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DEL HOMBRE VIEJO AL HOMBRE NUEVO

OBJETIVO CATEQUETICO
* Descubrir el proceso de conversión como un paso del hombre viejo al
hombre nuevo.

1. En una relación nueva con respecto a Dios, a los demás, al mundo y a sí


mismo
CV/RELACION-NUEVA: El nuevo nacimiento y la consiguiente
experiencia religiosa, que transforma al hombre de la carne en hombre
del Espiritu (Rm 8,8-9), que reproduce la imagen de Jesús (Rm 8, 29),
coloca al hombre en una relación nueva con respecto a Dios, a los
demás, al mundo, e incluso, a sí mismo*.

2. Del hombre viejo al hombre nuevo en proceso de conversión


Por ello dicho cambio es vivido en el cruce de dos coordenadas
esenciales a toda antropología: a) la persona en relación con los otros;
b), la persona en relación con el mundo. La primera coordenada
(antropológico-existencial: ser con los otros) es principal, no
exclusivamente interpersonal. El creyente es el hombre que se sabe en
relación con Dios y sus hermanos. Es el hombre de la Alianza. En el
cumplimiento de las exigencias de la misma, que realizó Cristo, consisten
toda la Ley y los profetas. Dicho cumplimiento no es tanto una conquista
por parte del hombre, cuanto su acogida a una dinámica de gracia que
procede en último término del Padre. De hecho, nos encontramos en un
régimen de gracia, que culmina en la presencia eficaz del Espíritu
prometido por Cristo. Toda existencia humana se desenvuelve entre el
rechazo de ese régimen de gracia, rechazo que configura al hombre,
según la concepción bíblica, como hombre viejo, y la aceptación de la
oferta del Padre que renueva, vivifica y salva lo que estaba perdido
(hombre nuevo). CV/QUÉ-ES Este cambio profundo se llama conversión.
Desde sus orígenes, la Iglesia distingue claramente entre conversión
primera, conversión segunda y conversión continua. La conversión
primera es propia de quien abraza la fe por primera vez (Cfr. Hch 2, 38).
La conversión segunda es la de aquellos que por el pecado pierden la
gracia bautismal y han de ser de nuevo justificados por el sacramento de
la penitencia. A este sacramento, los Santos Padres le llamaron con
propiedad «la segunda tabla después del naufragio que supone el
perder la gracia» (Jn 20, 22-23; cfr. Concilio de Trento, DS 1542). La
conversión continua es propia de los justos que frecuentemente han de
orar con humildad y verdad: «Perdónanos nuestras ofensas» (Mt 6, 12;
cfr. DS 1536). En definitiva, la vida del cristiano es todo un proceso de
conversión en un hombre nuevo por la continua acogida al don del
Espíritu.

3. El pecado, condición histórica del hombre ante Dios


P/ACEPTACION:
El pecado, en efecto, configura al hombre como hombre viejo. Sin
embargo, el hombre no reconoce por sí mismo que es pecador. Es
preciso que venga el Espíritu para que convenza al mundo de pecado
(/Jn/16/08) y el hombre pueda reconocer su pecado contra Dios
(/Sal/050/06). Miradas las cosas desde Dios y su designio salvador, todo
lo humano está bajo el signo del pecado o bajo el signo de la gracia. El
pecado constituye, pues, una de las formas de estar y vivir
históricamente ante Dios. El pecado lleva consigo caída, oscuridad y
ceguera, y se manifiesta en la corrupción de órdenes fundamentales de
la vida: familia, trabajo, política, religión. El pecado es la rebelión humana
contra el orden de cosas configurado, según el designio original de Dios,
como Alianza, por relaciones de fidelidad y de amor; y,
consiguientemente, el pecado toma cuerpo en una determinada forma
de desarrollo histórico a través del cual Dios ya en el presente condena
al hombre (Rm 1, 18).

4. El pecado: no a Dios, serie de rupturas, callejón sin salida


P/RUPTURA: Toda una serie de rupturas descoyunta y deshace la
realidad tal como había proyectado Dios originalmente. El corte de la
religación del hombre con Dios es la raíz que origina y mantiene
cualquiera otra ruptura. «Al negarse con frecuencia a reconocer a Dios
como su principio, rompe el hombre la debida subordinación a su fin
último, y también toda su ordenación, tanto por lo que toca a su propia
persona como a las relaciones con los demás y con el resto de la
creación... El pecado rebaja al hombre, impidiéndole lograr su propia
plenitud» (GS 13). Su pretensión fracasa; el pecado lo divide en sí
mismo, lo empequeñece, desviándolo de la plenitud a la que estaba
destinado y, además, lo coloca en una situación de la que no puede salir
por sí mismo. Así, el pecado lleva consigo una negación frente a Dios,
las consiguientes rupturas y una situación como de un callejón sin salida.
La Biblia expresa este estado de cosas con diversas imágenes.

5. En proceso de conversión: de la sed al agua de la vida


El pecado aparece como sequía y agostamiento de una tierra
destinada por Dios a ser fértil y productiva: «Doble mal ha hecho mi
pueblo: a mí me dejaron, Manantial de aguas vivas, para hacerse
cisternas; cisternas agrietadas que el agua no retienen" (Jr 2, 13). El
pecado deja al hombre con tal sed que nada ni nadie fuera de Dios
puede apagarla. La llamada a la conversión lo es a apagar esa sed:
«¡Oid, sedientos todos, acudid por agua!» (Is 55, 1). Es la llamada que
hace Jesús a la Samaritana: «Si conocieras el don de Dios y quién es el
que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva...; el que
beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le
daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la
vida eterna» (Jn 4, 10-14).

6. En proceso de conversión: de la ceguera a la luz


P/CEGUERA:
El pecado aparece también en la Sagrada Escritura como ceguera
total que incapacita al hombre para ver la acción de Dios en medio de la
naturaleza y de la historia. En este sentido, todos los hombres somos
ciegos de nacimiento. Nuestra ceguera original debe ser curada
lavándonos en la piscina del Enviado, es decir, en la piscina de Cristo,
que custodia celosamente la Iglesia: Bautismo y Penitencia. Y nuestros
ojos inútiles se abrirán al horizonte de la fe: a Cristo, Luz del Mundo.
Jesús concedió la vista al ciego de nacimiento. «Escupió en la tierra, hizo
barro con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego, y le dijo: "Ve a lavarte
a la piscina de Siloé" (que significa Enviado). El fue, se lavó y volvió con
vista" (/Jn/09/06-07). La llamada a la conversión es una llamada a la luz,
Cristo nos ofrece la curación de nuestra ceguera. "Jesús añadió: 'Para
un juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y
los que ven queden ciegos"» (Jn 9, 39).

7. En proceso de conversión: de la muerte a la vida


Como los pasajes evangélicos de la Samaritana y del ciego de
nacimiento, el pasaje de la resurrección de Lázaro pertenece a la antigua
liturgia catecumenal y, dentro de ella, a la de los domingos más antiguos
de la Cuaresma (tercero, cuarto y quinto). Quien se encuentra en
proceso de conversión es un hombre que está pasando de la muerte a la
vida. Es un hombre que, como Lázaro, se encontraba muerto y ante cuya
tumba dijo Jesús: «Quitad la losa». Marta, la hermana del muerto, le dijo:
«Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días". Jesús le dijo: «¿No te he
dicho que si crees verás la gloria de Dios?». Entonces quitaron la losa. Y
dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, ven afuera». El muerto salió,
los pies y las manos atadas con vendas y la cara envuelta en un sudario.
Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo andar» (Jn 11, 39-44). De forma
semejante, el hombre que nace a la fe es un hombre a quien Dios ha
hecho salir de su sepulcro y ha recuperado para la vida. Así se cumple la
profecia de Ezequiel para los tiempos mesiánicos: «Esto dice el Señor:
Yo mismo abriré vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de
Israel. Y cuando abra vuestros sepulcros sabréis que soy el Señor; os
infundiré mi espíritu y viviréis» (Ez 37, 12-14). -

8. En proceso de conversión por la fuerza del Espíritu


De la sed al agua viva. De la ceguera a la luz. De la muerte a la vida.
El paso del hombre viejo al hombre nuevo, la conversión del corazón, es
un nuevo nacimiento por la fuerza del Espíritu. Como dice Jesús a
Nicodemo: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de
Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne es
carne; lo nacido del Espíritu es espíritu. No te asombres de que te haya
dicho: Tenéis que nacer de lo alto. El viento sopla donde quiere, y oyes
su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que
nace del Espíritu» (Jn 3, 5-8).

9. EI Espíritu obra en el corazón COR/QUÉ-ES:


El Espíritu obra en el interior del hombre, en su conciencia religiosa y
moral. La Escritura, además del término conciencia (Rm 14, 5; 1 Co 10,
25-29), utiliza frecuentemente la palabra corazón y también la palabra
espíritu. En nuestra manera de hablar, el corazón se considera ligado a
la vida afectiva. Para el hebreo se trata de algo mucho más amplio. El
corazón es lo más íntimo del hombre; ahora bien, en lo más íntimo se
encuentran los sentimientos, pero también los recuerdos y los
pensamientos, los razonamientos y los proyectos. El corazón del hombre
designa entonces toda su personalidad vista como un todo, desde el
fondo de su ser. desde su centro viviente y osiginal.

10. El problema religioso se juzga en el corazón del hombre


Así el problema religioso del hombre radica en el corazón. Israel fue
comprendiendo cada vez mejor que no es suficiente una religión exterior.
Para hallar a Dios hay que buscarlo «con todo el corazón» (Dt 4, 29).
Israel comprendió, al fin, que debía fijar su corazón en Dios (1 S 7, 3) y
amarle con todo el corazón (Dt 6, 5), viviendo con entera docilidad a su
ley.

11. Un cambio de corazón, un cambio profundo. Un nuevo nacimiento

COR/CAMBIO:«De dentro del corazón salen las intenciones malas,


asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias.
Eso es lo que hace impuro al hombre» (Mt 15, 19-20). En esta situación
resulta necesario un corazón nuevo, una conciencia nueva, una
personalidad nueva. Los profetas anuncian para el futuro mesiánico un
cambio radical, un cambio de corazón (Jr 31, 33; 32, 39; 24, 7; Ez 18,
31). Dios mismo reaíizará ese cambio: «Os daré un corazón nuevo,
infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el
corazón de piedra y os daré un corazón de carne» (/Ez/36/26).

12. El problema religioso del hombre, problema de «oído»


Para la Escritura, actitud primordial del hombre creyente es la actitud
de escucha: ¡Escuchad la palabra de Dios! (Am 3, 1; Jr 7, 2; Dt 6, 4; Mc
12, 29; 4, 3.9). En el centro de las relaciones entre Dios y el hombre, tal
como nos las presenta la Sagrada Escritura, está la palabra de Dios al
hombre, que éste debe escuchar y acoger en su corazón y en el seno de
la comunidad fraterna. Ahí está en juego la vida entera del creyente:
escuchar la voz del Señor. Como dice el salmista: «Ojalá escuchéis hoy
su voz" (/Sal/094/07), palabras que glosará ampliamente la Carta de los
Hebreos (3, 7-11).

13. Rechazar la palabra del Señor es embotar el propio corazón y


endurecer el oído_
Rechazar la palabra del Señor, endurecer el propio corazón y
oscurecerse la conciencia son una misma cosa. Escuchar la voz del
Señor y abrir el corazón a Dios es lo mismo que creer en el sentido pleno
que esta palabra tiene de ordinario en la Biblia y es lo opuesto a la
idolatría. La fe en Dios se opone al servicio de los ídolos, pues este
servicio no deja oír la voz de Dios, endurece el corazón y oscurece la
conciencia. Así se cumple una y otra vez la profecía de Isaías: «Oíd con
vuestros oídos, sin entender; mirad con vuestros ojos, sin comprender.
Embota el corazón de ese pueblo, endurece su oído, ciega sus ojos: que
sus ojos no vean, que sus oídos no oigan, que su corazón no entienda,
que no se convierta y sane" (Is 6, 9-l0, Mt 13, 14 15) (14)
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TEMA 22
OBJETIVO:
DESCUBRIR EL PROCESO DE CONVERSION COMO UN PASO
DEL HOMBRE VIEJO AL HOMBRE NUEVO

PLAN DE LA REUNION
* Información: personas, problemas, acontecimientos...
* Presentación del tema 22 en sus puntos clave.
* Lectura de alguno de los pasajes bíblicos que presentan
la necesidad de un cambio radical.
* Lectura de Mt 5,1-48: la orientación del cambio.

PISTA PARA LA REUNION

PUNTOS CLAVE
* Un cambio radical:
de la sed al agua de la vida (Jn 4,1-42);
de la ceguera a la luz (Jn 9,1-41);
de la muerte a la vida (Jn 11,1-44).

* Un nuevo nacimiento por la fuerza del Espiritu (Jn 3,5-8).


* Un corazón nuevo (Ez 36,26).
* Problemas de oído (Sal 95,7).

CONVENCIDOS DE PECADO POR EL ESPÍRITU

OBJETIVO CATEQUETICO
* Descubrir que el pecado del hombre debe ser desenmascarado
desde la experiencia de la fe.

14. Sólo delante de Dios el hombre adquiere conciencia del pecado


P/RECONCILIACION:El creyente es el hombre que vive en relación
con Dios. Sólo delante de Dios puede adquirir el hombre conciencia de
pecado. En la medida en que creemos en Dios vamos reconociendo, a la
vez, el propio pecado, el pecado de la humanidad y el pecado del
mundo. Hay en el corazón humano como una profunda aversión a
reconocerse pecador, aversión que sólo la presencia eficaz del Espíritu
va lentamente dominando con una pedagogía inseparable de la
pedagogía de la fe. Como bien se ha dicho, no puede uno verse pecador
sino por comparación, no se ve uno pecador sino por gracia de Dios, no
se conoce uno a sí mismo sino conociendo a Dios, no sabe uno lo que
tendría que ser sino cuando conoce lo que Dios le propone ser, no sabe
uno lo que le falta hasta que se lo dan. Dice el libro de los Proverbios: "Al
hombre le parecen rectos todos sus caminos, pero es Yahvé quien pesa
los corazones" (21, 2) (21).

15. Una personalidad de pecador, un cuerpo de pecado. Pasa


desapercibida la raíz más profunda de la miseria humana
PECADOR/CIEGO-SORDO: El pecado arraiga profundamente y se
hace como connatural al hombre, estableciendo en él una personalidad
de pecador, un cuerpo de pecado (/Rm/06/06). El pecado endurece los
oídos, cierra los ojos y embota el corazón (/Mt/13/15), y así pasa
desapercibida la raíz más profunda de la miseria humana. Porque el
pecado consiste también en no reconocer el propio pecado. Como dice
San Juan: «Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no
somos sinceros. Pero si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y
justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. Si
decimos que no hemos pecado, le hacemos mentiroso y no poseemos su
palabra» (/1Jn/01/08-10). La aversión a reconocer el propio pecado se
manifiesta con especial sinuosidad en el caso de la hipocresía farisaica
(Cfr. Mt 23, 23 ss) y llega a su extremo en la actitud demoníaca (22).

16. Padecemos los efectos, ¿pero vemos el pecado?


El hombre padece sus propios crímenes y miserias; padece las
guerras, que parecen brotar como por necesidad y como si nadie las
quisiera; padece la acumulación de bienes económicos, con la ambición,
la soberbia y las grandes fachadas de falsedad que hay detrás de ella;
padece también el envenenamiento de la atmósfera social por la lucha
de clases y una fe ciega en el recurso de la violencia; padece profundas
contradicciones y equívocos: en el seno de una Europa que se decía
culta y cristiana han muerto -no hace tanto tiempo- millones de personas
en las cámaras de gas; padece el hombre una incapacidad profunda
para romper el círculo del propio egoísmo y amar (23).

17. El incumplimiento del Decálogo señala e identifica al hombre viejo


Frente a la ceguera del hombre para reconocer su propio pecado, la
Palabra de Dios levanta acta de acusación por medio del Decálogo
«para que toda boca enmudezca y el mundo entero se reconozca reo
delante de Dios» (Rm 3, 19). El Decálogo señala al hombre como
pecador, le identifica como hombre viejo. Todo aquello que, saliendo de
dentro del corazón, supone una transgresión del Decálogo, mancha y
desfigura al hombre. Como dice Jesús: «de dentro del corazón salen las
intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, falsos
testimonios, injurias. Eso es lo que hace impuro al hombre» (Mt 15,
19-20; cfr. Ga 3, 19 ss) (24).

18. Todos somos pecadores


Todos somos pecadores: «todos, judíos y gentiles, están bajo el
dominio del pecado; así dice la Escritura: Ninguno es justo, ni uno solo,
no hay ninguno sensato, nadie que busque a Dios. Todos se extraviaron,
igualmente obstinados, no hay uno que obre bien, ni uno solo. Su
garganta es un sepulcro abierto, mientras halagan con la lengua, con
veneno de víboras en sus labios. Su boca está llena de maldiciones y
fraudes, sus pies tienen prisa para derramar sangre; destrozos y ruinas
jalonan sus caminos, no han descubierto el camino de la paz. El temor de
Dios no existe para ellos» (/Rm/03/23). Por la palabra de Dios y en la fe
en Cristo llegamos a reconocernos pecadores. Alcanzar la verdad sobre
uno mismo es don de Dios. Que el mundo sea convencido de pecado es
señal de la acción del Espiritu (/Jn/16/08) (25).
19. Aceptar esperanzadamente el juicio de Dios sobre el propio pecado
Sólo desde la fe que nos hace capaces de una nueva experiencia se
puede aceptar la verdad sobre el pecado humano. Y además
esperanzadamente, sin derrotismos; sabemos que "a los que aman a
Dios todo les sirve para el bien" (/Rm/08/28). San Pablo subraya las
seguridades de la fe cuando escribe: «Si Dios está por nosotros, ¿quién
contra nosotros...? Dios es quien justifica, ¿quién condenará (Rm 8,
31.33). El mismo reconocimiento del propio pecado viene a ser signo
evangélico, «buena noticia" (26).
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TEMA 23-1
OBJETIVO:
DESCUBRIR LAS RASGOS FUNDAMENTALES DEL HOMBRE VIEJO

PLAN DE LA REUNION
* Relato de acontecimientos más significativos ocurridos desde la última
reunión.
* Presentación del objetivo, plan y pista de la reuni6n .
* Lluvia de ideas y confrontación.
* Oraci6n comunitaria: desde la propia situaci6n.

PISTA PARA LA REUNION


* Lluvia de ideas: ¿Qué es lo que hace del hombre un hombre
deshumanizado?
O bien: ¿Qué es lo que hace de este mundo un mundo opresor?
* Confrontar los resultados con el Decálogo (y con Gn 3).

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TEMA 23-2
OBJETIVO:
DESCUBRIR QUE SOLO DELANTE DE DIOS
EL HOMBRE ADQUIERE CONCIENCIA DE PECADO

PLAN DE LA REUNION
* Información: personas, hechos, problemas...
* Presentación del tema 23 en sus puntos clave.
* Lectura de Rm 3,10-19 y Jn 16,1-15: comentario comunitario sobre lo
más importante.
* Oración comunitaria: desde la propia situaci6n.

PISTA PARA LA REUNION


PUNTOS CLAVE
* El pecado pasa inadvertido: debe ser desenmascarado.
* El Decálogo identifica al hombre como pecador, como hombre viejo
(Rm 3,19; Mt 15,19-20). * Se requiere la experiencia del Espíritu para
que el hombre reconozca su pecado (Jn 16,8).
* Todos somos pecadores (Rm 3,10-18).
SIN AMAR CON AMOR AUTÉNTICO

OBJETIVO CATEQUÉTICO
* Descubrir que el pecado del hombre desfigura la relación personal
de amor y que el amor verdadero es don de Dios.

36. La persona egoísta, básicamente incapaz de amar


EGOISMO/A:Toda actitud humana que de alguna
manera cierra al individuo sobre sí mismo, que no favorece a su apertura
e integración, que fomenta el aislamiento o la soledad es un camino que
no conduce hacia la propia identidad. Es una actitud egoísta. La persona
egoísta sólo se interesa por sí misma, desea todo para sí misma, no
siente satisfacción en dar, sino únicamente en tomar. Considera el
mundo exterior sólo desde el punto de vista de lo que puede obtener de
él. Carece de interés por las necesidades ajenas y de respeto por la
dignidad e integridad de los demás. No ve más que a sí misma, juzga a
todos según su utilidad; es básicamente incapaz de amar de verdad.
Pero el egoísta no sólo es incapaz de amar a los demás; ni siquiera
puede amarse de verdad a sí mismo (53).

37. Lo contrario del amor fraterno


El excluir a alguien de nuestro amor se opone directamente al mandato
del Señor, cuando dice: ama a tu prójimo como a ti mismo. El amor
fraterno es el amor incondicional a todos los seres humanos: el amor al
desvalido, al pobre, al desconocido, al enemigo es su signo distintivo.
Amar a los de nuestra propia carne y sangre no es hazaña alguna. Los
animales aman a sus vástagos y los protegen. El desvalido ama a su
dueño, porque en el fondo depende de él; el niño ama a sus padres,
pues los necesita. El amor fraterno sólo comienza a desarrollarse cuando
amamos a quienes no necesitamos para nuestros fines personales.
«Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen
lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros
hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también
los gentiles?» (/Mt/05/46-48) (54).

38. Dios ama al frágil e inseguro ser humano. Sin acepción de


personas
En forma harto significativa, en el Antiguo Testamento el objeto central
del amor del hombre es el pobre, el extranjero, la viuda y el huérfano y,
eventualmente, el enemigo nacional, el egipcio y el edomita. Al tener
compasión del desvalido el hombre comienza a desarrollar el amor a sus
hermanos; y al amar a su hermano, se ama también a sí mismo y a todo
el que necesita ayuda: amar al frágil e inseguro ser humano, a quien
Dios ama: «No endurezcáis vuestra cerviz, que el Señor, vuestro Dios, es
Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, fuerte y terrible, no es
parcial ni acepta soborno, hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al
forastero, porque forasteros fuisteis en la tierra de Egipto» (Dt 10,
16-19). La carta de Santiago, en el Nuevo Testamento, insiste en estas
ideas: «Hermanos, no juntéis la fe en nuestro Señor Jesucristo glorioso
con la aceptación de personas... Si mostráis favoritismos, cometéis un
pecado» (2, 1.9) (55).

39. Amplitud del amor cristiano al prójimo


El sermón de la montaña nos revela toda la amplitud del amor cristiano
al prójimo: «Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente. Yo,
en cambio, os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si
uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra. Al que quiera
ponerte pleito para quitarse la túnica, dale también la capa; a quien te
pide, dale, y al que te pide prestado no le rehúyas. Habéis oído que se
dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os
digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen. Así
seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol
sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos» (Mt 5, 38-45)
(56).

40. ¿Necedad, utopía o incapacidad no confesada?


La razón humana, si se toma sólo a sí misma como punto de partida,
viene a decir cosas como éstas: «Yo (y mi familia) tengo razón; yo no
puedo prescindir de esto o de lo otro»; «la caridad bien entendida
empieza por uno mismo» (en realidad, quiere decir que comienza, sigue y
termina en uno mismo). O también: «El que me la hace, me la paga».
«Perdono, pero no olvido». "Por ahí no paso". El mundo considera
necedad y utopía la modalidad evangélica de amar. En ello se revela su
incapacidad de amar así, aunque dicha incapacidad no sea confesada y
reconocida. En realidad, todos somos principiantes en el amor. El
egoísmo, la insinceridad, la incapacidad e inmadurez interiores hacen de
nosotros inexpertos que tienen que ir aprendiendo siempre. El hombre, si
se apoya sólo en sus propias fuerzas, es incapaz de amar al prójimo con
los sentimientos de Cristo y según la ley del Espíritu (57).

41. Incomunicación y lucha en el ámbito del amor y de la familia


Esta incapacidad de amar llega a ser tan honda en el hombre que
penetra incluso en el ámbito más íntimo de la vida humana: el amor
conyugal, la familia. Por el pecado la relación personal de amor queda
desvirtuada en relaciones instintivas y ciegas, de deseo y dominio, de
predominio y fuerza: "Tendrás ansia de tu marido y él te dominará"
(/Gn/03/16). El pecado introduce la contradicción y la incomunicación en
el orden de la familia y del amor humanos (58).

42. Un corazón de piedra


El pecado destruye, disgrega. Introduce la división en medio de los
hombres: en cada uno de ellos se oculta un corazón de piedra que debe
ser quitado, sustituido por uno de carne: «Esto dice el Señor: Os reuniré
de entre los pueblos, os recogeré de los países en los que estáis
dispersos y os daré la tierra de Israel. Entrarán y quitarán de ella todos
los ídolos y abominaciones. Les daré un corazón íntegro e infundiré en
ellos un espíritu nuevo: les arrancaré el corazón de piedra y les daré un
corazón de carne para que sigan mis leyes y pongan por obra mis
mandatos; serán mi pueblo y yo seré su Dios» (Ez 11, 17-20) (59).
43. El amor es de Dios. La era del corazón nuevo, corazón de carne
Tener un corazón de carne significa amar: amar a la manera
evangélica, a la manera de Dios. «El amor es de Dios» (1 Jn 4, 7). El
amor es, pues, don de Dios. «Todo el que ama ha nacido de Dios y
conoce a Dios» (id); conoce ya la nueva era que anunciaban los
profetas: La era del corazón nuevo, corazón de carne (60).
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TEMA 25
OBJETIVO:
DESCUBRIR QUE SIN LA GRACIA NO PODEMOS AMAR CON AMOR
AUTENTICO

PLAN DE LA REUNION
* Información: personas, hechos, problemas...
* Oración inicial, canción.
* Presentación de la pista adjunta: ¿con qué frase me identifico más?,
¿por qué?
* Lectura de Ez 1 1,17-20 y de Mt 5,38-48: comentar los aspectos más
importantes.
* Oración comunitaria, canción.

PISTA PARA LA REUNION


1 El que la hace, la paga.
2 Amar al desvalido, al pobre, al desconocido, al enemigo.
3 Necedad o utopía, la forma evangélica de a mar.
4 La relación personal de amor queda desvirtuada en relaciones de
fuerza (Gn 3,16).
5 El amor es de Dios (1 Jn 4,7).

EXPLOTACIÓN Y UTILIZACIÓN DEL HOMBRE

OBJETIVO CATEQUETICO
* Descubrir que, por el pecado del hombre, el trabajo se convierte en
una realidad dura, esclavizante

44. Sociedad competitiva: el otro como rival


El mundo del trabajo está presidido frecuentemente por la ley de la
competitividad. Esta competitividad llega a ser lucha sin entrañas, en la
que «el otro» es considerado como rival, sin más consideraciones. No
importa el hombre por sí mismo, sino el dinero, el negocio, el capital, el
éxito personal, el poder; como dice el libro de la Sabiduría: «Piensa que
la existencia es un juego de niños y la vida un concurrido y lucrativo
mercado. Ganar por todos los medios, dice, aun malos, es lo que
importa" (Sb 15, 12) (62).

45. El poder del pecado en el mundo del trabajo


En la Sagrada Escritura, el trabajo es uno de los órdenes de la
actividad humana en que más ampliamente despliega el pecado su
poder. Arbitrariedad, violencia, injusticia, rapacidad hacen del trabajo no
sólo un peso abrumador, sino objeto de odio y causa de divisiones y
conflictos. Obreros privados de su salario (Is 58, 3; St 5, 4), poblaciones
sometidas a prestaciones forzosas por un gobierno enemigo (2 S 12, 31),
y también por el propio soberano (1 S 8, 10-18; 1 R 5, 27; 12, 1-4),
esclavos condenados al trabajo y a los golpes (Si 33, 25-29). Este
mundo del trabajo lo conoció Israel en la forma más inhumana en Egipto:
trabajo forzado a un ritmo agotador, bajo la vigilancia despiadada en
medio de una población hostil, en provecho de un gobierno enemigo,
trabajo organizado sistemáticamente para aniquilar al pueblo y quitarle
toda capacidad de resistencia (Ex 1, 8-14; 2, 11-15; 5, 6-18); se trata ya
del mundo de los campos de concentración del campo de trabajo (63).

46. Relaciones laborales como relaciones de fuerza


Pervertido el orden del trabajo, la humanidad
deja de ser una fraternidad de trabajadores, ligada con vínculos de
solidaridad. Los bienes económicos, acumulados en exceso por
individuos, regiones y naciones, dividen y enfrentan a los hombres. De
este modo, las relaciones sociales quedan configuradas en relaciones de
dominio, opresión y violencia. «En un momento en que el desarrollo de la
vida económica, orientada y ordenada de una manera racional y
humana, podría permitir una atenuación de las desigualdades humanas,
con demasiada frecuencia trae consigo un endurecimiento de ellas y, a
veces, un retroceso en las condiciones de vida de los más débiles y el
desprecio de los más pobres... y mientras un pequeño número de
hombres dispone de muy grande poder de decisión, otros están privados
de toda iniciativa y de toda responsabilidad, frecuentemente en
condiciones de vida y de trabajo indignas de la persona humana... Entre
las naciones económicamente más avanzadas y las otras naciones se va
creando una oposición cada día más grave que puede poner en peligro
la misma paz del mundo» (GS 63) (64).

47. Algunos desórdenes actuales en el mundo del trabajo


Algunos desórdenes del mundo del trabajo en los que aparece
actualmente el poder del pecado: incumplimiento de deberes
profesionales; injusticias en los salarios y en el rendimiento laboral;
discriminaciones sociales contra los más débiles; despido arbitrario de
trabajadores; abusos de la competencia; limitación en el derecho de
defensa de sus legítimos intereses a sectores del mundo del trabajo.
Otros desórdenes sociales son la evasión de cargas fiscales o sociales
o su desproporción; las nuevas formas de usura; abusos respecto al
alojamiento; desinterés por las necesidades vitales de los más débiles;
falta de acogida a los inmigrados; manipulación de los medios de
comunicación social y exigir lo imposible a los dirigentes de la sociedad
en todos los órdenes (65).

48. Participar en la acción transformadora de un mundo que Dios ha


creado para todos
Estamos llamados a colaborar y a participar en la acción
transformadora de un mundo que Dios ha creado para todos. El mundo
es la casa de todos. Todos somos hermanos. Dios es nuestro Padre
"Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los
hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a
todos en forma equitativa y bajo la égida de la justicia y con la compañía
de la caridad... Por tanto, el hombre no debe tener las cosas exteriores
que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como
comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino
también a todos los demás» (GS 69). Desde este llamamiento podemos
apreciar todo el alcance de la perversión del orden del trabajo y de las
relaciones sociales fundadas sobre él.
«Por eso, hay que seguir preguntándose sobre el sujeto del trabajo y
las condiciones en las que vive. Para realizar la justicia social en las
diversas partes del mundo, en los distintos países, y en las relaciones
entre ellos, son siempre necesarios nuevos movimientos de solidaridad
con los hombres del trabajo. Esta solidaridad debe estar siempre
presente allí donde lo requiere la degradación social del sujeto del
trabajo, la explotación de los trabajadores y las crecientes zonas de
miseria e incluso de hambre. La Iglesia está vivamente comprometida en
esta causa porque la considera como su misión, su servicio, como
verificación de su fidelidad a Cristo, para poder ser verdaderamente la
«Iglesia de los pobres» (·JUAN-PABLO-II, LE 8) (66).
........................................................................

TEMA 26-1

OBJETIVO:
DESCUBRIR QUE, POR EL PECADO DEL HOMBRE,
EL TRABAJO SE CONVIERTE EN UNA REALIDAD DURA,
ESCLAVIZANTE

PLAN DE LA REUNION
* Información: personas, hechos, problemas...
* Presentación del objetivo, plan y pista de la reunión: algunas
condiciones que hacen del mundo laboral un mundo opresor, indigno de la
persona humana.

Y también: ¿afrontamos problemas concretos?


* Oración comunitaria: desde la propia situación.

PISTA PARA LA REUNION


1. La vida es un mercado.
2. Ganar por todos los medios.
3. Incumplimiento profesional.
4. Injusticia salarial.
5. Discriminaciones contra los más débiles.
6. Despido arbitrario.
7. Limitación en el derecho de defensa de sus legítimos intereses
a sectores del mundo del trabajo.
8. Paro (...).
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TEMA 26-2

OBJETIVO:
ABORDAR EL PROBLEMA DEL PARO:
CAUSAS, CONSECUENCIAS, MEDIDAS DIVERSAS

PLAN DE LA REUNION ,
* Presentación del objetivo, plan y documento de la reunión:
«El paro obrero, problema de todos» (PC 1,6.2).
* Lectura personal, o exposición; diálogo: implicaciones diversas.
* Oración comunitaria

PISTA PARA LA REUNION


* Ultimos datos disponibles.
* Uno de los más graves problemas.
* Diferencias geográficas.
* Diferencias de sexo y edad.
* Consecuencias del paro.
* Las causas del paro.
* Medidas diversas (...).

DOMINIO DEL HOMBRE SOBRE EL HOMBRE

OBJETIVO CATEQUETICO
* Descubrir que, por el pecado del hombre, la autoridad degenera en
dominio del hombre sobre el hombre.

49. La autoridad como servicio, no como poder y mando en provecho


propio
AUTORIDAD/SERVICIO: El pecado corrompe también el concepto y
ejercicio de la autoridad. Esta corrupción es de la mayor trascendencia
en el orden individual y colectivo (social, político y religioso). La Escritura
la denuncia, por ejemplo, en Sb 6, 1-6. Pero el trastorno de las
relaciones sociales por la perversión de la autoridad y el poder aparece
en toda su verdad, si lo apreciamos desde las exigencias del Evangelio.
El Evangelio de Jesús (/Mc/10/35-45) nos coloca en el corazón del
problema. El deseo de poder de los hijos del Zebedeo indigna al resto de
los apóstoles que, a su vez, mantienen la misma aspiración. Jesús,
llamándoles, les dice: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las
naciones las gobiernan como señores absolutos y los grandes las
oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el
que quiera llegar a ser grande entre vosotros será vuestro servidor y el
que quiera ser el primero entre vosotros será esclavo de todos, que
tampoco el Hijo del Hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar
su vida como rescate por muchos».
PODER/SERVICIO: Jesús señala la profunda contradicción existente
entre la actitud evangélica de servicio a los demás y una interpretación
de la autoridad como poder y mando en provecho propio. En nuestro
tiempo, la autoridad como servicio tiene en el orden social y político un
nombre: la participación (GS31) (69).

50. El creyente ante el abuso de autoridad y la idolatría del poder


político
La corrupción del poder culmina cuando éste se ejerce contra los
creyentes (los «santos»), los pobres de Yahvé (Jn 16, 2; Mt 10, 17 ss; Lc
6, 26). El capítulo 7 del libro de Daniel -esbozo de teología de la historia
aplicable a cualquier tiempo- pone de manifiesto la dura condición
histórica del creyente ante este forma de idolatría que hace del poder
una bestia. En este relato, las bestias (que simbolizan reyes, naciones,
imperios...) atacan a «los santos del Altísimo» (vv. 18-25); éstos resisten
en todo tiempo a la idolatría de la bestia, expresada incomparablemente
en Ap 13, 4: «¿Quién como la Bestia?». Pero, en tales circunstancias
surgirá siempre un enviado de Dios que asuma y encarne la función de
Miguel, que significa ¿Quién como Dios? Ambos gritos recorren la
historia de los hombres de un extremo a otro del tiempo (70).

51. La Bestia y el Hijo del Hombre, frente a frente: «¡No serviré!»


«¡Serviré!»
La Bestia no sirve a nadie. Encarna históricamente el grito satánico:
¡No serviré! Es la suprema manifestación de poder («señores
absolutos», Mc 10, 42), poder que termina oprimiendo al hombre,
particularmente a los débiles y pequeños. El Hijo del Hombre ha venido,
por lo contrario, a servir, y en este servicio al hombre que, en el fondo,
es amor, el hombre recupera su verdadero rostro. La paradoja
evangélica consiste en que el hombre se humaniza sirviendo, es decir,
amando. Y así cumple la voluntad de Dios, se diviniza (71).

52. Cristo, sirviendo, revela al rostro más perfecto de lo humano


En el mensaje simbólico del sueño de Daniel (cap. 7) las figuras del
anciano y del Hijo del Hombre (figuras humanas) aparecen como
contrapunto dialéctico de esas otras figuras no humanas o, mejor,
inhumanas, bestiales: sólo lo divino es profundamente humano y el
hombre, cuando se aparta de Dios, se degrada hasta la condición de
bestia. La expresión semita «Hijo del Hombre» equivale ordinariamente a
Hombre. Según ello, la definición propia del hombre no es la bestia, sino
el Hijo del Hombre. Cristo, de una forma inconcebible para el mundo
(¡sirviendo!), deja al descubierto el rostro más perfecto de lo humano:
«Cristo revela plenamente el hombre al hombre» (GS 22). Desde ahí
podemos rastrear lo hondo de la perversión en el modo de entender y
ejercer los hombres el poder y la autoridad (72).
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TEMA 27

OBJETIVO:
DESCUBRIR QUE, POR EL PECADO DEL HOMBRE,
LA AUTORIDAD DEGENERA EN DOMINIO DEL HOMBRE SOBRE EL
HOMBRE

PLAN DE LA REUNION
* Oración inicial.
* Presentación de Dn 7.
* Canción adecuada.
* Presentación de Mc 10,35-45.
* Comentario: ¿qué significa hoy?
* Oración comunitaria.

PISTA PARA LA REUNION


* Presentación (y lectura) de Dn 7 y Mc 10,35-45, destacando
la importancia y significado de los dos símbolos: la Bestia
y el Hijo del Hombre.

SIN ADORAR AL DIOS VERDADERO


EN ESPIRITU Y EN VERDAD

OBJETIVO CATEQUETICO
* Descubrir que, por el pecado del hombre, la relación con Dios se
desfigura y corrompe.

53. CULTO/ALIENACION:
Se dan, a veces, en la sociedad, por el influjo del pecado, formas de
vida religiosa centradas en un culto meramente exterior. Constituyen
una
religión y un culto separado de la vida, con olvido del Dios vivo y
verdadero, del amor al prójimo, sin corazón y sin entrañas para el otro.
Bajo la capa de un culto ofrecido al verdadero Dios, el hombre
satisface
superficialmente cierta necesidad de vida religiosa aunque el
verdadero
centro de interés de su vida vaya por otra parte, muy lejos del deseo
auténtico de hacer la voluntad de Dios. Busca en el rito una seguridad
que le tranquiliza y adormece. Y así puede acumular, incluso
obsesivamente, prácticas religiosas vacías (75).

54. Dios no se deja engañar


Antes del pecado las relaciones del hombre con Dios se muestran
sencillas. Después del pecado, el hombre pretendía aplacar a Dios
con
sacrificios de animales, pero sin verdadera conversión del corazón.
Sin
embargo, Dios no se deja engañar: Dios no acepta cualquier culto. Y
el
mismo pueblo experimenta el vacío de un culto formalista y sin
corazón.
«-¿Para qué ayunar, si no haces caso? ¿Mortificarnos, si tú no te
fijas?"
(/Is/58/03).
A veces, el rito religioso corre el peligro de convertirse en simple
práctica que pretende enmascarar y sustituir la conversión del
corazón.
Frente a tal desviación, los profetas recordaron siempre las
condiciones
de un culto auténtico (76).

55. «Buscabais vuestro negocio» AYUNO/HIPOCRESIA:


La Escritura señala ese vacío religioso: «Mirad: el día de ayuno
buscáis vuestro interés y apremiáis a vuestros servidores; mirad:
ayunáis
entre riñas y disputas, dando puñetazos sin piedad. No ayunéis como
ahora, haciendo oír en el cielo vuestras voces. ¿Es ése el ayuno que
el
Señor desea para el día en que el hombre se mortifica? Mover la
cabeza
como un junco, acostarse sobre saco y ceniza, ¿a eso lo llamáis
ayuno,
día agradable al Señor?» (/Is/58/03-05) (77).

56. Fidelidad del corazón, condición de un culto-auténtico


El culto de Israel vendrá a ser espiritual en la medida en que él
adquiera conciencia del carácter interior de las exigencias de la
alianza:
Esta es la insistente predicación de los profetas. Esta fidelidad del
corazón es la condición de un culto auténtico y la prueba de que Israel
no tiene más Dios que a Yahvé (Ex 20, 2 ss.). Por ello, continúa el
profeta (Isaías) diciendo: «El ayuno que yo quiero es éste -oráculo del
Señor-: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los
cepos,
dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos, partir tu pan con
el
hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves
desnudo,
y no cerrarte a tu propia carne. Entonces romperá tu luz como la
aurora,
enseguida te brotará la carne sana; te abrirá camino la justicia, detrás
irá
la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor, y te responderá,
gritarás, y te dirá: Aquí estoy...» (Is 58, 6-9) (78).

57. «Cuando extendéis las manos, cierro los ojos»


En otro pasaje del profeta Isaías dice Dios algo semejante: «No me
traigáis más dones vacíos, más incienso execrable. Novilunios,
sábados,
asambleas, no los aguanto. Vuestras solemnidades y fiestas las
detesto;
se me ha vuelto una carga que no soporto más. Cuando extendéis las
manos cierro los ojos; aunque multipliquéis las plegarias, no os
escucharé. Vuestras manos están llenas de sangre. Lavaos,
purificaos,
apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de obrar mal,
aprended a obrar bien; buscad el derecho, enderezad al oprimido;
defended al huérfano, proteged a la viuda» (/Is/01/13-17) (79).

58. La justicia ha sido olvidada CV/JUSTICIA:


Durante el reinado de Jeroboam II (783-743), Dios habla por medio de
Amós, el profeta de la amenaza. Todo estaba tranquilo, sereno,
próspero. El lujo se extendía por la corte de Samaría, cuando llega el
profeta venido del Sur. No tiene ningún título humano para hablar. No
tiene más que una obligación apremiante: la de ser portavoz de Dios.
Amós se alza contra el desarrollo solemne de las ceremonias
cultuales
que contrastan con las injusticias sociales y la opresión de los pobres.
La justicia y el derecho no son observados. El profeta no les echa en
cara el haber olvidado los ritos de arrepentimiento. Más bien parece
indicar que los han practicado con exceso (Am 4, 4; 5, 5.21). Pero
¿eso
es convertirse? La verdadera conversión exige un cambio de vida que
ponga fin a la injusticia (Am 8, 4-8). Más aún, supone una
interiorización
que permita volver a encontrar a Dios (Am, 4, 4.6) (80).

59. Vanidad del culto por la corrupción de los corazones


Los profetas no desechan los ritos, sino que piden que se les dé su
verdadero sentido. Samuel afirma que Dios desecha el culto de los
que
desobedecen (1 S 15, 22). Amós e Isaías lo repiten fuertemente (Am
5,
21 -26; Is 1, 11 -20; 29, 13), y Jeremías proclama en pleno templo la
vanidad del culto que se celebra en él, denunciando la corrupción de
los
corazones (Jr 7,4-15; 21 ss.). Ezequiel, el profeta sacerdote,
anunciando
incluso la ruina del templo, contaminado por la idolatría, describe el
nuevo templo de la nueva alianza (E, 37, 26 ss.), que será el centro
cultural del pueblo fiel (Ez 40-48). El profeta del retorno indica cómo
aceptará Dios el culto de su pueblo; es preciso que sea una
comunidad
verdaderamente fraterna (Is 58, 6-13; 66,1 ss.). El libro de los
Proverbios
se manifiesta en términos semejantes: «Si uno cierra los oídos a la
ley,
hasta su oración será aborrecible» (Pr 28, 9) (81).

60. Religiosidad al servicio de los intereses políticos


Los profetas, a la vez que el formalismo ritual, combaten la confusión
del orden religioso en relación con el ámbito político. Este es otro
aspecto de la corrupción del orden religioso: uncirse al yugo de los
intereses politicos. En el Nuevo Testamento el libro de Apocalipsis,
usando un lenguaje simbólico, denuncia cómo lo religioso queda, a
veces, al servicio de lo político. «Vi luego otra Bestia que surgía de la
tierra y tenía dos cuernos como de cordero, pero hablaba como una
serpiente. Ejerce todo el poder de la primera Bestia en servicio de
ésta,
haciendo que la tierra y sus habitantes adoren a la primera Bestia...»
(Ap
13, 11-12).
Esta visión alegórica tiene su fuente de inspiración en el profeta
Daniel. Las bestias de Daniel, subiendo del mar, representan los
sucesivos imperios. Por su parte, las dos bestias del Apocalipsis
simbolizan los dos componentes del imperio: el poder político y una
falsa
orientación del sentimiento religioso. La visión de San Juan es aguda.
Tertuliano explicará como invención diabólica esa confusión entre la
política y la religión que persigue a los cristianos por el crimen de lesa
majestad (82).

61. «En sus días no fue zarandeado por príncipe...»


POLÍTICA/RELIGIÓN:
La conciencia del creyente bíblico es irreductible ante la confusión y
absorción de lo religioso en aras de lo político. El libro del Eclesiástico,
por ejemplo, presenta al profeta Eliseo del siguiente modo: «Cuando
Elías en el torbellino quedó envuelto, Eliseo se llenó de su espíritu. En
sus días no fue zarandeado por príncipe y no pudo dominarle nadie»
(/Si/48/12). La libertad e independencia en el desempeño de su misión
es signo y garantía de su autenticidad profética. Por su parte, el
Salmo
74 lamenta la intrusión y avasallamiento de poderes políticos en el
terreno de lo religioso, cuyo símbolo es el templo: «En el lugar de tus
reuniones -reza el salmista- rugieron tus adversarios, pusieron sus
enseñas, enseñas que no se habían conocido, en el frontón de la
entrada» (Sal 73, 4) (83).

62. El dinero, peligro de corrupción del orden religioso


Junto al poder, también el dinero es un peligro de corrupción del orden
religioso. Así lo denuncia el profeta Miqueas: «Escuchadlo, jefes de
Jacob, príncipes de Israel: vosotros que abomináis la justicia y
defraudáis
el derecho, edificáis con sangre a Sión, a Jerusalén con crímenes.
Sus
jueces juzgan por soborno, sus sacerdotes predican a sueldo, sus
profetas adivinan por dinero. Y encima se apoyan en el Señor,
diciendo:
¿No está el Señor en medio de nosotros? No puede sucedernos nada
malo. Por vuestra culpa será arado Sión como un campo; Jerusalén
será
una ruina; el monte del Templo, un cerro de maleza» (Mi 3, 9-12; cfr. Is
1,
23) (84).

63. «No podéis servir a Dios y al dinero»


Jesús denuncia de diversas maneras el poder corruptor del dinero. Así
lo hace dirigiéndose a los escribas, cuando dice de ellos que «devoran
la
hacienda de las viudas so capa de largas oraciones» (Lc 20, 47). Lo
hace increpando a los ricos: «Más fácil es a un camello pasar por el
ojo
de una aguja que un rico entrar en el Reino de los Cielos» (Mt 19, 24).
De una forma general y programática hace Jesús la denuncia del
dinero
en su discurso evangélico del Sermón de la Montaña: «Nadie puede
estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al
otro
o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No
podéis servir a Dios y al dinero» (Mt 6, 24) (85).

64. La levadura de los fariseos


Para Jesús la corrupción del orden religioso se manifiesta de una
manera especial en la «levadura de los fariseos» (Mc 8, 15).
«Vosotros
los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro
rebosáis de robos y maldades. ¡Necios! El que hizo lo de fuera ¿no
hizo
también lo de dentro? Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio
todo. ¡Ay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la menta,
de
la ruda y de toda clase de legumbres, mientras pasáis por alto el
derecho
y el amor de Dios! Esto habría que practicar sin descuidar aquello. ¡Ay
de vosotros, fariseos, que os encantan los asientos de honor en las
sinagogas y las reverencias por la calle! ¡Ay de vosotros, que sois
como
tumbas sin señal, que la gente pisa sin saberlo!» (Lc 11, 39-44) (86).

65. ¡Ay de vosotros, también, maestros de la ley...!


«Un maestro de la ley intervino y le dijo: Maestro, diciendo eso nos
ofendes también a nosotros. Jesús replicó: ¡Ay de vosotros también,
maestros de la ley, que abrumáis a la gente con cargas insoportables,
mientras vosotros no las tocáis ni con un dedo! ¡Ay de vosotros, que
edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los
mataron! Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo
aprobáis; porque ellos los mataron y vosotros les edificais sepulcros...
¡Ay de vosotros, maestros de la ley, que os habéis quedado con la
llave
del saber: vosotros, que no habéis entrado y habéis cerrado el paso a
los que intentaban entrar!» (Lc 11, 45-52) (87).
66. Incapacitados para adorar al Dios verdadero
El hombre tiene necesidad de Dios. Pero cuando el hombre no adora
al verdadero Dios, termina adorando ídolos. Esta es la experiencia
bíblica. Por otra parte, la corrupción del orden religioso de la
existencia
revela una y otra vez hasta qué punto el hombre, abandonado a sí
mismo ("la carne y la sangre"), se encuentra incapacitado para creer,
para adorar al Dios verdadero en espíritu y en verdad (Jn 4, 21-24)
(88).

67. Creer con fe viva CREER/QUÉ-ES El verdadero culto a Dios


implica una fe viva. Esta fe incluye la actitud de apoyarse solamente
en
Dios, el Dios vivo y verdadero, la Roca inquebrantable.
Creer lleva a ver más allá de la corteza opaca de los acontecimientos
de la historia y llega hasta el Dios que los dirige; es ir resolviendo el
problema fundamental de toda vida auténticamente religiosa:
comporta
reconocer los caminos de Dios y seguirlos. Creer implica vivir en
actitud
de oración, atención y vigilancia, como el salmista: «Indícame el
camino
que he de seguir, pues levanto mi alma a ti" (Sal 142, 8) (89).
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TEMA 28

OBJETIVO:
DESCUBRIR QUE, POR EL PECADO DEL HOMBRE,
LA RELACION CON DIOS SE DESFIGURA Y CORROMPE

PLAN DE LA REUNION
* Oración inicial: Sal 74.
* Presentación del tema 28 en sus puntos clave.
* Lectura de Is 58,3-9.
* Canción apropiada.
* Lectura de Lc 11,39-52.
* Diálogo: ¿qué significan hoy estas lecturas?
* Oración comunitaria: Sal 142, canción apropiada.

PISTA PARA LA REUNION


PUNTOS CLAVE
* Religiosidad vacía y exterior.
* Dios no se deja engañar.
* «El ayuno que yo quiero»...
* Al servicio de intereses políticos y econ6micos.
* «No podéis servir a Dios y al dinero.»
* Papel de los fariseos y maestros de la ley.
* Adorar al Dios verdadero en espíritu y en verdad.
SIN ESTABLECER UNA RELACIÓN
ENTRE HOMBRE Y MUJER
SEGÚN EL DESIGNIO DE DIOS

OBJETIVO CATEQUETICO
* Descubrir que, por el pecado humano, se corrompe la relación entre
hombre y mujer.

68. El prójimo no es un instrumento al servicio del propio egoísmo


Muchos llegan a confundir el deseo sexual con el amor, y piensan que
se ama cuando se desea físicamente. Esta es la idea falsa del amor que
aparece con frecuencia en publicidad, en la literatura erótica, en el cine,
etc. Con ello se reduce la relación profunda del amor humano auténtico
entre personas de distinto sexo a la esfera de la simple atracción
instintiva y egoísta. Otros piensan que el modo de superar la separación
es manifestar, sin ningún dominio de sí mismo, los propios impulsos
agresivos, con exhibición de enojo, odios, etc. De este modo piensan dar
pruebas de intimidad. No es auténtico un amor que hace del prójimo un
simple instrumento del propio egoísmo o que no respeta en todo
momento su dignidad como persona (95).

69. Amor erótico y amor fraterno. El eros, ser mortal EROS/AGAPE En


realidad, si el deseo de unión física no está estimulado por el amor, si el
amor erótico no es a la vez amor oblativo, libre de egoísmos posesivos,
jamás conduce a la unión salvo en un sentido orgiástico y transitorio. La
atracción sexual crea por un momento la ilusión de la unión, pero -sin
amor auténtico- la unión deja a los desconocidos tan separados como
antes. A veces los hace avergonzarse el uno del otro, y aun odiarse
recíprocamente, porque -cuando la ilusión se desvanece- sienten su
separación más agudamente que antes. El eros, separado del amor, se
manifiesta al final como caduco: el eros es un ser mortal, se ha dicho
acertadamente. El amor auténtico entre hombre y mujer no puede
realizarse fuera del matrimonio. La unión física entre varón y mujer sólo
es legítima y digna dentro del mismo (Cfr. Tema 39) (96).

70. Ruptura de la alianza entre hombre y mujer MA/RUPTURA


MA/UNIÓN-REDIMIDA
En el Génesis, la separación entre hombre y mujer se manifiesta ya en
la acusación que el hombre hace: «La mujer...» (/Gn/03/12) es quien
tiene la culpa. Esta acusación es el primer síntoma, la primera fisura que
deja al descubierto una realidad profunda: la ruptura de la alianza entre
hombre y mujer. El plan de Dios de hacer ambos «una sola carne» (2,
24) se deshace y resquebraja también por el pecado. El pecado
introduce entre ellos la fuerza de la división y el deseo de la posesión
egoísta». «Tendrás ansia de tu marido y él te dominará» (3, 16) (97).

71. La relación entre hombre y mujer necesita ser redimida


En el clima paradisíaco, el encuentro entre el hombre y mujer tiene
lugar en la simplicidad: «Los dos estaban desnudos, el hombre y su
mujer, pero no sentían vergüenza uno de otro» (/Gn/02/25). Pero el
pecado, separación de Dios, introduce entre ellos la distancia y el miedo.
Ahora la relación sexual es ya ambigua. No deja de ser fundamentalmente
buena, pero ha caído bajo la influencia de la fuerza de división que es el
pecado. En realidad, dicha relación necesita ser redimida (98).
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TEMA 29

OBJETIVO:
DESCUBRIR QUE, POR EL PECADO HUMANO,
SE CORROMPE LA RELACION ENTRE HOMBRE Y MUJER

PLAN DE LA REUNION
PISTA PARA LA REUNION
* Oración inicial.
* Presentación del tema 29, en sus puntos clave.
* Diálogo: sobre lo más importante y, si procede, sobre experiencias
concretas.
* Oración comunitaria: Sal 127, canción apropiada.

PISTA PARA LA REUNION


PUNTOS CLAVE
* El prójimo no es un instrumento
* Amor erótico y amor fraterno.
* Ruptura de la alianza entre hombre y mujer (Gn 3,12.16).
* La relación entre hombre y mujer necesita ser redimida.

EN UNA SOCIEDAD DE CONSUMO

OBJETIVO CATEQUETICO
* Descubrir que la codicia de la sociedad de consumo constituye una
herida al prójimo y una verdadera idolatría.

72. Sociedad de consumo: una relación inadecuada con las cosas


TENER/SER:La sociedad de consumo es una forma de
vida que no sólo supone una teoría concreta de las realidades
económicas, sino que implica, al menos de hecho, una concepción de la
totalidad de la existencia. No se define exclusivamente por el consumo de
productos, sino también por un aumento en el grado de
deshumanización: así da origen a un tipo de hombre desinteriorizado,
materializado, cerrado en el círculo de la producción y del consumo. El
«consumismo» comienza allí donde acaba la satisfacción de las
necesidades para una vida digna. Se crean nuevas necesidades que son
presentadas como imprescindibles, pero que son superfluas. Pasan a
segundo plano las necesidades realmente importantes. La persona se
convierte así en una máquina no sólo productora, sino además
consumidora de los productos que fabrica. El mismo hombre acaba por
materializarse y convertirse en objeto, en cosa en una pieza más del
engranaje frenético y esclavizante de la sociedad de consumo. Por tener
más, el hombre prefiere ser menos: no acierta a establecer una relación
adecuada con las cosas (bienes materiales, riqueza, dinero) (100).

73. La codicia, avidez violenta


CODICIA/IDOLATRIA:
La experiencia bíblica, desde un contexto distinto, ilumina, sin
embargo, las raíces más profundas del consumismo de hoy. Más allá de
los condicionamientos sociológicos, encontramos en el hombre la sed de
poseer cada vez más sin ocuparse de los otros, e incluso muchas veces
a sus expensas. Esto es lo que la Biblia entiende por codicia. La codicia
coincide ampliamente con la avidez y la perversión del deseo, pero
parece acentuar algunos de sus caracteres: es una avidez violenta y casi
frenética (Ef 4, 19), especialmente contraria al amor del prójimo, sobre
todo al amor de los pobres, y que, en primer lugar, va dirigida a los
bienes materiales: la riqueza, el dinero... La codicia inflige una herida al
prójimo y constituye una verdadera idolatría, ofendiendo, por tanto, al
Dios de la Alianza (101).

74. La codicia, contraria al amor al prójimo


La codicia aparece directamente opuesta al amor al prójimo, sobre
todo de los pobres, a los que la Ley protege contra ella (Ex 20, 17; 22,
24; Dt 24, 10-22). Mientras que Yahvé prescribe: «No endurezcas el
corazón» Dt 15, 7), el codicioso es un malvado con el alma desecada (Si
14, 9), que se muestra despiadado (27, 1). Profetas y sabios de Israel
denuncian los atentados contra los derechos del prójimo inspirados por
la codicia. Esta conduce al mercader, con frecuencia falto de conciencia
(Si 26, 29-27, 2), a falsear las balanzas, a especular y hacer dinero de
todo (Am 8,5 ss); al rico a hacer extorsiones (5, 12), a acaparar las
propiedades (Is 5, 8; Mi 2, 2-9), a explotar a los pobres (Ne 5, 1 -5; Am 2,
6), incluso negando el salario merecido (Jr 22, 13); al jefe y al juez a
proceder por cohecho (Mi 3, 11; Pr 28, 16) para violar el derecho (Is 1,
23; 5, 23; Mi 7, 3). Los jefes codiciosos, cautivados por su interés, como
lobos que desgarran su presa, recurren incluso a la violencia para
aumentar sus lucros (Jr 22, 17) y afirmar su voluntad de dominio (Ez 22,
27) (102).

75. La codicia, en el fondo, una idolatría


El Antiguo Testamento presiente su carácter idolátrico y la tradición
yahvista presenta con la fisonomía de la codicia (Gn 3, 6) el acto por el
que Adán y Eva, queriendo ser como dioses (3, 5) negaron a Dios su
confianza y su dependencia propias de criaturas. El Génesis sugiere así
que la codicia es el origen de todo pecado. El pecador, queriendo poseer
sólo para sí mismo lo que viene del amor de Dios para su servicio, pone
un bien creado y, finalmente, se pone él mismo en lugar de Dios. Por
esto, el comentario que la Biblia hace sobre el precepto de no codiciar
(Ex 20, 17) identifica a los paganos, pecadores por excelencia, con «los
que codician». Pablo, por su parte, pensando probablemente en el relato
del Génesis, reduce al mismo precepto toda la Ley (Rm 7, 7) y resume
todos los pecados de la generación del desierto en la codicia
(/1Co/10/06), expresión del repudio de la experiencia espiritual
propuesta por Dios (Dt 8, 3; Mt 4, 4). El codicioso, que corre tras bienes
precarios (Si 6, 2), siempre insatisfecho (Pr 27, 20; Qo 4, 8), será
castigado por su desprecio de Dios y por las injusticias infligidas al
prójimo. La codicia acaba por matar al que la tiene (Pr 1,19), mientras
que el que aborrece la codicia prolongará sus días (28, 16) (103).

76. «Donde está tu tesoro, allí está tu corazón»


En el Nuevo Testamento la codicia se presenta también como opuesta
al amor: el codicioso sacrifica a los otros a sí mismo y, si es necesario,
con violencia: «Codiciáis y no tenéis; matáis», dice Santiago (4. 2). La
codicia aparece también como opuesta a la fe, como idolatría (Lc
16,13ss; Col 3,5); es ocupar totalmente con los bienes creados un
corazón que sólo pertenece a Dios: «No amontonéis tesoros en la tierra,
donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren
boquetes y los roban. Amontonad tesoros en el cielo, donde no hay
polilla ni carcoma que los roan ni ladrones que abran boquetes y roben.
Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón" (/Mt/06/19-21) (104).

77. «Aunque uno ande sobrado, la vida no depende de sus bienes»


«Dijo uno del público a Jesús: Maestro, dile a mi hermano que reparta
conmigo la herencia. El le contestó: Hombre, ¿quién me ha nombrado
juez o árbitro entre vosotros? Y dijo a la gente: Mirad: guardaos de toda
clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende
de sus bienes. Y les propuso una parábola: Un hombre tuvo una gran
cosecha. Y empezó a echar cálculos: ¿Qué haré? No tengo dónde
almacenar la cosecha. Y se dijo: Haré lo siguiente: derribaré los graneros
y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto
de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes
acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida.
Pero Dios le dijo: Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has
acumulado, ¿de quién será? Así será el que amasa riquezas para sí y no
es rico ante Dios» (/Lc/12/13-21) (105).

78. Muchedumbres enteras carecen de las cosas indispensables


Como se ha dicho anteriormente, el pecado corrompe la relación del
hombre con las cosas. En esa relación manifiesta también su corazón
egoísta e insolidario. El Concilio Vaticano II se hace eco profético de un
problema grave de nuestro mundo. Muchedumbres enteras carecen aún
de las cosas indispensables. «Mientras una ingente multitud carece aún
de las cosas indispensables, algunos, también en las regiones menos
desarrolladas, viven opulentamente o malgastan sus bienes. El lujo y la
miseria coexisten. Mientras unos pocos gozan de la máxima posibilidad
de elegir, muchos carecen, casi por completo, de toda posibilidad de
actuar con iniciativa y responsabilidad propias, encontrándose muchas
veces en condiciones de vida y de trabajo indignas de la persona
humana» (GS 63) ( 106).
79. Deben desaparecer las grandes desigualdades económicas
Y frente a un mundo que lucha frenéticamente en la competición del
confort y del lujo, denuncia las grandes desigualdades económicas como
una situación que no satisface a las exigencias de la justicia y de la
equidad. «Para satisfacer a las exigencias de la justicia y de la equidad
se ha de intentar enérgicamente que, salvaguardados los derechos de
las personas y la índole peculiar de cada pueblo, las ingentes
desigualdades económicas que existen ahora y que muchas veces
aumentan, acompañadas de discriminaciones individuales y sociales,
desaparezcan lo antes posible» (GS 66) (107).

80. La codicia, subdesarrollo moral, colosal amenaza:AVARICIA/CODICIA:


·Pablo-VI decía en la Encíclica Populorum Progressio. «Así, pues, el
tener más, lo mismo para los pueblos que para las personas, no es el fin
último. Todo crecimiento es ambivalente. Necesario para permitir que el
hombre sea más hombre, lo encierra como en una prisión desde el
momento en que se convierte en el bien supremo, que impide mirar más
allá. Entonces los corazones se endurecen y los espíritus se cierran; los
hombres ya no se unen por amistad, sino por interés, que pronto les
hace oponerse unos a otros y desunirse. La búsqueda exclusiva de
poseer se convierte en un obstáculo para el crecimiento del ser y se
opone a su verdadera grandeza; para las naciones, como para las
personas, la avaricia es la forma más evidente de un subdesarrollo
moral» (PP 19).
Por la avaricia (idolátrica) del hombre el progreso, de suyo bueno,
termina convirtiéndose en una colosal amenaza: «El hombre actual -dice
Juan Pablo II- parece estar siempre amenazado por lo que produce, es
decir, por el resultado del trabajo de sus manos y más aún por el trabajo
de su entendimiento, de las tendencias de su voluntad... El hombre, por
tanto, vive cada vez más en el miedo" (RH 15) (108).
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TEMA 30-1

OBJETIVO:
DESCUBRIR LA CODICIA DE LA SOCIEDAD DE CONSUMO
COMO UNA IDOLATRIA QUE HIERE AL PROJIMO

PLAN DE REUNION
* Información: personas, hechos, problemas...
* Oración inicial: Sal 73.
* Presentaci6n del tema 30 en sus puntos clave.
* Diálogo: ¿el proceso catecumenal influye en el estilo de vida?
Experiencias de comunicación de bienes.
* Oración comunitaria: desde la propia situación.

PISTA PARA LA REUNION


PUNTOS CLAVE
* Relación inadecuada con las cosas.
* La codicia, avidez violenta, contraria al amor, idolatría .
* «Donde está tu tesoro»...
* «La vida no depende de los bienes»...
* «Muchedumbres..., carecen de las cosas indispensables.»
* Deben desaparecer las grandes desigualdades econ_micas.
* La codicia, colosal amenaza.
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TEMA 30-2
OBJETIVO:
DESCUBRIR QUE, POR EL PECADO HUMANO,
SE ESTABLECE UNA RELACION INADECUADA CON LAS COSAS

PLAN DE LA REUNION
* Presentación del objetivo y plan de la reunión.
* Presentación del montaje "Salmo al Idolo Tener".
* Diálogo: nuestra reacción ante el montaje.
* Oración comunitaria: desde la propia situación.

PISTA PARA LA REUNION


* Presentación del montaje audiovisual "Salmo al Idolo Tener", de D.
GONZALEZ CORDERO (Ed. Paulinas, Madrid): se evoca al ídolo Tener,
entronizado en el templo de la Bolsa, y a los hombres jadeando en busca
de dicho dios (ver AUCA 31/32; también, DEPARTAMENTO DE
AUDIOVISUALES (SNC), Montajes audiovisuales. Fichas críticas (II,
S-11)

LA TENTACIÓN DE LA VIOLENCIA

OBJETIVO CATEQUETICO
* Abordar el problema de la violencia (y sus raíces), así como la respuesta
evangélica.

81. El dominio de los otros, intento constante


En la historia humana nos encontramos con este hecho: el intento
constante del hombre por dominar a sus semejantes en provecho propio,
incluso sin que ellos se den cuenta. El egoísmo, el deseo de dominio
sobre los demás y, al mismo tiempo, el miedo a ser dominado por los
otros, es muchas veces la raíz de la mentira, de la simulación, del fraude,
de la coacción, de la violencia moral disimulada, de la manipulación
egoísta y de las guerras (110).

82. Violencia e injusticia. La espiral de la violencia


La violencia es fruto muchas veces de la injusticia, implantada en
muchos rincones de la tierra; la rebelión contra esa situación injusta, y la
represión por parte del orden establecido, como respuesta a la rebelión.
La violencia del mantenimiento de una situación injusta engendra
irremisiblemente la aparición de movimientos de resistencia violenta y
éstos, a su vez, provocan una acción represiva cada vez más violenta.
Este es el engranaje de la violencia, el círculo de la violencia. agresión,
reacción vengadora, rencor y nueva agresión, odio y represalias de
nuevo, y así sucesivamente, inacabablemente (111).

83. Quien a espada mata, a espada muere


El ejemplo y la palabra de Jesús nos apartan del camino de la
violencia. «Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para
detenerlo. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la
desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote.
Jesús le dijo: Envaina la espada: quien usa espada, a espada morirá»
(Mt 26, 50-52). Jesús enuncia aquí una ley histórica: aquellos que
empuñan la espada y desencadenan la violencia perecen por la
agresión, ya que ésta se vuelve contra ellos mismos (112).

84. La violencia, destrucción de la vida social. El siervo de Yahvé


La violencia se percibe también a través de su efecto mayor: la
destrucción de la vida social. En este caso el término va asociado
frecuentemente con otro que significa explotación, opresión, devastación,
ruina. Los profetas se lamentan del estado de violencia en que se halla
sumergido el pueblo (Am 3, 10; Jr 6, 7; 20, 8; Is 60,18). Y recurren a
Yahvé, único que puede remediar este estado de injusticia. Así,
constantemente, se oyen los gritos de los oprimidos que quieren ser
liberados de los hombres violentos (2 S 22, 3; Sal 17, 49; 2-5). Estas
víctimas ponen su esperanza en una réplica de la misma naturaleza: que
el hombre violento sea presa del infortunio, que se le devuelva golpe por
golpe (Sal 139, 12). Sin embargo, poco a poco, se irá imponiendo por su
fuerza moral la figura única del Siervo de Yahvé, que ha renunciado
definitivamente a la violencia: «Maltratado, voluntariamente se humillaba
y no abría la boca: como cordero llevado al matadero, como oveja ante el
esquilador, enmudecía y no abría la boca» (Is 53, 7) (113).

85. Dios condena progresivamente toda violencia injusta


Indudablemente, Dios condena toda violencia injusta. Pero lo hace
progresivamente, teniendo en cuenta las diferentes épocas en que vive
su pueblo. Así se apropia la ley del Talión (Ex 21, 24), que representa un
progreso considerable con respecto a los tiempos de Lamec, quien se
venga sin medida (Gn 4, 23ss). El Dios del Antiguo Testamento no es un
Dios cruel, es un Dios con entrañas. Se pone de parte del pueblo
oprimido en Egipto (Ex 3, 9) y le exige un comportamiento semejante con
el débil: «No vejarás al forastero: conocéis la suerte del forastero, porque
forasteros fuisteis vosotros en Egipto» (Ex 23, 9). Dios se constituye,
pues, en defensor de las víctimas de la injusticia de los hombres, y más
en particular del huérfano, de la viuda, del pobre (Dt 24,20). Pero surge
una dificultad: ¿No aparece en el Antiguo Testamento la imagen terrible
de un Dios guerrero, que extermina a los primogénitos de Egipto (Ex 12),
se pone a la cabeza del combate (2 S 5, 24), aprueba la fuerza
vengadora y destructora de Sansón (Jc 15, 16) y su celo va hasta el
extremo de matar al transgresor de la Alianza? (114).

86. Progreso de la revelación y maduración religiosa del hombre


En la lectura de la Escritura se ha de tener en cuenta que existe un
progreso en toda la revelación, condicionado por el momento de
maduración religiosa del hombre y por su «dureza de corazón». Así
sucede con otros problemas, como el del juramento (Mt 5, 33-37) o el del
«acta de repudio» (Mt 19, 7-8): «Al principio no fue así». El corazón de
Dios no cambia. Su verdadero rostro se manifiesta progresivamente a los
hombres. Y se manifiesta en plenitud en el evangelio de Cristo. Sería
ilegítimo servirse de un momento precedente del progreso de la
Revelación para tomar posiciones veterotestamentarias en nombre del
Nuevo Testamento (115).

87. «Hasta setenta veces siete»


Frente a la violencia que reina en el mundo, Jesús se muestra más
radical que el Antiguo Testamento. La Ley del Talión requería la equidad
en la venganza, que restablece la justicia lesionada; Jesús exige el
perdón (Mt 6, 12.14ss; Mc 11, 25) hasta setenta veces siete (Mt 18, 22).
A todos les ordena: «Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os
persiguen» (Mt 5, 44; Lc 6, 27). A sus discípulos les dice: «No hagáis
frente al que os agravia» (Mt 5, 39). Jesús no formula un juicio sobre el
acto de violencia, cuya causa pueda ser conforme a derecho, sino que
señala un camino que trasciende todo derecho, el de quien -en orden de
gracia- tiene la fuerza de actuar conforme al Evangelio. Quien no
devuelve mal por mal, pone las cosas en un plano totalmente nuevo
(116).

88. «Mi gente habría combatido.» El reino de Dios no se instaura por


medios violentos
Jesús fue por delante. Resiste a la tentación de instaurar el Reino de
Dios por medios violentos: no quiere dominar a los hombres por la fuerza
(Mt 4, 8ss), se niega a ser un político revolucionario (Jn 6, 15) y a
obtener la gloria sin pasar por el sacrificio de la cruz (Mt 16,22 ss). En el
huerto de los Olivos renuncia al derecho que tiene de ser defendido por
la violencia: «¡Dejad! !Ya basta!» Va hasta el extremo de curar a su
adversario (Lc 22,49ss). Y ante Pilatos declara la diferencia de
procedimiento propia de su Reino:
«Mi reino no es de este mundo.
Si mi reino fuera de este mundo,
mi guardia habría luchado
para que yo no cayera en manos de los judíos» (Jn 18, 36) (117).

89. La bienaventuranza de los perseguidos.


El juicio, en las manos de Dios.
Oferta presente de reconciliación
¿Por qué, pues, no resistir al malvado? No por ninguna técnica de no
violencia, sino por el espíritu del amor, único medio de obtener la
reconciliación entre el violento y su víctima. El Reino de Dios no se
establece con la fuerza. Como anuncia el profeta Isaías: «Fundirán sus
espadas para hacer rejas de arado y sus lanzas para hacer hoces» (Is 2,
4). A diferencia de los jefes de las naciones, que hacen pesar sobre ellas
su poder y su dominio, el discípulo de Jesús debe hacerse el servidor de
los otros (Mt 20, 25). Cuando Jesús se bate en retirada como el Siervo
de Dios ante la maldad de sus enemigos (Mt 12, 15.18-21; 14, 13; 16, 4)
se remite a Dios y realiza la bienaventuranza de los perseguidos (Mt 5,
10 ss), profetizada en los cantos del Siervo (Is 50, 5; 53,9). Pero cuando
perdona a los que lo crucifican injustamente (Lc 23, 34), cuando exige a
su discípulo que ofrezca la otra mejilla, Jesús no sólo remite al juicio de
Dios (1 P 2,23), sino que ofrece al violento una reconciliación que puede
ser obtenida ya desde ahora (118).

90. La carrera de armamentos, gravísima plaga de la humanidad


En relación con el problema de la violencia y de la guerra, el Concilio
Vaticano II denuncia en el momento presente la «carrera de
armamentos» como una «gravísima plaga de la humanidad», que,
además, «perjudica intolerablemente a los pobres»: «Hay que declarar
una vez más: La carrera de armamentos es una gravísima plaga de la
humanidad y periudica intolerablemente a los pobres. Y es muy de temer
que si continúa, termine por ocasionar todas las fatales catástrofes para
las que ya prepara los medios... La divina Providencia requiere de
nosotros con insistencia que nos liberemos de la antigua esclavitud de la
guerra. Si no queremos hacer este esfuerzo, no sabemos a dónde
iremos a parar por este mal camino en que nos hemos metido» (GS 81)
(119).

91. ¡Todos contra la guerra! GUERRA/ARMAS:


El Concilio convoca a todos a un esfuerzo común en contra de ese
viejo azote que esclaviza a la humanidad, la guerra: «Es, pues, evidente
que hemos de hacer un esfuerzo para preparar con todas las fuerzas los
tiempos en que, con el consentimiento de las naciones, pueda ser
proscrita totalmente toda clase de guerra» (GS 82). Sin embargo, se
reconoce el servicio que prestan las fuerzas armadas a la seguridad y a
la paz de las naciones, así como el derecho de la autoridad pública a
mantener un eficaz dispositivo de defensa que garantice la necesaria
protección de los ciudadanos contra agresiones exteriores. «Los que al
servicio de la patria se hallan en el ejército, considérense instrumentos
de la seguridad y libertad de los pueblos, pues desempeñando bien esta
función contribuyen realmente a estabilizar la paz» (GS 79) (120).

92. La objeción de conciencia OBJECION-CONCIENCIA


Pero dice también el Concilio sobre los objetores de conciencia:
«Parece equitativo que las leyes provean humanitariamente al caso de
quienes por objeciones de conciencia se niegan a emplear las armas,
con tal que acepten otra forma de servir a la comunidad» (GS 79) (121).

93. No basta una paz impuesta, sino una paz fundada en la


reconciliación de los animos PAZ/VIOLENCIA:
El uso de la violencia por parte de las fuerzas armadas puede ser
necesario en algunos casos para defensa y protección de los
ciudadanos. Pero la verdadera paz no se construye con las armas. Como
ha dicho Pablo VI: «No basta reprimir las guerras, suspender las luchas,
imponer treguas y armisticios, definir confines y relaciones, crear fuentes
de intereses comunes, paralizar las hipótesis de contiendas radicales
mediante el terror de inauditas destrucciones y sufrimientos; no basta
una paz impuesta, una paz utilizada y provisoria; hay que tener una paz
amada, libre, fraterna, es decir, fundada en la reconciliación de los
ánimos» (Mensaje para la celebración de la Jornada de la Paz, 1 de
enero de 1975) (122).
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TEMA 31

OBJETIVO:
ABORDAR EL PROBLEMA DE LA VIOLENCIA Y SUS RAICES,
ASI COMO LA RESPUESTA EVANGELICA

PLAN DE LA REUNION
* Presentar en vídeo los acontecimientos más importantes transmitidos
por TV:
¿Qué nos dicen?
* Presentación del tema 31 en sus puntos clave.
* Diálogo: implicaciones más importantes, a nivel personal, social o
eclesial.
* Oración comunitaria: desde la propia situación.

PISTA PARA LA REUNION


PUNTOS CLAVE
* El dominio de los otros.
* Injusticia, rebelión, represión: espiral de la violencia .
* «Quien a espada mata»...
* Destrucción de la vida social.
* Progreso de la revelación.
* El Reino de Dios no se instaura por la fuerza.
* La carrera de armamentos.
* Objeción de conciencia.
* No basta una paz impuesta: reconciliación.

DIGNIDAD Y DERECHOS DEL HOMBRE:


¿UNA UTOPÍA?

OBJETIVO CATEQUÉTICO
* Descubrir que el proceso de evangelización implica la defensa de la
dignidad y derechos del hombre .

94. Los derechos humanos, ¿utopías?


La preocupación por promover los derechos humanos debe estar
presente en los medios informativos, en programas educativos, en
planificaciones políticas, en planteamientos laborales y en la acción
educativa y pastoral de la Iglesia. Sin embargo, los derechos humanos,
no pocas veces y en la práctica, son rechazados como utopías. Y con
ellos se rechaza la dignidad del hombre (124).
95. Signo de nuestro tiempo
La promoción de los derechos humanos, no obstante, ha venido a ser
un signo de nuestro tiempo, discernido y sancionado por el Magisterio de
la Iglesia como acción del Espíritu en nuestro mundo (125).

96. La Iglesia detecta y discierne este signo de nuestro tiempo


La Iglesia jerárquica, en el ejercicio de su ministerio profético, recoge
las voces -en ocasiones concordes y firmes; a veces, más o menos
aisladas o fluctuantes- de los espíritus más clarividentes y avisados que,
en el curso de la historia, proclaman los derechos del hombre basados
en la dignidad inalienable de su ser personal libre. La Iglesia, a la luz del
Evangelio, discierne lo que hay de verdadero y noble en esas
reivindicaciones y, después de someterlas a purificación y examen, las
propone como orientaciones de la conducta auténticamente humana y
cristiana e incluso las presenta como exigencias de un comportamiento
que pretenda seguir las huellas trazadas por Jesús (126).

97. La Iglesia proclama con autoridad los derechos humanos


La Iglesia no puede ser indiferente, en absoluto, a la proclamación de
esos derechos por múltiples motivos:

- Porque en esa proclamación subyace siempre, de modo más o


menos explícito, una concepción de lo que es el hombre, y la Iglesia,
aleccionada por la revelación divina, conoce el fundamento de la
dignidad del hombre y posee la clave de su vocación auténtica: el
hombre es imagen de Dios, llamado a ser hijo suyo y redimido por la
sangre de Cristo.

- Porque la Iglesia profesa que la redención tiene una específica


eficacia en la instauración en Cristo de todos los ámbitos humanos (Cfr.
entre otras muchas enseñanzas solemnes: GS 38; AA 5, y CPD 27). A
partir de la convicción cristiana de que la sociedad ha de ser ordenada
según la concepción del hombre que se inspira en el Evangelio, la Iglesia
ha denunciado, por ejemplo, en los tiempos más recientes, las
concepciones que intentan estructurar el orden social sobre
determinismos materialistas, liberalismos capitalistas, estatismos
totalitarios, sistemas todos ellos opuestos al desarrollo de la persona
humana, llamada a la libertad de los hijos de Dios.

- Porque la Iglesia, al profundizar los datos tradicionales sobre el


pecado original, descubre la realidad del «pecado del mundo» (Jn 1, 29);
comprende entonces que los pecados de unos hombres influyen en la
conducta moral de otros; que las deslealtades de un pecador se
contagian en torno suyo y que esas reacciones epidémicas "producen"
estructuras pecaminosas, subversiones de valores morales en el ámbito
de la familia, de las relaciones profesionales, de la sociedad, en suma.
Por ello, ante la dimensión social del pecado, la Iglesia juzga con
autoridad las circunstancias ambientales que cohíben los derechos
fundamentales de la persona humana, señalando siempre que su origen
más profundo y último radica en la soberbia y el egoísmo de los hombres
(Cfr. GS 25).

- Porque «la evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta


la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece
entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre.
Precisamente por esto la evangelización lleva consigo un mensaje
explícito, adaptado a las diversas situaciones y constantemente
actualizado, sobre los derechos y deberes de toda persona humana,
sobre la vida familiar, sobre la vida comunitaria de la sociedad, sobre la
vida internacional, la paz, la justicia, el desarrollo» (Pablo Vl, EN 29)
(127).

98. ¿En qué momentos la Iglesia debe proclamar esos derechos?


La Iglesia jerárquica, sin embargo, no puede en todo momento
concreto puntual de la historia discriminar la validez o la nocividad de
determinadas reivindicaciones que, en una encrucijada determinada, se
proponen aquí y allá. En esas situaciones conflictivas, dependientes de
multitud de factores y concausas contingentes, la Iglesia espera, antes
de dar su juicio evangélico, para no arrancar precipitadamente el trigo
bueno junto con la cizaña. El Concilio Vaticano II se refiere a esta actitud
sobria y prudente de los Pastores en el siguiente texto: «A la conciencia
bien formada de los seglares corresponde lograr que la ley divina se
inscriba en la vida de la ciudad terrena. De los sacerdotes, los laicos
esperen luz e impulso espiritual. Pero no piensen que sus Pastores están
siempre en condiciones de poderles dar inmediatamente solución
concreta en todas las cuestiones que surjan, aunque éstas sean graves.
No es ésa su misión» (GS 43).
Todos los miembros del pueblo cristiano, iluminados interiormente por
el Espíritu de Dios y guiados por las orientaciones de los Pastores,
deben discernir en cada caso las exigencias concretas del Evangelio
(Cfr. Pablo VI, Octogesima adveniens, 5).
A continuación se presentan algunos derechos humanos más
importantes, confirmados por el Magisterio de la Iglesia (128).

99. Derecho de reunión y de asociación


«Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación
pacífica. Nadie puede ser obligado a pertenecer a una determinada
asociación» (Declaración Universal de Derechos Humanos [DDH], 20,
12).

100. Derecho de participación política


«Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país,
directamente o por medio de representantes libremente escogidos»
(DDH 21, 1).

-«La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público;


esta voluntad se expresará mediante elecciones auténticas que habrán
de celebrarse periódicamente por sufragio universal e igual y por voto
secreto que garantice la libertad del voto» (DDH 21, 3).
101. Derecho de participación laboral
«Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para
la defensa de sus intereses" (DDH 23, 4).

- «De la intrínseca sociabilidad de los seres humanos surge el derecho


de reunión y de asociacion, como también el derecho de dar a las
asociaciones la estructura más conveniente para obtener sus objetivos y
el derecho a moverse dentro de ellas por la propia iniciativa y
responsabilidad para que las asociaciones alcancen la finalidad
deseada» (Juan XXIII, PT 23; cfr. GS 73, b) (129).

- «Es perfectamente concorde con la naturaleza humana que se


constituyan estructuras político-jurídicas que ofrezcan a todos los
ciudadanos, sin discriminación alguna y con perfección creciente,
posibilidades efectivas de tomar parte libre y activamente en la fijación de
los fundamentos jurídicos de la comunidad política, en el gobierno de la
cosa pública, en la determinación de los campos de acción y de los
límites de las diferentes instituciones y en la elección de los gobernantes.
Recuerden, por tanto, todos los ciudadanos el derecho y el deber que
tienen de votar con libertad para promover el bien común» (GS 75; cfr.
PT 26) (130).

- «Entre los derechos fundamentales de la persona humana debe


contarse el derecho de los obreros a fundar libremente asociaciones que
representen auténticamente al trabajador y puedan colaborar en la recta
ordenación de la vida económica, así como también el derecho de
participar libremente en las actividades de las asociaciones sin riesgos
de represalias» (GS 68) (131).

- «Hoy día es posible liberar a muchísimos hombres de la miseria de la


ignorancia. Por ello uno de los deberes más propios de nuestra época,
sobre todo de los cristianos, es el de trabajar con ahínco para que tanto
en la economía como en la política, en el campo nacional como en el
internacional se den las normas fundamentales para que se reconozca
en todas partes y se haga efectivo el derecho de todos a la cultura,
exigido por la dignidad de la persona sin distinción de raza, sexo,
nacionalidad, religión o condición social» (GS 60) (132).

102. Derecho a la educación


«Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser
gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y
fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción
técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios
superiores será igual para todos en función de los méritos respectivos»
(DDH 26, 1).

103. El trabajo infantil, un problema


Para muchos, en concreto preadolescentes y niños, su única escuela
es todavía el trabajo físico, como dice el libro de Las Lamentaciones:
«Han arrastrado la muela los muchachos, bajo la carga se han doblado
los niños» (/Lm/05/13). «El trabajo infantil sigue siendo un problema que
se plantea tanto en los países desarrollados como en los que se
encuentran en vías de desarrollo. Empleados en labores agrícolas,
industriales, artesanas o de otra índole, multitud de niños se ven
privados de la educación a que tienen derecho» (El Correo de la Unesco,
octubre 1973, pp. 8-9). «El niño debe estar protegido contra toda forma
de negligencia, de crueldad y de explotación. No debe estar sometido al
tráfico, bajo cualquier forma que sea. El niño no debe ser admitido al
empleo antes de tener una edad mínima apropiada; no debe, en ningún
caso, estar sujeto o autorizado a tomar una ocupación o un empleo que
perjudiquen su salud o su educación o que dificulten su desarrollo físico,
mental o moral" (Declaración de los Derechos del Niño [DDN] 9) (133).

104. El respeto a los derechos humanos, objetivo educativo


Tanto los individuos como las instituciones deben promover, mediante
la enseñanza y la educación, el respeto a los derechos humanos: «La
educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad
humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las
libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la
amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos;
promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para
el mantenimiento de la paz» (DDH 26, 2; cfr. DDN 10) (134).

105. Derecho de expresión e información


«Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión;
este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el
de investigar y recibir informaciones y opiniones y el de difundirlas, sin
limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión» (DDH 19).

106. Derecho a no ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles,


inhumanos o degradantes
«Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles,
inhumanos o degradantes>, (DDH 5).

- Nadie será sometido a esclavitud ni a servidumbre; la esclavitud y la


trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas (DDH 4).

- «Todo ser humano tiene el derecho natural al debido respeto de su


persona, a la buena reputación, a la libertad para buscar la verdad y,
dentro de los límites del orden moral y del bien común, para manifestar y
defender sus ideas... y... para tener una objetiva información de los
sucesos públicos» (PT 12) (135).

- «Cuanto ofende a la vida humana es en sí mismo infamante. Cuanto


atenta contra la vida...; cuanto viola la integridad de la persona humana,
como, por ejemplo, las mutilaciones, las torturas morales o físicas, los
conatos sistemáticos para dominar la mente ajena; cuanto ofende a la
dignidad humana, como son las condiciones infrahumanas de vida, las
detenciones arbitrarias, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución,
la trata de blancas y de jóvenes o las condiciones laborales y
degradantes que reducen al operario al rango de mero instrumento de
lucro, sin respeto a la libertad y a la responsabilidad de la persona
humana; todas estas prácticas y otras parecidas son en sí mismas
infamantes, degradan la civilización humana, deshonran más a sus
autores que a sus víctimas y son totalmente contrarias al honor debido al
Creador" (GS 27, c) (136).

107. Derecho a una vida verdaderamente humana


«Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le
asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la
alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios
sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de
enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus
medios de subsistencia por circunstancias independientes de su
voluntad» (DDH 25, 1).

108. Derecho a la libertad religiosa


«Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de
conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de
religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su
creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado,
por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia» (DDG 18).

- «Es, pues, necesario que se facilite al hombre todo lo que éste


necesita para vivir una vida verdaderamente humana, como son el
alimento, el vestido, la vivienda, el derecho a la libre elección de estado y
a fundar una familia, a la educación, al trabajo, a la buena fama, al
respeto, a una adecuada información, a obrar de acuerdo con la norma
recta de su conciencia, o la protección de la vida privada y a la justa
libertad también en materia religiosa» (GS 26, b) (137). «Este Concilio
Vaticano declara que la persona humana tiene derecho a la libertad
religiosa. Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar
inmunes de coacción, tanto por parte de personas particulares como de
grupos sociales y de cualquier potestad humana, y esto de tal manera,
que en materia religiosa ni se obligue a nadie a obrar contra su
conciencia ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en
público, solo o asociado con otros, dentro de los límites debidos.
Declara, además, que el derecho a la libertad religiosa está realmente
fundado en la dignidad misma de la persona humana...» (DH 2) (138).

109. El otro es respetado cuando se le ama


El evangelio asume y defiende los derechos humanos, pero va más
allá de lo que es simpiemente justo: el otro es respetado cuando se le
ama. Como dice Juan Pablo II: «La experiencia del pasado y de nuestros
tiempos demuestra que la justicia por sí sola no es suficiente y que, más
aún, puede conducir a la negación y al aniquilamiento de sí misma si no
se le permite a esa forma más profunda que es el amor plasmar la vida
humana en sus diversas dimensiones» (DM 12) (139).
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TEMA 32

OBJETIVO:
DESCUBRIR QUE EL PROCESO DE EVANGELIZACION
IMPLICA LA DEFENSA DE LA DIGNIDAD Y DERECHOS DEL HOMBRE

PLAN DE LA REUNION
* Información: personas hechos, problemas...
* Presentación del tema 32 en sus puntos clave.
* Información seria sobre el panorama internacional a este respecto
(Amnistia Internacional, Justicia y Paz...).
* Diálogo.
* Oración comunitaria.

PISTA PARA LA REUNION


PUNTOS CLAVE
* ¿Utopías? Signo de nuestro tiempo.
* Derecho de reunión y asociación, de participación política,
de participación laboral, de expresión e información, de libertad
religiosa, de no ser sometido a torturas, de educación.
* El otro es respetado cuando se le ama.

MI SITUACIÓN PUEDE CAMBIAR:


LA CONVERSIÓN

OBJETIVO CATEQUETICO
* Descubrir que la situación del hombre puede cambiar (por la fuerza del
Espíritu).

110. Nicodemo: «Habría que nacer de nuevo.» Jesús: «Tenéis que nacer
de lo alto.»
Nicodemo es maestro en Israel. De todo lo que dice y hace Jesús, ha
entendido solamente una cosa: que Dios está con él y que, por tanto, es
todo un maestro. Pero le resultan las palabras de Jesús verdaderamente
extrañas: ¡Nacer de lo alto! «¿Cómo puede nacer un hombre siendo
viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y
nacer? ¿Cómo puede suceder eso?" (/Jn/03/04/09). Nicodemo se
asombra de que Jesús venga diciendo: Tenéis que nacer de lo alto. La
buena nueva de un nacimiento del espíritu le resulta un lenguaje
absolutamente desconocido: ¿le es posible al hombre cambiar? (142).

111. Dios quiere que el mundo se convierta y se salve


El hombre, por sí solo, no puede cambiar hasta el punto de alcanzar la
condición de hijo de Dios. Sin embargo, la respuesta que Cristo da a
Nicodemo anuncia al hombre, metido en esa situación irredenta, la
posibilidad de salir de ella: «Porque Dios no mandó su Hijo al mundo
para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3, 17).
El corazón de Dios no es el corazón del hombre, y el Santo no gusta de
destruir (Os 1 1, 8-9). Lejos de querer la muerte del pecador, quiere su
conversión para poder prodigar su perdón, porque sus caminos no son
nuestros caminos, y sus pensamientos rebasan nuestros pensamientos
en toda la altura del cielo (Is 55, 7-9) (143).

112. La misión de Jesús frente a la dureza de corazón


Cristo ha venido al mundo para llamar a los pecadores a la conversión
(Lc 5, 32): este es el aspecto esencial del Evangelio. Por lo demás, el
hombre, que toma conciencia de su estado de pecador, puede volverse
a Jesús con confianza, pues «el Hijo del hombre tiene potestad en la
tierra para perdonar los pecados» (Mt 9, 6 ss). Pero el mensaje de
conversión tropieza con la dureza del corazón humano bajo todas sus
formas: desde el apego a las riquezas (Mc 10, 21-25) hasta la soberia
seguridad de los fariseos (Lc 18, 9) (144).

113. Bajo el signo de Jonás. Un plazo para la higuera estéril


Jesús se alza como el «signo de Jonás" en medio de una generación
mala, con disposiciones peores para con Dios que en otro tiempo Nínive
(Lc 11,29-32). Así eleva contra ella una requisitoria llena de amenazas:
los hombres de Nínive la condenarán el día del juicio (Lc 11, 32); Tiro y
Sidón tendrán una suerte menos rigurosa que las ciudades del Lago (Lc
10,13 ss). La impenitencia actual de Israel es, en efecto, señal del
endurecimiento del corazón (Mt 13,15 ss). Si los oyentes impenitentes de
Jesús no cambian de conducta perecerán a semejanza de la higuera
estéril: «Uno tenía una higuera plantada en su viña y fue a buscar fruto
en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: Ya ves: tres años llevo
viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala.
¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó:
Señor, déjala todavía este año, yo cavaré alrededor y le echaré estiércol,
a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás» (/Lc/13/06-09)
(145).

114. Convertirse: un corazón nuevo, un hombre nuevo


Convertirse es romper con todo lo que separa de Dios, abandonar el
mal camino que aleja de El, según la fórmula de Jeremías: «Volveos cada
cual de su mal camino» (Jr 18, 11). Convertirse es cambiar
profundamente, adquirir «un corazón nuevo y un espiritu nuevo", como
anuncia Ezequiel (Ez 18, 31). Tal conversión supone una nueva
creación, un hombre nuevo (Col 3, 10), algo que sólo puede venir de la
iniciativa de Dios, aunque exige al mismo tiempo una decisión auténtica
por parte del hombre, como dice el profeta Jeremías: «Hazme volver y
volveré, pues tú, Yahvé, eres mi Dios» (Jr 31, 18) (146).

115. Desde Cristo, convertirse es convertirse a Cristo CV/CONTINUA


Jesús comienza su predicación a la manera de los grandes profetas:
«Convertíos porque está cerca el Reino de los Cielos» (/Mt/04/17). Sin
embargo, a pesar de las apariencias, hay un hecho que supone una
novedad decisiva: el Reino de Dios se encarna en su Persona. En
adelante, pues, convertirse es convertirse a Cristo. Quien no cree en
Cristo se está condenando a sí mismo: «El que cree en él no es
condenado; pero el que no cree, ya está condenado, porque no ha
creído en el nombre del Hijo único de Dios. Y la condenación está en que
vino la luz al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz,
porque sus obras eran malas» (Jn 3, 18-19) (147).

116. Jesús invita a la conversión y la suscita


Jesús no sólo invita a la conversión a todos los que la necesitan (Lc
5,32), sino que suscita esta conversión (Zaqueo, Lc 19, 1-10), revelando
que Dios es un Padre que tiene su gozo en perdonar (Lc 15) y cuya
voluntad es que nada se pierda (Mt 18,12 ss.). Jesús no sólo anuncia
ese perdón al que se abre a la fe con arrepentimiento y humildad (Lc
7,47-50 y 18,9- 14), sino que además lo ejerce y testimonia con sus
obras. Dispone de este poder reservado a Dios de perdonar los pecados
(Mc 2, 5- 11). Cristo ama como Dios, perdona como Dios y crea como
Dios. Cuando Cristo concede al hombre el perdón de Dios, transforma
realmente al hombre y, en cierto modo, lo crea de nuevo. Sólo el Espíritu
de Dios -que es también Espíritu de Cristo- puede hacer que surja un
hombre distinto: el hombre que se deja guiar por el Espíritu de Dios y
que se convierte así en hijo de Dios (/Rm/08/14) y hermano de los
hombres (Mt 18, 21 ss.; 22, 39-40) (148).

117. La fe y la conversión, don del Padre


La fe y la conversión suponen un don que, en último término, procede
del Padre. Jesús recuerda esto a quienes murmuran, se escandalizan y
no creen. Esto es algo así como el abecedario evangélico: «Nadie puede
venir a mí si no se lo concede el Padre» (/Jn/06/65). Es lo primero que
hay que saber o, mejor, lo primero que hay que aceptar y reconocer.
Quien no da ese paso se queda fuera. No se trata tanto de una
conquista del hombre cuanto de la aceptación y acogida de un plan y de
una historia de salvación que, en último término, procede del Padre (Jn
6, 37 ss.) (149).

118. La conversión, algo progresivo y dinámico


La conversión se realiza en el contexto de una historia de salvación.
Según ello, no aparece como algo puntual y estático, sino como algo
progresivo y dinámico. Como dice San Pablo: «Todos nosotros nos
vamos transformando conforme a la acción del Señor" (2 Co 3, 18). En el
lenguaje parabólico del Evangelio, el Reino de los Cielos, que aparece
en medio de nosotros inseparablemente de la conversión del hombre, es
semejante a una semilla destinada a crecer (/Mt/13/31-32) (150).

119. Cambio progresivo de sentimientos y de costumbres


El Concilio Vaticano II, habiando de evangelización y conversión,
distingue entre una conversión inicial y un cambio progresivo de
sentimientos y de costumbres que paulatinamente debe manifestarse
después (durante el catecumenado): «Esta conversión hay que
considerarla ciertamente inicial, pero suficiente para que el hombre
perciba que, arrancado del pecado, es introducido en el misterio del
amor de Dios, quien lo llama a iniciar una comunicación personal con El
en Cristo, puesto que, por la acción de la gracia de Dios, el nuevo
convertido emprende un camino espiritual por el que, participando ya por
la fe del misterio de la muerte y de la resurrección, pasa del hombre viejo
al nuevo hombre perfecto en Cristo. Trayendo consigo este tránsito un
cambio progresivo de sentimientos y de costumbres, debe manifestarse
con sus consecuencias sociales y desarrollarse paulatinamente durante
el catecumenado» (AG 13) (151).

120. La gracia nos transforma y hace capaces de amar


Si la situación de cada uno puede cambiar por medio de una
conversión es porque Cristo nos ha redimido con su pasión, muerte y
resurrección. En virtud de su acción redentora Cristo nos ofrece la gracia
del perdón de Dios y el don del Espíritu Santo. Cristo está presente en la
Iglesia y actúa especialmente a través de la proclamación que la Iglesia
hace de la palabra de Dios y particularmente de los sacramentos. Por la
gracia de Cristo podemos superar nuestra incapacidad para amar a Dios
por encima de todas las cosas, liberarnos de nuestros pecados,
convertirnos, vivir como hijos de Dios. El Espíritu Santo, enviado por el
Padre y por el Hijo, no sólo nos inclina a responder con generosidad a la
llamada de Dios, sino que, si correspondemos a la gracia de Dios, nos
transforma en lo más profundo de nuestro ser y nos hace
verdaderamente partícipes de la vida de Dios, y Dios mismo se entrega a
nosotros como un don (152).
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TEMA 33

OBJETIVO:
DESCUBRIR QUE LA SITUACION DEL HOMBRE PUEDE CAMBIAR
(POR LA FUERZA DEL ESPIRITU)

PLAN DE LA REUNION
* Oración inicial: Sal 50.
* Presentación del tema 33 en sus puntos clave.
* Diálogo: ¿le es posible al hombre cambiar? Experiencias concretas.
* Oración comunitaria: desde la propia situación

PISTA PARA LA REUNION


PUNTOS CLAVE
* «Habría que nacer de nuevo.»
* «Tenéis que nacer de lo alto.»
* Un plazo para la higuera estéril.
* Un corazón nuevo, un hombre nuevo.
* Convertirse a Cristo.
* Invitación de Cristo, don del Padre.
* Algo progresivo y dinámico.
* Cambio progresivo de sentimientos y costumbres.

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