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EL VÉNETO II
ANDREA PALLADIO
TIPOLÓGICA.
no había nada del humanista erudito en el autor de los Quattro Libri. Nacido en Padua e hijo de
un molinero, aprendió la técnica de la construcción en esta ciudad y en Vicenza. En 1534 se
casó con la hija de un carpintero. Todavía en 1542, aparece en las crónicas como lapicida.
Incluso como architector, nombre que se le aplicó por primera vez en 1540 y, luego, a partir de
1545, no se le consideraba representante de las artes liberales. Así pues, cuando Palladio
escribe, al comienzo de su libro, que en el estudio de la arquitectura, al que se había dedicado
desde su juventud, Vitruvio había sido su “maestro y guía, el único escritor antiguo de este
arte”, no está haciendo un mero adorno literario, y no se puede dejar de encontrar en ello una
cierta influencia de Dante. Así como éste se inspiraba en Virgilio, el autor de los Quattro Libri,
hablando como escritor y como arquitecto encuentra su inspiración en Vitruvio. Al añadir que
el objeto de libro es ayudar al lector a “evitar errores, elementos bárbaros (es decir, góticos),
costes excesivos y un prematuro envejecimiento del edificio”, Palladio se está dirigiendo al
cliente, como al arquitecto. En la nota introductoria se resume el contenido del libro:
“continuación de un breve tratado sobre los cinco órdenes e indicar los requisitos más
importantes de los edificios privados, calles, puentes, plazas, zonas de recreo y templos”. El
“breve tratado” se refiere al libro I, que se atiene más o menos a los capítulos correspondientes
de Serlio y Vignola. El libro II consta de “diseños de muchas casas, urbanas y rústicas, de
Palladio, con ilustraciones de casas griegas y romanas”. Así pues, los edificios de Palladio se
incluyen en la misma categoría que los de la Antigüedad. De hecho, llevan el sello de éste en
tanto que ilustraciones de residencias particulares antiguas, construidas conforme al texto de
Vitruvio. En un ejemplo típico -el convento de Santa Maria della Carità, de Venecia, diseñado
por Palladio-, aparece la leyenda “Atrio Corinthio”. Palladio añade la observación de que ha
tratado reproducir la casa de la Antigüedad para lo cual la dotó de un patio corintio. La
sacristía situada a lado “sirve de tablinum, nombre dado en aquella época a la habitación en al
que guardaban los retratos de los antepasados”. Teniendo en cuenta la reconstrucción anterior
de la casa antigua, con un patio tetrástilo, y la posterior, con un atrio cubierto, el edificio
conventual hay que considerarlo como una reconstrucción arqueológica.
La única autoridad en que Palladio pudo basarse para hacer estas reconstrucciones era
el texto de Vitruvio, que es, en sus propias palabras, “dificilísimo y oscuro, y hay que utilizar
con mucho cuidado”. Ni siquiera las ruinas de la Roma imperial, que había visto, podían
ayudarle a comprender los edificios griegos y romanos. Así pues, lo que muestran las
ilustraciones son en realidad composiciones arquitectónicas modernas. Su estilo pertenece al
Historia de la arquitectura renacentista italiana
Cinquecento: lo que Palladio sabía por Vitruvio y los monumentos existentes -ya fuese
correcto o equivocado- se fusionó en ellas con las formas y tipos del siglo XVI para crear una
unidad nueva. Es en el libro III, “Edifici pubblici”, donde los elementos de esta síntesis se
demuestran con mayor claridad. Tras una introducción técnica e histórica, hay un apartado
sobre puentes en el que se describen el de César, sobre el Rin, y otros, antiguos y modernos, y
que termina con uno de piedra “de mia invenzione”, soberbia descripción del proyecto que
hizo para el Rialto de Venecia. El tipo basilical se ilustra con la basílica Portia, de Roma, y la
palladiana de Vicenza. En el texto se indica que ambos edificios sirven para lo mismo, a saber,
impartir justicia y dirigir los asuntos públicos, por muy diferentes que sean desde el punto de
vista formal: en las basílicas antiguas, las columnatas estaban en el interior, mientras que en las
modernas están fuera.
En el libro IV, “templos antiguos de Roma y de otros sitios de Italia y otras partes”, no
hay, con una sola excepción, ningún edificio ni reconstrucción de la época, aunque había
monumentos más que suficientes para ilustrar los tipos de la arquitectura religiosa antigua. El
Tempietto de San Pietro in Montorio, de Bramante, único edificio “moderno” del libro IV,
representa la rotonda períptera dórica. La selección de monumentos antiguos es básicamente la
misma que en Serlio, aunque los grabados del tratado de Palladio están hechos con sumo
cuidado. Sólo se basan en parte en las propias mediciones del artista, que utiliza a menudo
dibujos más antiguos. Los arquitectos del siglo XX se sorprenderían al leer en el prefacio de
este libro que “estudiando los templos antiguos, se advierte la forma y decoración que habría
que utilizar en las iglesias” (es decir, las cristianas), pero en esta frase prefiguró el desarrollo de
la arquitectura religiosa hasta el siglo XIX, aunque, por supuesto, hay que tener en cuenta que
dicho desarrollo estuvo influido por las iglesias que construyó él mismo -no ilustradas en el
libro- y mucho más aún por el propio tratado.
Vicenza, y los empleados del taller en que Andrea di Pietro, de Padua, fue aprendiz de
escultor, apenas contribuyeron a la formación de la personalidad artística de Palladio. No
obstante, no lejos de esta ciudad, se erigieron los grandes edificios que iban a convertir al
Véneto en el más destacado centro arquitectónico de Italia. Falconetto trabajó en Padua;
Giulio Romano, en Mantua; Sanmicheli, en Verona, y Sansovino en Venecia. Cuando Palladio
declara, en las primeras líneas de su libro, que dedicó su vida al estudio de la arquitectura, éstos
fueron los maestros que tenía en la mente en ese momento. Era a ellos a quienes debía la
formación de su sentido crítico y estilo. La basílica de Vicenza, primera obra monumental de
Pablo Álvarez Funes
Palladio, muestra que dicho estilo estaba ya completamente desarrollado a finales de la década
de 1540. Cabe encontrar ideas e influencias de estos cuatro maestros, pero en ningún
momento da la impresión de ser elementos ajenos, pues, simplemente, se incorporaron al
lenguaje formal de Palladio.
En 1538, como mucho, el maestro de obras conoció a Gian Ciorgio Trissino (m. 1550),
humanista que pertenecía a una de las familias patricias de Vicenza y, también, arquitecto
aficionado. Gran viajero, este hombre reconoció en seguida las dotes del joven artista, le
introdujo en el estudio de la Antigüedad y le ayudó con todos los medios a su alcance. En
1541, Palladio -nombre clásico inventado por Trissino- acompañó a su benefactor a Roma. Al
regreso de este viaje y muy probablemente gracias a sus recomendaciones se convirtió en el
principal arquitecto de la nobleza de Vicenza. Volvió a Roma varias veces más y viajó también
al norte de Italia y Francia, donde pudo estudiar directamente los monumentos antiguos. El
hecho de que en 1556 se convirtiera en uno de los miembros fundadores de la Accademia
Olimpica es una prueba del respeto con que se le consideraba en Vicenza. En 1561
comenzaron a llegarle encargos de Venecia, y en 1570 se mudó allí con su familia. Fue también
en esta ciudad donde en ese mismo año se publicaron sus Quattro Libri y donde, en 1575,
apareció una traducción al italiano de los comentarios de César con ilustraciones suyas.
Siempre se mantuvo en contacto, no obstante, con Vicenza, para cuya Accademia Olimpica
diseñó un teatro en el último año de su vida, y un mes antes de su muerte todavía recibía
dinero por su trabajo en la basílica.
Habría resultado extraño que Palladio lograra sustraerse a la influencia aristotélica; su
sentido práctico parece reflejar su fe en la doctrina aristotélica de la experiencia y su adhesión a
los prototipos antiguos revela su familiaridad con la idea aristotélica de imitación; esta última,
planteada en la Poética como el principio supremo de las artes, encontró un considerable eco en
los círculos del norte de Italia, de Trissino a Castelvetro. En la arquitectura de Palladio parece
observarse una fusión de estos principios aristotélicos con la doctrina platónica de las ideas; un
lector atento encontrará en sus Quattro Libri claros indicios de esta síntesis. En cualquier caso,
no hay ninguna duda de que Palladio estaba totalmente familiarizado con el contenido de los
comentarios vitruvianos de Barbaro, y muchos de esos comentarios fueron preparados en
colaboración. La obra de Palladio encarnaba para Barbaro el ideal de una arquitectura
matemática y científica, y es de suponer que Palladio reflexionó sobre las categorías que su
protector había expuesto con tanta habilidad. Es probable que al asociar virtud con
Historia de la arquitectura renacentista italiana
arquitectura en los Quattro Libri, tanto Palladio como Barbaro contemplaran como una
particular “virtud” inherente a la arquitectura la posibilidad de materializar en el espacio la
“verdad necesaria” de las matemáticas. Esta interpretación se ve refrendada por la portada de
los Quattro Libri, en la que aparecen representaciones alegóricas de la Geometría y la
Arquitectura señalando a la figura coronada de la Virtud (“Regina Virtus”), que aparece sobre
ellas con un cetro y un libro.
Aunque puede afirmarse que desde los tiempos de Alberti la arquitectura se concebía
en términos de matemática aplicada, antes de Barbaro esta disciplina nunca había o sometida a
un análisis lógico tan minucioso. Los Quattro Libri de Palladio, que se upan casi totalmente de
problemas prácticos, se caracterizan igualmente por su agudeza y precisión, por su disposición
clara y racional. Del mismo modo que Trissino proporcionó estructura, unidad y claridad al
drama y la epopeya con su aplicación de la Poética de Aristóteles, Palladio aspiraba a alcanzar la
incontestable lucidez de la proyección arquitectónica basada en la autoridad de las normas
clásicas.
En 1555 se fundó la Accademia Olimpica de Vicenza, uno de cuyos principales
impulsores fue Palladio. Su programa todavía era similar al de otras academias italianas más
antiguas, y se resumía en la formación del “uomo universale”. Palladio volvía a encontrarse
integrado en un círculo de hombres que creían en los ideales que habían pirado su juventud
junto a Trissino. Las representaciones teatrales se convirtieron pronto en una de las principales
actividades de la Academia, empezando por la memorable le representación de la Sofonisba de
Trissino en 1562, en un teatro que Palladio construyó para la ocasión en el interior de la Sala
del Palazzo della Ragione. Posteriormente, Palladio recibiría el encargo de erigir un teatro
permanente. Habían pasado diez años desde la muerte de Barbaro cuando el 23 de marzo de
1580 se colocó la era piedra; él habría sido, sin duda, quien mejor habría apreciado el proyecto
de Palladio, ya que se correspondía en todos los sentidos con la reconstrucción del teatro
romano que Barbaro había publicado, con la ayuda de Palladio, en su comentario de Vitruvio.
El propio Palladio murió seis meses después del comienzo de las obras. El ro se inauguró en
1585 y, a manera de homenaje a los manes de Trissino, difusor gusto por la tragedia griega, la
primera representación fue el Oedipus Tyrannus de Sófocles.
Pablo Álvarez Funes
que visita las villas de Palladio, y confiere a sus edificios un carácter convincente. Sin embargo,
esta agrupación y reagrupación del mismo esquema no fue tan simple como podría parecer.
Palladio puso el mayor cuidado en emplear proporciones armónicas no sólo en el interior de
cada estancia, sino también en la relación entre las distintas habitaciones; esta exigencia de la
relación proporcional justa es un elemento central en la concepción palladiana de la
arquitectura.
Las fachadas de las villas de Palladio presentan una problemática similar a la de las
plantas. La arquitectura monumental italiana se concibe, siempre que es posible y al contrario
que la francesa o la inglesa, en términos de un bloque sólido tridimensional. Los arquitectos
italianos se esforzaban por conseguir una relación proporcional fácilmente perceptible entre la
longitud, la altura y la profundidad de un edificio, y las villas de Palladio exhiben esta cualidad a
la perfección. Pero había que proporcionar una fachada al bloque. Palladio encontró lo que
buscaba en el frente de templo clásico, un motivo asociado a la idea de dignidad y nobleza que
adaptó invariablemente a las fachadas de sus villas. El propio Palladio comenta las razones que
le llevaron a esta elección en un pasaje que demuestra lo íntimamente unidas que estaban para
él las consideraciones prácticas y los principios más abstractos. “He construido el frontispicio
(es decir, el frontón del pórtico) en la fachada principal de todas las villas y también en algunas
viviendas urbanas (...) porque tales frontispicios indican la entrada de la casa, y confieren gran
parte de su grandeza y magnificencia a la obra, al hacer que el frente resulte más eminente que
el resto; además, resultan muy útiles para colocar en ellos los escudos de armas de los
propietarios, que habitualmente se disponen en medio de la fachada. Los antiguos también
hacían uso de ellos en sus construcciones, como puede verse en los restos de los templos y
otros edificios públicos, y, como ya he dicho en el prefacio del primer libro, es muy probable
que tomaran esta idea y sus principios de los edificios privados, es decir, de las casas”.
Aunque en aquella época se desconocía cómo eran las fachadas de los antiguos
edificios domésticos, Palladio creía haberlas recreado en forma y espíritu con la aplicación del
frente de templo a la casa; en su reconstrucción de la fachada de la casa antigua en el Vitruvio
de Barbaro aparece un gran pórtico de ocho columnas. Sus ideas se basaban en dos falacias:
una imagen falsa de la evolución de la sociedad y una errónea teoría acerca del origen de la
arquitectura. Pensaba que, “en un principio, el hombre vivía solo, pero más tarde, al ver que
necesitaba de la ayuda de otros hombres para obtener aquellas cosas que podían hacerle feliz
(suponiendo que aquí abajo podamos llegar a ser felices), buscó y apreció espontáneamente la
Historia de la arquitectura renacentista italiana
compañía de otros hombres; con lo cual varias casas dieron origen a pueblos, y de varios
pueblos se formaron ciudades, y en éstas se crearon lugares y edificios públicos”. Por
consiguiente, concluye, las casas particulares fueron el núcleo a partir del cual se desarrollaron
los edificios públicos; en otras palabras, los templos reflejan la apariencia de la casa antigua. La
Pablo Álvarez Funes
idea de que el templo es una casa magnificada ilumina considerablemente la propia concepción
cristalina que Palladio tenía de la composición arquitectónica. No puede pensar en términos
evolutivos, pero concibe unidades ya creadas que, bajo ciertas condiciones, podían transferirse
de un tipo de edificio a otro y podían también expandirse o contraerse. Así, el uso del frente de
templo en los edificios privados era para él un retorno legítimo a una antigua costumbre. Sin
embargo, este peculiar razonamiento le condujo de hecho a ennoblecer la arquitectura
doméstica aristocrática mediante la adopción del principal motivo de la arquitectura sacra
antigua. Gracias a esta transposición ajena a lo clásico, el motivo adquirió una nueva vitalidad
que él explotó plenamente. Fue el primero en injertar de manera consistente el frente de
templo en el muro de la casa, y el que más contribuyó a diseminar esta tipología. El
acercamiento más fiel al pórtico clásico con su amplia y majestuosa escalera se encuentra en la
villa Rotonda; pero incluso aquí el pórtico debe contemplarse contra el plano mural de fondo y
en relación con el cubo del edificio. El pórtico de la villa Malcontenta también es autónomo,
aunque en este caso ha sido integrado en la estructura arquitectónica mediante su elevación
sobre un basamento y su unión con los tramos de escalera laterales que se despliegan a lo largo
del muro de la fachada. Un paso adelante en este sentido es la disposición del frente de templo
en el plano del muro tal como aparece en la villa Emo. Finalmente, la fachada entera puede ser
transformada en un frente de templo, como ocurre en la villa Thiene de Quinto y en la villa
Maser. La gama de posibilidades es muy amplia, y Palladio supo sacar partido de ello. Estos
pocos ejemplos son suficientes para demostrar cómo dio vueltas constantemente en torno a
una idea cuyo valor le parecía indiscutible. Pese a que al contemplar estas fachadas nadie puede
sustraerse a la impresión de que su diseño encierra una inagotable riqueza de ideas, no debería
olvidarse el hecho de que todas ellas han sido generadas a partir de un mismo patrón básico.
Villa Trisino en Cricoli
Hacia 1530 Giangiorgio Trissino dal Vello d´Oro comenzó la completa renovación de
un edificio gótico situado en Cricoli, un área suburbana de Vicenza, para transformarlo en un
elegante villa. Refinado hombre de letras y aficionado a la arquitectura clásica, Trissino partici-
pó directamente realizando el proyecto y dictando las inscripciones griegas y latinas que
decoran los muros. El resultado fue una villa que reflejaba perfectamente las ideas, personali-
dad y cultura del propietario.
Historia de la arquitectura renacentista italiana
ascenso a señores del lugar, Giovanni y sus hijos Marco, Danielle y Vittore recurrieron a
Palladio, que prepara para ellos un particular
edificio de doble fachada. La fachada del patio
interior, que fue descrita en “Los Cuatro
Libros” pero nunca construida, podría ser
caracterizada por un elegante y clásico pronaos:
mediante una amistosa relación con la tierra
intentaba significar la belleza y las ventajas de la
vida en las villas. La fachada hacia el río tiene
un espíritu diferente: dos fuertes y pequeñas
torres contienen una loggia con tres arcadas en
rusticado dominadas por un tímpano.
Esta fachada puede tener muchas y
diferentes parecidos: por un lado recuerda el
típico almacén veneciano; por otro lado, a un
potente arco triunfal, que autocelebra los
deseos de los Pisani.
Villa Thiene en Cicogna
La villa Tiene se construyó en
1545 y se asocia a construcciones
urbanas. Nos ha llegado un lateral, frente
de un complejo muy articulado de patios-
“barchesse” con los cuerpos principales
de villa. Se conciben con autonomía de
resolución de lo delantero y trasero, pero
con el atrio como señalamiento de la villa
en su unidad.
Villa Badoer en Fratta Polesine
La villa Badoer nace del espacio productivo abierto. Su arquitectura y al vinculación a la
casa patronal con las “barchesse” terminan por perder su dependencia funcional exclusiva al
trabajo agrícola. Ya ejecuta un ejercicio compositivo en que el ámbito delantero se hace
recoleto por la curvatura de las “barchesse” que casi crean un jardín, sobre el que se eleva la
Pablo Álvarez Funes
imagen del templo porticado de la casa padronal, mientras que la fachada trasera se formaliza
no para se vista sino para ver desde ella. En el volumen los huecos superiores, horizontales,
corresponden a los dormitorios en una espacialidad funcional.
Villa Barbaro en Maser
La villa Barbaro pertenece al tipo de villas caracterizadas por tener un amplio desarrollo
horizontal que permite albergar dependencias auxiliares de utilidad agrícola. Su esquema de
conjunto consta de tres partes. La primera la constituye el cuerpo central o residencia sñorial:
en ella se concentra la mayor parte de los elementos escultóricos ornamentales y cuenta con un
frontón clásico sostenido por columnas adosadas que no llega a ser un pórtico. En segundo
lugar se distinguen las dos alas laterales con un pórtico de cinco arcadas cada una, y por último
están los dos pabellones de los extremos que flanquean las alas, cerrándolas. Los pabellones se
difieren de las alas en que la distancia entre las arcadas es mayor, lo que permitió la ubicación
de nichos con estatuas. Destaca asimismo la presencia de dos relojes de sol, uno en cada
pabellón. Detrás de todo este conjunto se dispuso un ninfeo cuyo diseño semicircular está en
correspondencia con la plaza , de igual forma, situada frente a la fachada principal.
Villa Rotonda
La total equivalencia de las cuatro fachadas en el exterior queda desmentida en la planta
por una distribución de las habitaciones que revela la existencia de un eje simétrico
predominante. La perfecta integración de cada parte en la totalidad, así como la gran
coherencia de este edifico con su entorno, son evidentes. Los pórticos cumplen la función de
miradores que establecen la transición entre el espacio exterior y el interior. En sus caras
laterales se advierte un tratamiento en arco similar al de los pórticos concebidos por él en otras
villas concebidas también por Palladio y al del palacio Chiericati, tratamiento destinado a
graduar el paso visual de las ventanas menores de las esquinas la apertura de los intercolumnios
del pórtico.
La condición de edificio de recreo, rasgo que diferencia a este edificio de las fincas
palladianas, es claramente perceptible en la suave pendiente del camino de acceso, cuya
voluntad escenográfica es manifiesta. La situación y la disposición de la villa procura además
amplias vistas panorámicas de la campiña circundante. La composición de la fachada ofrece un
logrado juego de relaciones entre los elementos que la integran, como puede apreciarse en la
gradación de alturas que se establece entre el frontón triangular, los tres vanos que hay bajo él y
la cúpula, elemento que preside el conjunto.
Pablo Álvarez Funes
TIPOLÓGICA.
“Nosotros, que no adoramos a falsos dioses, elegiremos la más perfecta y maravillosa
forma para nuestras iglesias. Como el círculo supera a todas las demás formas por ser sencillo,
homogéneo, igual por todas partes, sólido y espacioso, nuestros templos serán circulares. El
círculo refleja la unidad de Dios, su infinita esencia, uniformidad y justicia”.
Este famoso pasaje aparece en el libro IV del tratado de Palladio, escrito cinco años
antes de las Instructiones, de san Carlos Borromeo, donde se rechaza expresamente la planta
centralizada por considerarla pagana e impropia de un edificio eclesiástico cristiano. Alberti ya
había elogiado este tipo de planta, que en su opinión era la forma suprema de la arquitectura
religiosa. Para los arquitectos seguía siendo el ideal de belleza en la medida en que la estética
gobernaba su arte. Pero, por muchas iglesias circulares que aparezcan en los cuadernos de
apuntes y pinturas, los edificios de planta centralizada son en realidad muy raros. Entre tales
excepciones figuran el Tempietto de Bramante; Santa Maria di Campagna, cerca de Verona, y
San Sebastiano, de Milán -todas ellas iglesias votivas. El clero prefería las formas tradicionales y
fueron muchos los edificios que se erigieron con plantas antiguas, ya que la centralizada no era
apropiada para la liturgia cristiana.
San Giorgio Maggiore
Después de mediados del siglo XVI, las exigencias litúrgicas del clero se impusieron a
las ideas estéticas de los arquitectos. Cuando Palladio escribe, tras el pasaje citado
anteriormente, que las iglesias longitudinales tienen sus ventajas, da la impresión de que
estuviera despidiéndose de la planta centraliza: “la entrada se encuentra a los pies de la cruz,
frente al altar mayor y el coro. En los extremos de los brazos de la cruz hay dos altares o
entradas más. En la iglesia longitudinal, los fieles ven ante ellos el madero en que crucificaron a
nuestro Salvador. Ésta es la forma en que construí la iglesia de San Giorgio Maggiore en
Venecia”.
San Giorgio Maggiore, iglesia monástica benedictina comenzada en 1556, es una
basílica con cúpula sobre el crucero, transeptos acabados en semicúpulas y un largo presbiterio.
Fue el primer gran edificio religioso de Palladio. La planta es de un tipo muy corriente desde
los tiempos medievales, pero, al entrar en la iglesia, el visitante se encuentra en un espacio
Historia de la arquitectura renacentista italiana
que es la parte externa del muro que delimita el interior, adopta por su misma naturaleza el
carácter del fondo de un relieve. Las naves de San Giorgio Maggiore tienen diferente altura; la
sección de la basílica cristiana es totalmente distinta de la de un templo antiguo. Palladio se
enfrentó a este problema en tres iglesias venecianas y lo solucionó en todos los casos de la
misma forma: reduciendo al mínimo la diferencia de altura entre la nave mayor y las laterales y
colocando delante de la primera un orden gigante compuesto; las vertientes del frontón corren
paralelas a las del tejado. A los lados hay un orden corintio me- nos prominente y de menor
altura, con semifrontones. De esta forma, en la fachada de la iglesia se reflejan dos sistemas
“antiguos”, contrastando los elementos del central con los del lateral por su mayor relieve.
Ambos sistemas tienen unos entablamentos completamente desarrollados, y el más pequeño
discurre por detrás del orden gigante, el cual parece ocultar incluso el centro de los frontones
más pequeños.
Se aprecia el intento de crear la fachada de iglesia alla antica desde Alberti hasta Vignola
y Cristoforo Lombardino, pasando por los diseños que hicieron para San Pedro Bramante y
Rafael. Sin embargo, ni siquiera Palladio pudo eliminar la contradicción que suponía.
Duplicando el sistema y con el aparente ocultamiento de los frontones más pequeños plantea
el problema, pero no lo resuelve, si bien su tratamiento, aunque complejo, es digno y coherente
por sí mismo, lo que resulta evidente por las
muchas imitaciones que se hicieron en el siglo
XIX.
San Francesco della Vigna
Cuando se completó la fachada de San
Giorgio Maggiore, después de 1600, se habían
hecho ciertas modificaciones de detalle. La de San
Francesco della Vigna, que se construyó bajo la
dirección de Palladio alrededor de la misma época
que el interior de San Giorgio, supera a la de ésta
tanto por su composición como por sus detalles.
Palladio yuxtapone dos planos de fachada, grande
y pequeño, al centro y los laterales, con frontones
como reflejo de las naves. El orden lateral, sin
embargo, se alza sobre el podio común, pero su
Historia de la arquitectura renacentista italiana
Giorgio Maggiore. Las intenciones de Palladio resultan aún más evidentes en Il Redentore,
donde adaptó todos los elementos citados a un tipo distinto de planta. La nave tiene tres
profundas capillas a cada lado; no hay naves laterales. La nave de Il Redentore es, como la de
S. Andrea de Mantua de Alberti, una recreación de un vestíbulo de las termas romanas; se trata
de un enorme espacio unificado por una bóveda impresionantemente simple y por la
contracción que antecede al espacio cubierto por la cúpula: a ambos lados del gran arco que da
paso al crucero hay un estrecho entrepaño con dos nichos, uno encima del otro, que repite
exactamente la articulación del muro de la entrada, reforzando la uniformidad y autonomía de
la nave. Los tres escalones que separan la nave de las capillas y del área que cubre la cúpula
Historia de la arquitectura renacentista italiana
mantener la uniformidad de la parte centralizada, ya que la forma absidal que “se lee” a lo largo
de las columnas se corresponde con la de los ábsides laterales, al mismo tiempo que el coro de
los monjes sigue siendo, como es lógico, parte integral de la iglesia: una forma. ingeniosa de
conciliar la tradicional exigencia de la prolongación oriental con la idea de una planta central.
Por último, la pantalla de columnas nos invita también a dejar que la vista explore el espacio
posterior, un espacio al que no tienen acceso los fieles, y cuya absoluta sencillez nada tiene que
ver con los estándares de la suntuosa articulación de la iglesia. En definitiva, estas columnas
constituyen al mismo tiempo una barrera y un eslabón óptico y psicológico con un mundo
inaccesible para el seglar.
pilar tiene su propia función estructural, pero ésta, a diferencia de lo que ocurre en el sistema
de Sansovino, que se despliega en un plano, sólo se puede comprender si el espectador se
mueve alrededor del pilar. Pero hay todavía otra diferencia entre la basílica y la Biblioteca: en la
primera, la decoración escultórica queda con- finada a las claves de los arcos y las estatuas del
ático. El efecto de la Biblioteca se deriva del rico orden jónico del cuerpo superior, mientras en
la basílica lo crea el “varonil” orden dórico en la planta baja.
Palacio Porto-Colleoni
Las obras del Palazzo Porto-Colleoni debieron dar comienzo antes de 1550. La
dependencia de fachada respecto a las de una serie de palacios construidos en Roma por
Bramante y Rafael es tan obvia que no requiere comentarios. Estos edificios constituyen un
grupo aparte y suponen la culminación del palacio del Alto Renacimiento en el periodo
comprendido entre 1515 y 1520. Su diferenciación funcional entre una planta baja rústica y un
piano nobile liso, la majestuosa sucesión de dobles medias-columnas, su escaso empleo de
grandes formas y su economía de detalles, la separación orgánica entre un miembro y el
siguiente (por ejemplo, los balcones, y los basamentos de las columnas), la compacta
ocupación del muro y la enérgica proyección de las masas, todas estas características, sin
precedentes en la Antigüedad o en la Época Moderna, proporcionaron a estos palacios el sello
de una verdadera grandeza imperial. Compartían de algún modo la cualidad serena y grave de
los antiguos edificios romanos, y su tipología, fusionada con elementos venecianos primero
Pablo Álvarez Funes
por Sanmicheli (Palazzo Pompei, Verona) y después por Palladio, fue constantemente imitada
y reinterpretada por los arquitectos clasicistas de toda Europa.
Aunque Palladio se mantuvo más fiel que Sanmicheli a sus modelos, proporcionó a su
edificio una apariencia más suntuosa y más agradable mediante la introducción de figuras
recortadas contra el cielo, figuras y festones decorando las ventanas y máscaras a modo de
claves en el basamento; todas estas adiciones son típicas de Venecia y la terra ferma, y Palladio
pudo encontrar la mayoría de ellas en la Libreria de Sansovino. También transformó el pesado
orden doble de columnas dóricas en una única secuencia jónica más elegante, y dio un carácter
ligero y decorativo al pesado tratamiento rústico romano. El profundo interés que Palladio
demostró por los palacios romanos se comprueba incluso en los dibujos supervivientes. En la
colección Burlington- Devonshire no sólo se conserva un dibujo suyo inspirado en la Casa di
Raffaello, sino también tres alzados que deben considerarse como diseños tempranos para el
Palazzo Porto, y que en varios sentidos suponen una transición entre la tipología romana y el
diseño definitivo.
Al igual que las plantas de las villas, la planta
del Palazzo Porto no tiene precedentes en el siglo XVI.
Está formada por dos bloques idénticos a ambos lados
de un patio, aunque sólo llegó a construirse uno de
ellos. Palladio afirmaba seguir con este esquema la
tipología griega de casa privada, en la que las
dependencias familiares estaban separadas de las de los
invitados. Cada bloque está dividido por un eje central
en dos grupos simétricos de habitaciones, y el elemento
fundamental de cada uno de esos bloques es un amplio
vestíbulo con cuatro columnas; éste es el “tetrástilo”
que, en una posición central y dominante, desempeña
tan importante papel en la reconstrucción que Palladio
hace de la casa romana. El tetrástilo, convertido en
leifmotiv de la planta baja, es una de las características
recurrentes en los palacios palladianos. En el capítulo 8
del Libro II, Palladio nos ofrece una reconstrucción a gran escala del tetrástilo bajo el
encabezamiento “De los Vestíbulos con cuatro columnas”, y afirma en su texto que “El
Historia de la arquitectura renacentista italiana
siguiente diseño corresponde a los vestíbulos, a los que se llamaba Tetrastili porque tenían
cuatro columnas. gran de forma cuadrada, y las columnas se hacían de tal manera que la
anchura fuera proporcional a la altura y la parte superior resultara segura; así es cómo he
procedido yo mismo en muchos edificios”. El antiguo atrio no tenía techo, pero un atrio
abierto resultaba difícilmente aceptable para un arquitecto moderno, y Palladio dispuso en su
lugar un vestíbulo tetrástilo. Además, el cambio podía justificarse, ya que entre los cinco tipos
diferentes de atrios que mencionaba Vitruvio había uno sustentado por cuatro columnas, es
decir, tetrástilo. La preferencia de Palladio por este atrio no sólo se basaba en su solidez
estructural, sino sobre todo en su forma cuadrada, que él consideraba una forma perfecta.
Posiblemente sea en la disposición de la escalera, incómodamente ubicada bajo el
pórtico a un lado del patio, donde mejor se refleja la cualidad formal de la planta; Palladio
justificó dicha disposición afirmando que obligaba a admirar la parte más hermosa del edificio
a todo aquel que quisiera subir. Efectivamente, el patio -el antiguo peristilo- se consideraba la
parte más importante de la casa. El cortile de Palladio, con sus columnas gigantes compuestas,
era de una grandeza sin par hasta la fecha; inauguraba una concepción completamente nueva
del cortile italiano cuya influencia se deja sentir incluso en el proyecto de Bernini para el Louvre.
Esta revolución se produjo porque Palladio quiso que la altura de las columnas del peristilo se
correspondiera con la anchura del patio, una idea que Trissino ya había expresado en su
descripción del palacio ideal. Estas proporciones teóricas se reflejan claramente en la
ilustración de los Quattro Libri. No es improbable que esta concepción derivara de una mala
interpretación de la exigencia de Vitruvio según la cual la altura de las columnas del peristilo
debía guardar relación con la
anchura de la columnata.
Palacio Chiericati
El Palazzo Chiericati,
probablemente proyectado poco
después que el Palazzo Porto,
presenta una problemática especial.
Debía levantarse en uno de los
lados de una gran plaza cuadrada, y
no en una calle estrecha. Palladio
ideó su fachada en términos de un
Pablo Álvarez Funes
foro romano, y diseñó dos largas columnatas distribuidas en dos pisos. Sus propias palabras
demuestran que se inspiró en la tipología del foro; en el capítulo dedicado a las “Piazze”
afirma: “Alrededor de las piazze deben construirse pórticos, tal como hicieron los antiguos”.
Claro está que la columnata del piano nobile está interrumpida por la ligera proyección de los
cinco entrepaños centrales, proyección que forma propiamente una fachada palacial derivada
del mismo prototipo bramantesco que el Palazzo Porto. Esta desviación con respecto al ideal
no respondía sólo a motivos artísticos; también tenía que ver con la utilidad y la viabilidad,
factores que Palladio siempre se esforzó por conciliar con los requisitos ideales y que
desempeñan un papel muy importante en los Quattro Libri. Por otro lado, Palladio dejó bien
clara su concepción teórica en la ilustración de la fachada completa, donde dejó los órdenes en
blanco y sombreó todas las paredes por igual (sin diferenciar las situadas en el mismo plano
que la columnata de las que estaban mucho más atrás), dando de ese modo a la fachada del
palacio una apariencia similar a la del grabado de su “piazza”. Esta comparación también
demuestra que mientras que concibió las columnatas de la piazza con unos suntuosos órdenes
jónico y corintio, al construir el Palazzo Chiericati eligió un sobrio dórico para el piso de abajo
y un jónico sin adornos para el piso superior. El dórico aún conserva algo de la sencilla
grandeza del Tempietto de Bramante, y nada tiene que ver con el problemático estilo de Miguel
Ángel, quien justo en este periodo estaba reviviendo una piazza antigua en su proyecto para el
Capitolio.
Palacio Thiene
Según Gualdo, Palladio estuvo en Roma en 1554. Esta visita debió abrir sus ojos al
significado de la arquitectura contemporánea. No sólo sus plantas, sino también el estilo de sus
fachadas, experimentaron una verdadera metamorfosis a su regreso. El primer testimonio de
este cambio es la fachada del Palazzo Thiene. Aunque el frente ejecutado muestra de nuevo un
paramento rústico abajo y un orden arriba, la expresión y el énfasis difieren por completo de
los del Palazzo Porto. El almohadillado rústico del basamento no tiene ya un carácter
decorativo; sus grandes y toscos bloques producen, por el contrario, una impresión de masa y
potencia similar, aunque algo más contenida, a la del paramento rústico de las murallas de
Augusto que rodean los foros y que sirvió de modelo para el Palazzo di S. Biagio de Bramante
y para otros palacios de este grupo. La puerta de entrada, con sus pinjantes alternativamente
pequeños y grandes superpuestos a la rusticidad del muro, era un elemento constantemente
utilizado y reinterpretado en el manierismo italiano tras su introducción por Rafael en el
Historia de la arquitectura renacentista italiana
Palazzo Pandolfini de Florencia. El muro del piano nohile no es liso como en palacios romanos
bramantescos, sino que está formado por un paramento de sillares planos con aristas vivas
sobre el que se disponen las pilastras. Con este diseño, Palladio retoma una tradición que se
remonta al piso más alto del Coliseo, pasando por la Cancelleria y el Palazzo Rucellai de
Alberti; la propia reconstrucción que Palladio hace del exterior del Panteón indica que
consideraba este tratamiento como algo habitual en la Antigüedad. El carácter contradictorio
de esta combinación atrajo a los arquitectos manieristas, quienes la explotaron de diversas
formas desde el Palazzo del Te de Giulio Romano hasta el Palazzo Marino de Alessi en Milán.
El propio Palladio hizo del contraste entre las pesadas cuñas y dovelas de los marcos de las
ventanas y el paramento plano y regular del muro con sus grandes pilastras lisas la característica
principal de la fachada.
Las columnas jónicas de
los edículos de las ventanas
resultan casi invisibles bajo los
pinjantes rectangulares. Este
motivo tenía precedentes clásicos
como la Porta Maggiore de Roma,
pero sólo alcanzó pleno desarrollo
en la arquitectura manierista. A los
arquitectos manieristas les
encantaba la apariencia
“inacabada” de este tipo de orden;
sus múltiples posibilidades fueron
explotadas plenamente, tal como
demuestran las obras de Giulio
Romano, Sansovino, Sanmicheli,
Ammanati, Dosio, Alessi, Vignola
y muchos otros. En el caso del
Palazzo Thiene, las pequeñas
columnas rústicas jónicas y las pilastras corintias lisas del orden mayor se relacionan de una
forma sutil. Un entablamento que parece prolongarse por detrás de las pilastras une las
pequeñas columnas, lográndose de este modo una coherente alternancia entre un orden
Pablo Álvarez Funes
pequeño y otro grande. Este complicado ritmo creado por la interpenetración de un orden
pequeño y uno grande aparece con frecuencia en la arquitectura manierista. La continuidad
horizontal del friso del orden pequeño, que se prolonga a lo largo de toda la fachada produce
otro efecto más: interfiere en la consistencia del muro rústico, cortándolo por así decirlo, en
dos. Esta misma idea se introdujo en la planta baja, donde dos hiladas lisas por encima y por
debajo de las ventanas contrastan con la superficie irregular de los bloques rústicos.
A pesar de los elementos manieristas, a pesar del carácter complejo y “conflictivo” del
edificio, no percibimos en él ni la extrema tensión de Miguel Ángel ni la turbulencia casi
patológica de Giulio Romano; es un conjunto ordenado, sistemático y totalmente lógico, cuya
contemplación desata una libre curiosidad y no la violenta respuesta que provocan otras
estructuras manieristas mucho más complicadas. Y hay que decir también que todos sus
detalles se inspiran en prototipos clásicos.
Palacio Valamarana
Un paso adelante en la dirección manierista es la fachada del Palazzo Valmarana,
construido en 1566. Resulta obvio que esta fachada contiene una referencia a la problemática
arquitectura de Miguel Ángel. La influencia de los palacios del Capitolio se plasma en el uso
combinado de un orden gigante y otro pequeño. Pero al margen de esta idea básica, las
diferencias son considerables. En el Palazzo Valmarana casi se ha eliminado el muro, y en la
superficie aparecen múltiples motivos. Los marcos de las ventanas del piano nohile tocan el
entablamento superior, y están flanqueados por enormes capiteles. Entre las delgadas molduras
de dichos marcos y la abultada masa de las pilastras se plantea una lucha desigual, típicamente
manierista. Además, el tratamiento de la planta baja es extremadamente complejo, dado que el
orden corintio menor no se aplica sobre un muro propiamente dicho. El paramento rústico
sobre el que se dispone dicho orden tiene un carácter especial. Las bandas a ambos lados de las
ventanas han sido tratadas para que parezcan pilastras toscanas con sus propios capiteles, lo
cual produce la impresión de que existe un tercer orden diminuto; la relación existente entre el
orden gigante compuesto y el pequeño orden corintio se reproduce entre las pilastras corintias
y las toscanas. Sobre las ventanas hay relieves que, situados en un plano más profundo que el
paramento rústico, parecen estar enmarcados por este último, al mismo tiempo que el borde
inferior sirve como dintel de las ventanas. Da la impresión de que Palladio está siguiendo en
este caso su propio camino, sin tener en cuenta modelos antiguos. Pero incluso para este
edificio se remitió a la Antigüedad clásica, encontrando en ella, sorprendentemente, la
Historia de la arquitectura renacentista italiana
un mismo plano salvo en las esquinas, donde se proyecta bajo los atlantes. Una inversión
similar puede observarse en un ejemplo de arquitectura “manierista” antigua que Palladio
conocía bien, la Porta Borsari en Verona; la influencia de este monumento puede rastrearse en
otras obras palladianas tardías. En este periodo, Palladio se sentía evidentemente atraído por
las tendencias anticlásicas de la arquitectura antigua. Su manierismo de este momento es un
fenómeno de considerable interés ya que, tras las “salvajes” décadas de 1530 y 1540, la
tendencia predominante en los años cincuenta y sesenta era el retorno al clasicismo, a la
“regularidad, simetría y orden”.
Logia del Capitanato
En 1571, más de veinte años después del comienzo de las obras de la basílica, se
encargó a Palladio la logia del Capitanato, que se alza frente a la anterior y que era la residencia
del gobernador veneciano de Vicenza. La construcción se detuvo después de haberse
levantado tres tramos y no se sabe si en el proyecto de Palladio figuraban cinco o seis.
El orden colosal compuesto de la logia es un soberbio ejemplo del estilo tardío de
Palladio. Comparadas con los claros y excepcionalmente cuidados detalles de la basílica, las
formas resultan confusas y violentas. El volumen de los pilares es sumamente reducido, el
jambaje de las ventanas del cuerpo superior interrumpe el entablamento, toscos triglifos
sostienen el arquitrabe de los balcones y el paramento se ha disfrazado con estuco. Entre estas
formas desasosegadas y en absoluto clásicas se alzan las cuatro altas semicolumnas coronadas
por la parte correspondiente del entablamento. Parecen los restos de un edificio antiguo al que
se hubiesen añadido sin consideración alguna un piso y arcadas. La columna, el más importante
y digno elemento de la arquitectura antigua cobra solemnidad y monumentalidad supremas al
imponerse en los diversos pisos de un edificio utilitario moderno. Es así como habría que
entender el orden colosal de la logia de Palladio.
Historia de la arquitectura renacentista italiana
partes establecidas par el Vitruvio y a las ruinas que visitaba. Pero a la hora de reconstruir el
teatro vitruviano para Barbaro se encuentra con el problema tipológico de definir como era el
teatro romano. En ese instante no hay movimientos por la vía arqueológica. El texto de
Vitruvio donde se indica todo lo que debe entenderse por arquitectura clásica no resulta
esclarecedor, induciendo restituciones insuficientes en las distintas ediciones de la época.
Palladio entonces acepta ese esquema mal organizado de edificio indaga mejor en las
exponentes arqueológicas citados, tan próximos a su ambiente. Para el “frons” suprime la
escena en profundidad y las hornacinas por “periacti” triangulares y una columnata rectilínea
creando una piel clásica con entidad arquitectónica propia y abandonando definitivamente el
ilusionismo escenográfico.