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El Propósito Personal de la Adoración

¿Nunca te has preguntado por qué razón adoramos? Y con esto me refiero a lo que a modo
personal se refiere, es decir, en que me afecta a mí el adorar o en que me beneficia. Creo que
todos tenemos muy claro el hecho que adoramos a Dios por lo que Él es, y no solo por lo que
ha hecho por mi pero hay cosas más allá que necesitamos analizar.

A principio del 2004 Dios me impulsó a tomar ciertos desafíos personales. Me sentía un poco
incomodo con mi situación ministerial. Comencé a cuestionarme algunos conceptos que hasta
entonces habíamos defendido, como por ejemplo el hecho de decir que la adoración no es un
tiempo de espera antes de entregar la palabra o no es el tiempo en que se espera que lleguen
los rezagados al culto. Pero si muchas veces se había transformado en esto. ¿Por qué lo digo?
Comencé a cuestionar estos argumentos y me di cuenta que no eran incorrectos, pero si
incompletos, a continuación trataré de exponer algunos de ellos y como Dios me llevó a verlos
desde otro punto de vista.

Uno de los argumentos que decíamos con respecto al por qué adorábamos era que la
adoración preparaba el ambiente para que la palabra cayera en buena tierra, una tierra sin
distracciones, centrada en la persona correcta que es Cristo y no en nuestros deseos ni
necesidades, es más ni siquiera en las áreas de nuestra vida que necesitan ser sanadas o
restauradas, aunque no niego que durante estos tiempos no suceda pero lo que si es que no es
la razón principal. Dios en su gran amor nos sana, pero no venimos a adorarle para que nos
sane ¿me entiende? Pero este concepto se puede objetar si decimos que en ves de la
adoración podemos tener tiempos de meditación previos a la palabra, tiempos de
“Relajamiento” donde quitemos las distracciones y nos concentremos en Dios y lo que él quiere
de nosotros, de esta forma nos ahorraríamos todo el esfuerzo de preparar canciones y
cantarlas en el servicio, es decir si esta fuera toda la importancia por la cual es necesario
adorar, podríamos cambiarla por estos tiempos de “meditación” o bien reemplazarla por alguna
terapia grupal de centrar el servicio en la persona correcta.

Otro de los conceptos correctos (y quiero enfatizar en esto) pero incompletos que
argumentábamos me llevó a concluir lo que trato de finalizar y es el hecho de que se compara
la adoración con el tiempo preparatorio de la intimidad sexual que tiene una pareja (me refiero
a un matrimonio y apelo a la madurez de cada lector entendiendo que no hay morbosidad en
esto) , es el tiempo de las caricias, de los besos que preparan el ambiente y el alma para el
momento de la copula y la inseminación, que vendría siendo el tiempo de entregar la palabra,
que es la semilla que es puesta en nuestras vidas.

Este último argumento me llevó as pensar en que al adorar nos relacionamos con Dios, alguien
definió alguna vez que altar significa lugar de encuentro. El diccionario Bíblico WordStudy
señala que altar significa Lugar de sacrificio. El sacrificio era el punto focal del sistema de
adoración Israelita, pero además se utilizaba para solemnizar un convenio o tratado y
simbolizar una relación positiva entre dos partes, si lo llevamos a nuestro sacrificio de
alabanza, simboliza nuestra relación positiva o de amor con Dios, es el tiempo en que nos
relacionamos con él, es decir, es el lugar donde me encuentro con Él. Y siempre que alguien se
encontró con Dios, sufrió cambios. Todos los hombres que en la Biblia tuvieron un encuentro
con Dios fueron afectados profundamente: Abraham, Jacob, Moisés, Isaías, los Apóstoles, en
fin, ninguno de ellos fueron los mismos después de su encuentro con el Eterno, incluso algunos
de ellos hasta cambiaron su nombre, otros dejaron su lugar de residencia, en resumen, algo
cambió, fueron transformados.

Mi pregunta es la siguiente: si decimos que cada vez que adoramos nos encontramos con Dios.
¿Qué cambios están ocurriendo en mi? O más bien dicho ¿estoy o no siendo cambiado
durante o como resultado de los tiempos que vivo en adoración? Si nuestra respuesta fuera
afirmativa, no tengo más que decir, pero creo que no siempre es así. Creo que David tenía muy
claro el concepto de ser transformado a imagen de Dios y lo expresa en el Salmo 17:15,
aunque debo señalar que este versículo ha sido traducido de muchas maneras en diversas
traducciones, tanto en el español como en el ingles, cambiando el sentido en cada una de ellas,
me quiero quedar con la traducción de la Reina-Valera, que dice: “En cuanto a mi, veré Tu
rostro en Justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza.” Si como resultado de
nuestra adoración no ocurren cambios en nuestra vida, entonces debemos analizar que es lo
que está sucediendo en nosotros, tal vez el centro de nuestra adoración no es Dios y no le
hemos entregado completamente el trono de nuestra vida, tal vez estamos viniendo a su
presencia para saciar nuestros deseos almáticos, nuestras propias carencias emocionales,
somos tal vez como niños mimados que solo quieren que papá los mime pero no quieren
obedecer. Es más, la motivación tal ves puede ser otra, el ser “admirado” por causa del talento
musical, el deseo de impresionar o de evidenciar una cualidad. He escuchado a mucha gente
que viene a conversar con migo para participar en el equipo de alabanza y cuando les pregunto
por qué quieren participar, ellos me responden “porque tengo un talento que Dios me dio y lo
quiero usar para bendecir a la congregación” o bien dicen “no puedo seguir desperdiciando
esta voz, Dios me la dio y tengo que usarla” sus motivaciones no eran dar gloria a Dios, sino
usar y mostrar lo que tenían. Al margen quiero advertir que debemos tener cuidado pues, si no
cuidamos de que Cristo sea el centro de nuestra focalización al momento de adorar, nuestros
talentos pueden trasformarse en ídolos que nos distraigan del centro original no solo a
nosotros, sino también a la congregación. Muchas veces me he sentido frustrado cuando
personas al final del servicio se me acercan para adularme de lo bien que lo hice o lo hermoso
de mi voz y me doy cuenta de que he sido distractor más que motivador. Debemos recordar
que ante Dios, nosotros debemos menguar y él ser exaltado

Quiero preguntarte hoy e incomodarte, ¿estás siendo cambiado como resultado de tus tiempos
de adoración? ¿está muriendo en ti el viejo hombre y vivificándose el del espíritu? ¿podemos
decir como decía el Apóstol Pablo… Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí? Si tu respuesta
es “SI”…. Entonces ¡Gloria a Dios! Pero si es “NO” entonces analicemos y veamos qué es lo
que estorba en el propósito de Dios en nuestras vidas, qué es lo que impide que lleguemos a la
medida de un varón perfecto, que es la plenitud de Cristo, nuestro Señor y ejemplo a seguir.

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