarcófagos 80» contiene una extensa presentación filo-sófica del mito heliopolitano de la
Creación, y contiene algunos pasajes interesantes que no se han tenido en cuenta acerca de la vida y la
morali-dad. Las partes más significativas para nuestros propósitos tienen que ver con los hijos de Atum, el
Creador.
Los dos hijos de Atum son Shu y Tefnut, y en este texto Shu es identifi-cado como el principio de la vida y
Tefnut como el principio del orden moral, un concepto al que los egipcios se refieren como maat. Estos son
los dos principios asociados con los dos árboles especiales en el jardín del Edén, el árbol de la vida y el
árbol de la ciencia del bien y del mal.
El texto egipcio no sólo identifica estos dos mismos principios como descendientes de la divinidad
Creadora, sino que el texto continúa, diciendo que Atum (a quien los editores de la Biblia habían
confundido con Adán, véase el Mito 19) recibe instrucciones de comerse a su hija, la cual representa el
principio del orden moral.
De tu hija Orden comerás. («Texto de los Sarcófagos 80, línea 63»)
Aquí tenemos una extraña correlación. Tanto el mito egipcio como el Génesis nos dicen que la divinidad
principal creó dos principios funda-mentales, la vida y el orden moral. En el mito egipcio, Atum debe
comer del orden moral, pero en el Génesis, a Adán se le prohibe comer de este orden. El motivo por el cual
Dios prohibió a Adán comer del árbol de la ciencia del bien y del mal se explica en el Mito 21.
También cabe destacar que el tema de la «serpiente en el árbol» asocia-do con el relato de Adán y Eva
proviene directamente del arte egipcio. Los egipcios creían que Ra, el dios del Sol que rodeaba la tierra
cada día, man-tenía una pelea nocturna con la serpiente Apofis y la derrotaba cada noche.
Varias pinturas egipcias muestran una escena en la que Ra, que apare-ce con la forma de «Mau. el Gran
Felino de Heliopolis», se sienta ante un árbol mientras la serpiente Apofis se enrosca alrededor del árbol,
en una imagen paralela a la rivalidad entre Adán y la serpiente del árbol en el jar-dín del Edén. Cuando
Israel residía en Egipto, las imágenes de Ra y Atum estaban muy asociadas, y de hecho, los egipcios
reconocían a una divini-dad compuesta llamada Atum-Ra. Al reemplazar a Re con Atum en el tema de la
«serpiente en el árbol», la imagen se acerca todavía más al rela-to bíblico, que confundía a Atum con Adán.
El Mito: Cuando fue grande se lo llevó a la hija del faraón y fue para ella como un hijo. Le dio el nombre
de Moisés, pues se dijo: «De las aguas te saqué» (Ex 2, 10).
La Realidad: El nombre «Moisés» viene de la palabra egipcia msy, que significa «ha nacido».