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El cierre del tubo neural se produce primero en la región en la que aparecen los
primeros somitas y se extiende en ambas direcciones, craneal y caudal. Las regiones no
fusionadas del tubo neural se conocen como los neuroporos anteriores y posteriores.
Antes del cierre de ambos neuroporos, pueden distinguirse algunas subdivisiones
fundamentales del sistema nervioso como la futura médula espinal y el encéfalo, dentro
del cual es posible distinguir el cerebro anterior llamado prosencéfalo, el cerebro medio,
mesencéfalo y el cerebro posterior, llamado rombencéfalo.
Una etapa de gran importancia en la conformación del sistema nervioso incipiente es el
plegamiento global del polo cefálico del embrión en forma de C. Dicho plegamiento se
asocia con la aparición, al final de la tercera semana, de una prominente curvatura
cefálica del encéfalo en el nivel del mesencéfalo. Posteriormente el encéfalo casi se
dobla sobre sí mismo por la curvatura cefálica. Al comienzo de la quinta semana
aparece la curvatura cervical en la unión entre el rombencéfalo y la médula espinal.
Hacia la quinta semana las tres partes iniciales del encéfalo se han subdividido
adicionalmente en cinco. El prosencéfalo da lugar al telencéfalo, el cual presenta unas
prominentes evaginaciones laterales las cuales terminarán por convertirse en los
hemisferios cerebrales, y un diencéfalo en situación más caudal, el cual se reconoce con
facilidad a causa de las prominentes vesículas ópticas bilaterales que se evaginan desde
sus paredes laterales. El mesencéfalo, permanece indiviso y tubular en su estructura
general.
El techo del rombencéfalo se adelgaza bastante y aparecen los primeros indicios de la
subdivisión del mismo metencéfalo y mielencéfalo más caudal. Estas cinco divisiones
del encéfalo primitivo representan una organización fundamental que persiste hasta la
edad adulta.
Con respecto a los linajes celulares del sistema nervioso central, los orígenes de la
mayoría de las células pertenecientes al sistema nervioso central maduro pueden
seguirse desde las células madre pluripotenciales situadas en el neuroepitelio primitivo.
Estas células pasan por numerosas divisiones mitóticas antes de madurar y convertirse
en células progenitoras bipotenciales, que dan lugar ya sea a células progenitoras
neuronales o gliales. Esta bifurcación del desarrollo se acompaña de un cambio en la
expresión de los genes. Las células madre pluripotenciales expresan una proteína
filamentosa intermedia “Nidina”. Los descendientes de las células progenitoras
bipotenciales se separan en células progenitoras neuronales, que expresan proteínas de
neurofilamentos, y células progenitoras gliales, que expresan proteína ácida glial
fibrilar.
Las células progenitoras neuronales dan lugar a una serie de neuroblastos. Los primeros
neuroblastos son bipolares, es decir, poseen dos procesos citoplasmáticos delgados que
contactan tanto con la membrana limitante externa como con la limitante del tubo
neural. Por retracción del proceso citoplasmático interno, el neuroblasto bipolar pierde
contacto con la limitante interna en el proceso de transformase en un neuroblasto
unipolar, los cuales acumulan grandes masas de retículo endoplasmático rugoso en su
citoplasma, llamado Sustancia de Nissl y luego comienzan a emitir varios procesos
citoplasmáticos. En este punto, se les conoce como neuroblastos multipolares, los que
son capaces de emitir procesos axonales y dendríticos, además de estableces conexiones
con otras neuronas u órganos terminales.
Otro linaje principal que se desprende de las células progenitoras bipotenciales es la
línea glial. Las células progenitoras gliales continúan realizando mitosis y su progenie
se divide en varias líneas, por ejemplo, la célula progenitora O-2A, precursora de dos
líneas de células gliales que termina formando los oligodendrocitos y los astrocitos
tipoI.
El tercer linaje es mucho más complejo. Las células progenitoras radiales dan lugar a
las células de la glía radial, que actúan como cables guía en el encéfalo para la
migración de las neuronas jóvenes. Cuando las neuronas están migrando a lo largo de
las células de la glía radial durante la mitad del embarazo, inhiben la proliferación de
dichas células. Posterior a las migraciones, las células de la glía radial, ahora libres de la
influencia inhibidora de las neuronas, reanudan el ciclo mitótico. Su progenie puede
transformarse en varios tipos de células; astrocitos tipo I, diversos tipos de células
especializadas de la glía o incluso en células ependimarias.
El desarrollo del oído interno comienza con la inducción inicial sobre el ectodermo
superficial, primero a cargo de la notocorda y después del mesodermo paraxial. Estas
dos inducciones preparan al ectodermo para una tercera inducción, en la cual el
rombencéfalo induce al ectodermo superficial adyacente para que se engruese y forme
la plácoda ótica. A fines de la cuarta semana de gestación, la plácoda ótica se invagina y
luego se separa del ectodermo de la superficie para formar la vesícula ótica o también
llamada otocisto.
Luego, la vesícula ótica comienza a alargarse y forma una región dorsal vestibular y una
región ventral coclear. Posterior a esto surge el conducto endolinfático en forma de una
proyección digitiforme corta que se origina de la superficie dorsomedial del otocisto.
Cerca de la quinta semana, la aparición de dos crestas en la porción vestibular del
otocisto presagia la formación de dos canales semicirculares.
El desarrollo de las dos partes principales del oído interno están bajo controles genéticos
separados: Pax-2 para la porción auditiva (cóclea) y Nkx5 para la porción vestibular
(canales semicirculares). La parte coclear del otocisto comienza a crecer en forma
espiroidea; a las ocho semanas de gestación ha realizado una vuelta completa y dos
vueltas a las diez semanas. La última media vuelta del caracol viene a completarse hacia
la semana veinticinco de gestación.
El oído interno, específicamente el laberinto membranoso, está rodeado por una cápsula
de tejido esquelético que comienza como una condensación del mesénquima
mesodérmico alrededor del otocisto a las diez semanas de gestación. El proceso de
englobamiento del otocisto comienza con una inducción del mesénquima circundante
por parte del epitelio del otocisto. Dicha inducción ejerce una estimulación sobre las
células mesenquimatosas, para que forme una matriz cartilaginosa a partir de la octava
semana. El cartílago capsular sirve como un molde para la posterior formación del
laberinto óseo verdadero, entre las dieciséis y veintitrés semanas de gestación.
Las neuronas sensoriales que componen el VIII par craneal se originan de células que
migran desde una porción de la pared interna del otocisto. La parte coclear del VIII par
se origina en estrecha asociación con las células sensoriales desarrolladas en la cóclea.
El desarrollo del oído medio guarda una estrecha relación con los procesos del
desarrollo de los dos primeros arcos branquiales. La cavidad del oído medio y la trompa
auditiva proceden del crecimiento de la primera bolsa faríngea, llamada surco
tubotimpánico.
Hacia el final del segundo mes de embarazo, el extremo ciego del surco tubotimpánico
se aproxima a la porción más interna de la primera hendidura faríngea. Más tarde, el
epitelio endodérmico del surco tubotimpánico se adosa al revestimiento ectodérmico de
la primera hendidura faríngea, aunque siempre estarán separados por una delgada capa
de mesodermo. Esta estructura contiene tejidos de las tres capas germinales y se
convierte en el tímpano, el cual durante la vida fetal es rodeado por un hueso de forma
anular denominado anillo timpánico.
A las seis semanas de gestación, en posición inmediatamente dorsal al extremo del
surco tubotimpánico, aparece una delgada condensación de mesénquima derivado de la
cresta neural que gradualmente va adoptando la forma de los huesecillos del oído
medio. Aunque la cavidad del oído medio esta rodeada por el hueso temporal en
desarrollo, el futuro antro del oído medio permanece lleno de mesénquima laxo casi
hasta el final del embarazo. Durante el octavo y noveno mes, gracias a la muerte celular
programada y a otros procesos de reabsorción, la cavidad se va formando, lo que deja a
los huesecillos suspendidos en su interior. Al nacimiento puede haber restos de tejido
conectivo del oído medio lo que provoca límites en la libertad de movimiento de los
huesecillos auditivos. La total movilidad de adquiere hacia los dos meses de vida del
niño.
Dos músculos ayudan a modular la transmisión de los estímulos auditivos a través del
oído medio; el músculo tensor del tímpano, que está insertado en el martillo y deriva del
mesodermo del primer arco y, en consecuencia, esta inervado por el nervio trigémino (V
par) y el músculo estapedio que se inserta en el estribo y deriva del segundo arco,
inervado por el nervio facial (VII par), que inerva a los derivados de ese arco.
Boca: El embrión joven tiene una única cavidad oronasal que se forma entre la sexta y
décima semana de gestación, la cual separa las cavidades nasal y oral. El paladar se
deriva de tres primordios: un proceso palatino medio único y un par de procesos
palatinos laterales.
El proceso palatino medio es una invaginación de los proceso nasomediales recién
fusionados. A medida que va creciendo, en el proceso palatino medio se va formando
una estructura ósea triangular llamada paladar primario.
Los procesos palatinos laterales, precursores del paladar secundario, aparecen durante la
sexta semana. Al principio crecen hacia abajo a ambos lados de la lengua. Al parecer el
crecimiento de los procesos palatinos laterales implica tanto interacciones de ectodermo
y mesénquima como acciones de factores de crecimiento específicos en las células
mesenquimatosas, como el factor de crecimiento epidérmico y el factor alfa de
transformación del crecimiento.
Durante la séptima semana, los procesos palatinos laterales modifican radicalmente la
posición que ocupan a los lados de la lengua y adoptan una posición perpendicular a los
procesos maxilares. Los vértices de estos procesos se encuentran en la línea media y
comienzan a fusionarse.
Otra estructura involucrada en la formación del paladar es el tabique nasal, que se
encuentra en la línea media y alcanza el nivel de los procesos palatinos laterales en el
momento en que estos se unen para formar el paladar secundario definitivo. En
dirección rostral el tabique nasal se continúa con el paladar primario.
El punto de fusión del paladar primario con los procesos palatinos laterales en la línea
media esta marcado por el foramen incisivo.
Cuando los procesos palatinos hacen contacto por primera vez en la línea media, son
cubiertos por un epitelio homogéneo. Sin embargo durante la fusión, la sutura epitelial
de la línea media desaparece. El epitelio de la superficie nasal del paladar se convierte
en un epitelio columnar ciliado y el de la cavidad oral se vuelve escamoso y
estratificado.
La desaparición de la sutura epitelial de la línea media después de la aproximación de
los procesos laterales implica varios procesos fundamentales del desarrollo, como por
ejemplo la apoptosis de algunas células epiteliales situadas en la zona de la sutura de
fusión; otras experimentan una transformación morfológica en células mesenquimatosas
debido a la acción del factor beta de transformación del crecimiento. Otras pueden
migrar fuera del plano de fusión y terminar localizándose en el epitelio que tapiza la
cavidad oral.
Las glándulas salivales comienzan a aparecer a la sexta semana de gestación y se
originan como engrosamientos macizos en forma de crestas de epitelio oral. Debido a
los grandes desplazamientos epiteliales existentes en la cavidad oral, es difícil poder
determinar la capa germinal de origen del epitelio de las glándulas salivales. Es
probable que las parótidas deriven del ectodermo, y que las submandibulares y las
sublinguales provengan del endodermo.
El desarrollo de las glándulas salivales depende de una serie de interacciones ente el
epitelio y el mesénquima. La estructura y composición de la lámina basal que rodea a
las invaginaciones epiteliales lobulares iniciales difiere en su composición en función
del potencial de crecimiento de la región. Alrededor del pedículo y de las hendiduras, la
lámina basal contiene colágeno de tipos I y IV y un proteoglicano 1 de la membrana
basal. Estos componentes no se encuentran las regiones de los lóbulos que siguen
creciendo. Bajo la influencia del mesénquima circundante, la lámina basal de las
regiones que crecen pierde colágenos y proteoglicanos que se asocian a las estructuras
estables como los pedículos y las hendiduras.
Un diente tiene una matriz extracelular muy especializada que consta de dos
componentes principales; el esmalte y la dentina, los cuales son productos de un epitelio
embrionario diferente. El desarrollo de los dientes es un proceso muy coordinado que
comprende interacciones entre los epitelios que producen el esmalte y la dentina, el cual
comienza con la migración de células de la cresta neural hacia el maxilar y la
mandíbula. Estas células actúan sobre el ectodermo oral que las cubre, el cual se
engruesa en bandas en forma de C, denominadas láminas dentales, en el maxilar y la
mandíbula. La aparición de las láminas dentales durante la sexta semana de gestación es
la primera manifestación de una serie de interacciones entre el ectodermo y el
mesodermo.
Aunque cada diente tiene una secuencia de tiempo y un desarrollo morfológico
específicos, algunas fases del desarrollo son comunes para todos. A media que va
creciendo la lámina dental en el mesénquima de la cresta neural, empiezan a formarse
los primordios epiteliales de los dientes individuales como brotes o gérmenes dentarios.
El germen luego expande y pasa desde una etapa de copa en la que tiene forma de
hongo, hasta la etapa de campana.
En la etapa de campana el primordio del diente ya tiene una estructura compleja, a pesar
de no haber formado ningún componente del diente definitivo. El componente epitelial
llamado órgano del esmalte, aún esta conectado al epitelio oral por un tallo irregular de
lámina dental, que pronto comienza a degenerarse. El órgano del esmalte contiene una
vaina externa de epitelio, un retículo estrellado mesenquimatoso y una capa epitelial
interna de ameloblastos, los cuales empiezan a segregar el esmalte dental.
En la superficie cóncava del órgano del esmalte se sitúa una condensación de
mesénquima de la cresta neural denominada papila dental. Las células de la papila
ubicadas en oposición a la capa de ameloblastos se transforman en células epiteliales
cilíndricas llamadas odontoblastos, encargados de la producción de dentina.
Ya avanzada la etapa de campana los odontoblastos y los ameloblastos comienzan a
segregar los precursores de la dentina y el esmalte, empezando por el futuro ápice del
diente. En el transcurso de varios meses el diente va adquiriendo su forma definitiva y
alrededor de ellos se forma una condensación de células mesenquimatosas, llamada saco
dental. Estas células producen componentes especializados de la matriz extracelular,
como el cemento y el ligamento periodontal, que constituyen un anclaje sólido para el
diente en la mandíbula o el maxilar. En este período el diente se alarga y comienza su
erupción a través de las encías.
Ya avanzada la diferenciación, los odontoblastos abandonan el ciclo celular, se alargan y
comienzan a segregar predentina en su ápice. La primera dentina se deposita contra la
superficie interna del órgano del esmalte en el ápice del diente.
La diferenciación terminal de los ameloblastos se produce después de que los
odntoblastos empiezan a segregar predentina. Los odontoblastos envían señales
inductivas a los ameloblastos, para que estos dejen el ciclo celular y comiencen un
nuevo patrón de síntesis, en el que se producen dos clases de proteínas: las
amelogeninas y las esmaltinas.
Nariz y aparato olfatorio: Comienza a hacerse visible al final del primer mes como un
par de plácodas nasales ectodérmicas engrosadas localizadas en la región frontal de la
cabeza. La formación de las plácodas nasales, al igual que la del cristalino, requiere la
expresión de Pax-6.
Poco después de la formación de las plácodas, éstas dan origen a una depresión
superficial llamada fóvea o fosa nasal, rodeada por unas elevaciones de tejido
mesenquimatoso en forma de herradura cuyos extremos abiertos miran hacia la futura
boca. Los dos brazos de las elevaciones mesenquimatosas son el proceso nasal medial y
el proceso nasal lateral. A medida que los primordios nasales se dirigen hacia la línea
media durante la sexta y séptima semana, los procesos nasomediales forman la punta y
la cresta nasal junto con parte del tabique nasal, y los procesos nasolaterales dan origen
a las alas de la nariz. El proceso frontonasal contribuye a la formación del puente de la
nariz.
Hacia las seis semanas y media tan solo una delgada membrana oronasal separa a las
cavidades oral y nasal, la que luego se rompe y establece la continuidad entre las
cavidades nasales y la oral a través de unos orificios situados por detrás del paladar
primario que se llaman coanas nasales primitivas.
Durante el tercer mes, se desarrollan en la pared lateral de la cavidad nasal unas
estructuras en forma de repisa llamados cornetes nasales, los que aumentan la superficie
disponible para aclimatar el aire a la cavidad.
Hacia la mitad del embarazo pueden observarse un par de invaginaciones epiteliales a
cada lado del tabique nasal cerca del paladar, denominados órganos vomeronasales, los
cuales alcanzan su tamaño máximo de 6 a 8 mm cerca del sexto mes de embarazo para
luego dejar pequeñas estructuras quísticas o bien, desaparecer por completo.
El epitelio más dorsal de las fosas nasales se transforma en un epitelio olfatorio muy
especializado. Desde el periodo embrionario y durante toda la vida fetal, el epitelio
olfatorio puede formar neuronas bipolares sensoriales primitivas que emiten
prolongaciones axonales hacia el bulbo olfatorio del cerebro.
Hay evidencias que el epitelio olfatorio puede desempeñar alguna función al final de la
vida fetal pero su función olfatoria completa sólo se alcanza después del nacimiento.
Ojo: Hacia los veintidós días de gestación, aparece la primera manifestación del
desarrollo del ojo, en forma de dos surcos poco profundos a cada lado del cerebro
anterior. Al cerrarse el tubo neural, estos surcos producen evaginaciones del cerebro
anterior, que se denominan vesículas ópticas. Estas vesículas se ponen en contacto con
el ectodermo superficial e inducen en él los cambios necesarios para la formación del
cristalino. Luego, la vesícula óptica comienza a invaginarse y forma la cúpula óptica de
pared doble. Esta invaginación no está limitada a la porción central de la cúpula sino
que comprende también una parte de la superficie inferior donde se forma la fisura
coroidea. Gracias a esta fisura la arteria hialoidea llega a la cámara interna del ojo.
Alrededor de la séptima semana de gestación, los labios de la fisura coroidea se
fusionan y la boca de la cúpula óptica se transforma en un orificio redondo que será la
futura pupila.
A medida que se llevan a cabo estos procesos, las células del ectodermo superficial
comienzan a alargarse y forman la placoda del cristalino, la que posteriormente se
invagina y se convierte en la vesícula del cristalino. Durante la quinta semana de
gestación, la vesícula del cristalino deja de estar en contacto con el ectodermo
superficial y se ubica en la boca de la cúpula óptica.
Bibliografía
• Embriología humana y biología del desarrollo, Bruce M. Carlson, 2ª edición,
2003, editorial Mosby.