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Lección IV

LA IGLESIA DESDE EL VATICANO II

No hay duda de que la realidad de la Iglesia fundada por Jesucristo es tan rica y
compleja, que se escapa a cualquier definición o breve tratado.

El Concilio Vaticano II nos presentó un rostro renovado de la Iglesia, partiendo de la


Sagrada Escritura y de la Tradición.

Aunque haya una Constitución dogmática y una Constitución pastoral sobre la Iglesia en
el mundo actual, no podríamos tener una imagen completa de ella si no tuviéramos
presente también los otros documentos conciliares. Esto nos da una idea de lo difícil
que es presentar en una lección la "Iglesia desde el Concilio Vaticano II". Nos
limitaremos con decir algo de lo más importante.

Descripción de la Iglesia

Empecemos con una descripción que encontrarnos en el número 2 de la Constitución


dogmática "Lumen Gentium":
"El Padre estableció convocar a quienes creen en Cristo, en la santa Iglesia, que ya fue
prefigurada desde el origen del mundo, preparada admirablemente en la historia del

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pueblo de Israel y en la Antigua Alianza, constituida en los tiempos definitivos,
manifestada por la efusión del Espíritu y que se consumará gloriosamente al final de los
tiempos" (LG 2).

La primera parte de esta definición ya la hemos visto en las lecciones anteriores. La


segunda parte nos manifiesta que toda la inspiración y la fuerza de la Iglesia está en la
efusión del Espíritu Santo. Donde no sopla el Espíritu Santo, la comunidad está muerta.
Pero, como hemos anotado, esta descripción no agota la rica realidad de la Iglesia.
La misma constitución dogmática sobre la Iglesia nos presenta las diversas imágenes
de ella y luego los componentes de toda la comunidad.

Imágenes Bíblicas de la Iglesia

Es una Iglesia animada por el Espíritu Santo y alimentada por la Palabra y la Eucaristía,
Los doce apóstoles son los servidores de la Palabra (Lc 1,2; He 6,4). Como apóstol,
Pablo se ocupa "en el servicio del Señor" (He 23,1); habla de "el servicio" que yo he
recibido del Señor; "dar testimonio de la buena noticia de la gracia de Dios" (He 20,24;
26,16).

Los apóstoles y los diáconos sufren persecuciones por la predicación. El libro de los
Hechos está lleno de las amenazas, prisiones, flagelaciones y muertes sufridas por los
pregoneros del evangelio (He 4,3.5.25-29; 5,17-18.26-28. 41-42; 6,11-15; 7,54.57-
60; 13,50-52; 14,5; 15,26; 16, 19-24; 17,5-7).

Mediante la palabra de los apóstoles surge la Iglesia. Es su fuente y su fuerza interior


permanente. Las personas se reúnen por la palabra y "escuchan" lo que ella dice (He
13,15ss).
Vínculos estrechos unen a la Iglesia a aquellos que están bautizados, aunque no
profesen íntegramente la fe o no comprendan la unidad de comunión bajo el sucesor de
Pedro; tales vínculos son la reverencia prestada a la Sagrada Escritura, la fe en Cristo,
el bautismo y otros sacramentos, además de la comunión de oraciones y otros
beneficios espirituales. Todos deben orar, esperar y trabajar por la unidad de todos los
hombres (LG 15).

La Jerarquía Eclesiástica

El capítulo III nos habla de la constitución jerárquica de la Iglesia y particularmente del


episcopado.

En la Iglesia, los ministros están revestidos de potestad sagrada para el servicio de los
hermanos. Jesús ha enviado a los apóstoles, con Pedro como cabeza, y a sus sucesores
los Obispos, quienes junto con el sucesor de Pedro gobiernan la Iglesia (LG 18).

El Papa es el principio y fundamento de la unidad total, así de los Obispos como de los
fieles. Los Obispos gobiernan las Iglesias particulares a ellos confiadas como Vicarios y
Legados de Cristo, con potestad propia ordinaria e inmediata, bajo la suprema
autoridad del Romano Pontífice (LG 27).

Los primeros colaboradores del Obispo son los Sacerdotes, los cuales forman con él un
único cuerpo sacerdotal, santifican y gobiernan la porción de la grey del Señor a ellos
confiada bajo la autoridad del Obispo. Aun no teniendo la cima más alta del sacerdocio
son, en virtud del sacramento
del orden, Sacerdotes a imagen de Cristo, Sumo y eterno Sacerdote (LG 28).

En un grado inferior de la jerarquía están los diáconos, colaboradores de los Sacerdotes


en la administración de algunos sacramentos y dedicados a los menesteres de la
caridad y de la asistencia (LG 29).

Los Laicos en la Iglesia

En el capítulo IV encontrarnos explicado el papel de los laicos en la Iglesia.

Con el nombre de laicos se entienden todos aquellos fieles que, consagrados a Cristo
con el bautismo, constituyen el Pueblo de Dios, partícipes del oficio sacerdotal, profético
y real de Cristo. Es propio de los laicos buscar el reino de Cristo, tratando las cosas
temporales y ordenándolas a Dios (LG 31).

Los laicos están llamados a contribuir como miembros vivos, al incremento de la


Iglesia. También pueden ser llamados a colaboraciones más específicas con el
apostolado de la Jerarquía (LG 33).

Los laicos tienen el derecho de recibir los bienes espirituales de parte de sus pastores,
así como el deber de respetarlos y obedecerlos, siguiendo sus directrices y orando por
ellos (LG 37).

El capítulo V habla de la vocación de todos los miembros a la santidad. Cada cual,


según los propios dones y funciones, puede progresar en la santidad, siguiendo a Cristo
pobre,
humilde, y cargando con la cruz, a la luz de la fe, de la esperanza y de la caridad.

La Presencia de los Religiosos

El siguiente capítulo está dedicado a otra porción del Pueblo de Dios: a los religiosos.
Ellos profesan los consejos evangélicos de la castidad consagrada a Dios, de la pobreza
y de la obediencia, los cuales la Iglesia ha recibido y conserva como un don divino (LG
43).

Los religiosos consagran su vida al bien de toda la Iglesia, la cual protege y sostiene la
índole propia de los distintos institutos religiosos. Además, el estado religioso propone
con eficacia, a la consideración de todos, los deberes de la vocación cristiana e imita la
forma de vida elegida por el Hijo de Dios y continuada por la Iglesia (LG 44).
Todos los religiosos deben poner sumo cuidado para que la Iglesia pueda presentar
siempre mejor a Cristo a sus fieles y al mundo (LG 46).

La Iglesia Celestial

El capítulo VII trata el aspecto escatológico de la Iglesia peregrinante y su unión con la


Iglesia celestial.
La Iglesia, a la que están llamados todos los hombres, sólo tendrá su plenitud en la
gloria del cielo (LG 48).
Ella ofrece a Dios sufragios por los difuntos y culto de veneración a los santos,
especialmente a la Virgen María y a los ángeles,
implorándoles la ayuda de su intercesión. Los santos, que tienen nuestra misma
naturaleza, nos sirven de maestros en el camino a la santidad con su vida. El amor a
los santos tiende a Cristo y termina en Cristo, que es corona de los santos (LG 50).

María Madre de la Iglesia

Un capítulo especial está dedicado a la Santísima Virgen, Madre de Dios y de la Iglesia.

Redimida en previsión de los méritos del Hijo de Dios, del cual es Madre, María es hija
predilecta del Padre y Templo del Espíritu Santo. Aunque superior a todas las criaturas
celestiales y terrenas, María está unida en la raza de Adán a todos los hombres,
necesitados de salvación; sin embargo, como Madre de Cristo y de sus miembros, le es
reconocido un puesto singular en la Iglesia, de la cual es figura (LG 53).

La Iglesia en Otros Documentos

He aquí en síntesis la doctrina de la Constitución dogmática sobre la Iglesia del


Vaticano II.

Pero como hemos dicho en un principio, y es necesario repetirlo, para comprender


mejor lo que es la Iglesia, hay que tener presente los otros documentos conciliares.
Aunque no nos es posible hacerlo en forma exhaustiva, conviene que toquemos
solamente algunos puntos más sobresalientes.

Sintetizando a lo máximo, podemos decir que el Concilio nos presenta una Iglesia que:

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• Dialoga

Se trata de una actitud nueva sumamente evangélica de una Iglesia que percibe los
logros y fracasos del mundo para leer en ellos los signos de los tiempos y buscar la
respuesta inspirada. Toda la constitución pastoral "Gaudium et spes" pone a la
Iglesia en un estado de diálogo.

b)Escucha

Antes de ser maestra, la Iglesia escucha la Palabra de Dios. La constitución dogmática


sobre la divina revelación "Dei Verbum", elimina todo prejuicio en contra de la Biblia
y demuestra la necesidad que hay de escuchar la Palabra de Dios. "Es tan grande el
poder y la fuerza de la Palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la
Iglesia, firmeza
de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual (DV
21). Es necesario tener presente que la misma Constitución dogmática une la
Escritura con la Tradición: "La Tradición y la Escritura constituyen el depósito
sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia" (DV 10). El mismo número
concluye: "La Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan de
Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros" .

c) Ora y celebra

Otra Constitución, la "Sacrosanctum Concilium" presenta a la Iglesia como una


comunidad orante. La oración oficial de la Iglesia se llama Liturgia. En ella "Cristo
asocia consigo a su amadísima esposa la Iglesia". "Toda celebración litúrgica, por
ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada
por excelencia, cuya eficacia,

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con el mismo titulo y el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia"
(SC7).

d) Evangeliza

"Ad Gentes", decreto sobre las misiones, es uno de los más bellos documentos
conciliares. Aquí encontramos principios doctrinales y exhortaciones de gran
importancia. El primer capítulo se abre afirmando categóricamente: "La Iglesia
peregrinante es, por su naturaleza, misionera, puesto que toma su origen de la
misión del Hijo y de la misión del Espíritu Santo, según el propósito de Dios Padre"
(AG 2).

En este decreto se habla específicamente de llevar el mensaje de salvación a los


pueblos que no lo conocen, mediante la participación y empeño de toda la Iglesia:
"Todos los fieles, como miembros de Cristo vivo, incorporados y asemejados a El
por el Bautismo, por la Confirmación y por le Eucaristía, tienen el deber de cooperar
a la expansión y dilatación del Cuerpo de Cristo para llevarlo cuanto antes a la
plenitud" (AG 36).

Conclusión

Ciertamente estas ideas ayudan a tener un conocimiento más exacto de lo que es o


debe ser la Iglesia. Pero, más que nada, nos animan a profundizar nuestro
conocimiento mediante un estudio más detallado de los documentos conciliares. A
nadie, de los que se sienten empeñados en la actividad apostólica, deben faltar
estos documentos, para estudiarlos y consultarlos en su momento oportuno.

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PRINCIPALES CONCEPTOS DE ESTA LECCION

4.Es dificil resumir en una definición la realidad de la Iglesia. La Constitución dogmática Lumen
Gentium nos da una descripción, que convendrá aprender de memoria.

6.Abundan las imágenes bíblicas, que sirven para comprender mejor la misión de la Iglesia.
Refiéndose a las Iglesias que no viven en comunión con la católica, el Concilio exhorta a dar más
importancia a lo que nos une, y a orar, esperar y trabajar por la unidad de todos los hombres.

8.Hablando de la jerarquía eclesiástica, el Concilio dice que "los ministros están revestidos de
potestad sagrada para el servicio a los hermanos".
Al Papa lo define como "el principio y fundamento de la unidad total tanto de los obispos
como de los fieles.
Los obispos son "vicarios y legados de Cristo" y los sacerdotes sus principales
colaboradores”.

12.Los laicos son los fieles que, consagrados a Cristo por el bautismo, pertenecen al Pueblo de
Dios, y participan del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo.

14.Dentro de la Iglesia los religiosos tienen un papel importante. Estos consagran su vida al bien

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PRINCIPALES CONCEPTOS DE ESTA LECCION (cont.)

de toda la Iglesia con su apostolado y su testimonio.

5.Un lugar importante ocupa en nuestra consideración la "Iglesia Celestial". A este


propósito, un capítulo especial es dedicado a la Santísima Virgen, Madre de Dios y de la
Iglesia.

7.Teniendo presentes otros documentos, descubrimos a una Iglesia que dialoga,


escucha, ora y evangeliza.

9.Es importante ponerse ante esta imagen que el Concilio nos presenta de la Iglesia
para ver cómo sintonizamos con ella.

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Lección V

RESUMEN HISTORICO DE LA IGLESIA

El día de Pentecostés, la Iglesia fundada por Cristo inició su marcha en la historia de la


humanidad. El libro de los Hechos y las cartas de los Apóstoles nos ofrecen datos
suficientes para conocer la vida de casi todo el primer siglo. Otras fuentes completan
estos informes, pero de una manera muy limitada.

La predicación de los apóstoles y sus seguidores invade la sociedad del Imperio


Romano, haciendo mella en la vida de los humildes: mujeres, niños y esclavos. El
mensaje evangélico tiende a ir contra la corriente. Rechaza una religión reservada a un
pequeño número de iniciados. Sus exigencias morales se oponen al desprecio de los
esclavos, al relajamiento sexual, al afán de lujo y del dinero, que marcan a menudo a la
sociedad imperial. Esto nos explica el porqué de la lucha del imperio contra el
cristianismo. Pero, las persecuciones no debilitaron la vida de la Iglesia, sino que la
reforzaron con el testimonio de los mártires, cuya sangre es semilla de nuevos y
valientes cristianos.

Por amor a la verdad, hay que decir que los dos primeros siglos no conocieron una
persecución general ni una ley

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concreta relativa a los cristianos. Las persecuciones fueron locales y limitadas en el
tiempo.
El primer emperador que persiguió a los cristianos fue Nerón, quien en el año 64
condena a muerte a los que están en la capital, culpándoles injustamente del incendio
de Roma. Los apóstoles Pedro y Pablo fueron víctimas de esta persecución. Luego
siguen las persecuciones de Trajano (98-117), de Marco Aurelio (161-180), de Decio
(249-251), de Valeriano (253-260). La última y más terrible persecución fue ordenada
por Diocleciano y duró desde febrero del 303 hasta el 313. El número de cristianos
alcanzaba ya en ese tiempo casi el 50% de la población
El "edicto de Milán", firmado por Constantino y Licinio (313), pone fin a la persecución e
inicia un largo tiempo de bonanza y hasta de favoritismo para el cristianismo.

Mirada Introspectiva

¿Cómo se fue desarrollando y estructurando la Iglesia en este tiempo?


La proclamación de la fe en Jesús, el testimonio de vida y la enseñanza de la palabra de
Dios están en primer plano. La edad posapostólica está penetrada profundamente por el
valor santificador de la palabra y de la predicación que culminan con la celebración del
Bautismo y de la Eucaristía.

Comunidades Paulinas

Las comunidades paulinas se nos presentan animadas más por la riqueza de los
carismas que por formas jurídicas.

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En la primera carta a los Corintios leemos: "Ahora bien, vos­otros sois el cuerpo de
Cristo, y sus miembros cada uno por su parte. Y así los puso Dios en la Iglesia,
primeramente como apóstoles; en segundo lugar como profetas; en tercer lugar como
maestros; luego, los milagros; luego, el don de las curaciones, de constancia, de
gobierno, de diversidad de lenguas" (1Co 12,27-28).

Como se puede ver de éste y de muchos otros textos, Pablo concibe la Iglesia como un
organismo vivo y animado por los carismas del Espíritu Santo, no como una
organización. El fervor de los recién convertidos facilitaba la acción del Espíritu de
Cristo. Las comunidades eran activas, crecían y se multiplicaban.

No obstante, Pablo no lo dejaba todo a la acción de cada cual. Sentía la necesidad de


discernir los carismas y de intervenir con autoridad para dar órdenes, que eran
acatadas por la gran autoridad moral que le reconocían.

Con la desaparición de Pablo, estas comunidades necesitan algo más institucional para
no desviarse del camino.

Primer Desarrollo

Los Hechos de los Apóstoles y las "cartas pastorales" nos hablan de obispos, presbíteros
y diáconos. Los obispos eran elegidos por toda la comunidad o con su consentimiento.
Pero, esta elección no era suficiente. Se necesitaba, además, la imposición de manos
con la oración.

Desde finales del siglo II aparece la instrucción en común, que posteriormente daría
origen al catecumenado.
Nacen las escuelas de catequistas. La primera fue la de Alejandría, a la cual siguen las
de Antioquía, Cesarea, Edesa, Jerusalén, Roma y Cartago.

El Bautismo se fija durante el II siglo en la fiesta de Pascua, después de una larga


preparación. Según nos informa la Didaké (7) el bautismo se practicaba por inmersión,
con el significado teológico de consepultura y conresurrección en nombre de Cristo.

Según la "Tradición de Hipólito" (inicios del III siglo) los adultos que recibían el
bautismo eran recomendados por un padrino; los candidatos entran en el
catecumenado, que duraba tres años, después de un examen de su conducta moral.

En la Iglesia todos son discípulos del Señor y hermanos entre sí. Sus responsables, que
al principio se les llamaba apóstoles, profetas y doctores (Ef 4, 11-12), terminan por ser
epíscopos (obispos), presbíteros y diáconos. La cabeza de todos es el Obispo. Todavía
no se les llama Sacerdotes. Son ministros de Dios al servicio de la comunidad. Se
subrayaba más lo que unía que lo que separaba a estos ministros de los demás
cristianos.

Los laicos, hasta el siglo III, guardan y administran la Eucaristía y ejercen normalmente
el ministerio de la educación de la fe; participan en las elecciones de los presbíteros y
obispos y en la administración de los bienes eclesiásticos. En muchas diócesis existe
para este fin un consejo de laicos, denominado seniores laici.

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La Figura del Obispo

Durante los siglos II y III se va marcando cada vez más la separación entre el "clero" y
el pueblo. Es en este tiempo cuando la figura del Obispo destaca como la de un
monarca, es decir, el único responsable de la Iglesia local. Son las cartas de san Ignacio
de Antioquía las que nos presentan por primera vez esta imagen del Obispo. Los
presbíteros están totalmente subordinados a él y en estrecha vinculación a su persona;
los diáconos constituyen el tercer grado de participación en el ministerio eclesiástico.

En la carta escrita a los cristianos de Esmima, san Ignacio advierte: "Que nadie haga
nada en la Iglesia sin contar con el Obispo; que únicamente se tenga como legitima la
Eucaristía que se haga bajo la presidencia del Obispo o de aquel en quien haya
delegado..., el que hace algo sin ponerlo al conocimiento del Obispo sirve al diablo" (8,
1; 9,1).

Es también san Ignacio de Antioquía quien usa por primera vez la expresión "Iglesia
Católica".

Evidentemente, no se puede pensar que esta concepción de la Iglesia surge


improvisamente, o es obra de san Ignacio. Es lógico que fue cuajando poco a poco y
debido a que circunstancias históricas obligaron a llegar a una organización bien
definida y más rígida.

Estas circunstancias parece haberlas creado los gnósticos del II y III siglo. Se trata de
herejes que amalgamaban doctrinas judías y paganas con los dogmas cristianos.
Aunque reconocían a Cristo como portador de la revelación, negaban su realidad
histórica; negaban también la creación como obra

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de Dios mismo y rechazaban el Antiguo Testamento; anulaban la expectativa cristiana y
la realización escatológica.

En la controversia con los gnósticos pasaba a primer plano el problema de señalar con
claridad quiénes eran los auténticos portadores de la tradición apostólica. Era necesario
demostrar la sucesión apostólica de cada Obispo, Este era el argumento principal de
autenticidad de la doctrina. No se admitían novedades fantasiosas, sino apego a las
enseñanzas de los apóstoles. Desde este momento los Obispos se llamarían
"apostólicos". Ellos son la garantía de la auténtica doctrina cristiana y de la unidad de la
fe entre las diferentes Iglesias.

Hacia el año 215, el presbítero romano Hipólito escribe una obra titulada "Tradición
Apostólica" en la cual se legitima y se funda la diferencia entre el clero y el resto de los
fieles. Los obispos, presbíteros y diáconos reciben, mediante la Imposición de manos,
una capacidad especial de hacer ciertas cosas. Se considera como una clase escogida y
consagrada por Dios para ejercer los diferentes ministerios eclesiásticos.

Esta obra de Hipólito es el primer ordenamiento de la Iglesia que se conoce.

El Sucesor de Pedro

La historia nos enseña que Pedro fue a Roma, "capital del mundo" conocido, y murió
mártir en la persecución de Nerón el año 64 d. C.

En la sucesión de Pedro juegan dos factores de gran importancia: el primado de este


apóstol sobre los demás y la importancia de la sede de Roma. Estos dos elementos

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sirvieron para que los sucesores de los otros apóstoles miraran al Obispo de Roma
como el mayor de todos. A él recurrían para resolver ciertos problemas o para escuchar
una palabra definitiva sobre cuestión de fe.

Hacia el año 90 una penosa cuestión agitó a la Iglesia de Corinto. Entonces se recurrió
a Clemente, Obispo de Roma, el cual intervino con una carta llena de autoridad.

"Aquellos que no estén dispuestos a obedecer caerán en grave pecado. Vosotros nos
procuraréis alegrías y júbilo si obedeciendo a lo que nosotros os hemos escrito por el
Espíritu Santo reprimiréis el ardor malo de vuestros resentimientos”.

De este modo se solucionó el conflicto.

Cuando el Papa Clemente escribió esta carta todavía vivía el apóstol Juan en la cercana
ciudad de Efeso; estaban vivos muchos sucesores del apóstol Pablo, el evangelizador de
Corinto. Sin embargo fue el Obispo de Roma el que intervino con autoridad. Durante
muchos años se conservó esta carta del Papa, que era leída en las asambleas litúrgicas
como un documento sagrado.

Tanto el Obispo de Roma como los demás teman conciencia de esta supremacía del
sucesor de Pedro. El Papa san Dámaso I (366-384) decía: "La Iglesia de Roma ejerce su
autoridad sobre los demás, no porque lo digan los concilios, sino por la palabra de
Nuestro Señor y Salvador en el evangelio, pues a ella le concedió la primacía cuando
dijo: "Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia". Su sucesor, san Siricio
(384-399) invita: "Sigan todos los sacerdotes esta norma del Papa si no quieren
desviarse de aquel sólido fundamento sobre el cual Cristo fundó la Iglesia".

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Se hizo célebre la frase de san Agustín (354-430): "Roma locuta, causa soluta", que
quiere decir: "Roma ha hablado, la cuestión se ha resuelto".

La elección del Papa, hasta final del siglo V, se hacía por el clero y el pueblo romano,
pero desde principio del siglo VI empezaron a intervenir decididamente en su
designación las autoridades civiles.

Época Patrística (ss. IV - VII)

Con el edicto de Milán (313) caen todos los obstáculos a la evangelización y


encontrarnos cristianos entre magistrados, filósofos y gobernadores de provincia. Pero,
al cesar la persecución disminuye el martirio y el testimonio; se dan conversiones
masivas y se debilita la misión y el catecumenado; se erigen nuevos templos y
aumenta la solemnidad en el culto; retrocede la participación del pueblo y cobra
predominio el cuerpo sacerdotal. Además de todo eso, el Estado interviene en la vida de
la Iglesia y ésta se convierte en soporte ideológico del Estado. En el año 380, con el
emperador Teodosio, el cristianismo se convierte en religión de Estado.

Al lado de estos aspectos negativos de la época, encontramos la acción de los Padres,


quienes combaten las herejías y exponen la doctrina de la salvación con profundidad,
siguiendo las Sagradas Escrituras. Tanto en Oriente como en Occidente hay excelentes
predicadores, cuyas homilías han llegado hasta nosotros.

Mientras dura la época patrística, el cristianismo tiene un sello misionero.

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Sin embargo, decae poco a poco el ministerio profético y la liturgia queda anclada
desde el siglo VII en el latín, lengua que el pueblo ya no entiende; las insignias y gestos
imperiales son apropiadas por los Obispos y el Papa, y las relaciones entre clero y laicos
pierden su carácter religioso y adquieren un sello Jurídico.

Los Concilios de este período

Para contrarrestar las herejías que iban surgiendo se celebraron algunos concilios
ecuménicos de trascendental importancia. He aquí un resumen:

•El Concilio de Nicea (325) definió la doctrina sobre la divinidad de la Segunda Persona
de la Santísima Trinidad el Hijo, el cual ha existido siempre desde toda la eternidad; es
Igual al Padre. Los herejes que negaban esto eran los arrianos.

•El Concilio I de Constantinopla (381) definió la doctrina sobre el Espíritu Santo, al


declarar que es Dios, igual al Padre y al Hijo. Quienes negaban esta doctrina eran los
macedonios. También este concilio rechazó a los apolinaristas que se resistían a aceptar
el hecho de que Jesús fuese también hombre.

•El Concilio de Efeso (431) definió la doctrina de que en Jesús, hombre y Dios, hay sólo
una Persona divina y, por tanto, la Santísima Virgen no es sólo madre del cuerpo de
Jesús, sino de su Persona y debe ser venerada con el título de Madre de Dios. Quienes
negaban todo esto eran los nestorianos.

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4. El Concilio de Calcedonia (451) declaró que Jesucristo es al mismo tiempo verdadero
Dios y verdadero hombre. Fueron condenados los monofisistas, es decir los que
admitían que en Cristo había solo la naturaleza divina, sin la humana.

Gracias a la celebración de estos concilios fue aclarándose la doctrina de la Iglesia.


Todo esto fue fruto de un apasionado amor por la verdad en el cual sobresalieron
algunos hombres excepcionales por su doctrina y su virtud, que Dios suscitó en su
Iglesia. Recordemos algunos de ellos" san Atanasio de Alejandría, san Basilio, san
Gregorio Nacianceno, san Ambrosio, san Agustín, san León Magno y san Dámaso. Sus
escritos siguen orientando el pensamiento de los cristianos. A estos pastores, y a otros
más se les conoce con el título de Padres de la Iglesia.

Época Medieval (ss. VIII-XV)

En este tiempo, la Iglesia sufre en la fe la crisis estructural de la sociedad


contemporánea. En los nueve siglos que van del final del imperio romano hasta la
aparición de los estados nacionales europeos, los pueblos nórdicos invaden el sur de
Europa, cuya población es cristiana, destruyendo cuanto encontraban en su avance.

En 1054, por motivos más políticos que religiosos, la Iglesia sufre la ruptura conocida
como el cisma de Oriente: la Iglesia ortodoxa de Constantinopla se separa de Roma.

Limitada la Iglesia al mundo occidental, el concepto de cristiandad tiene un matiz


claramente estatal o imperial, es vivida a la vez como realidad eclesiológica y política.

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Hay dos autoridades que a veces se mezclan y a veces una logra el primado sobre la
otra.

La lucha por la libertad de la Iglesia ocupa casi todo el pontificado de Gregorio VII
(1073-1085) "El papado --afirma Y. Congar-- tuvo éxito en sus tentativas y consiguió
una de sus victorias más trascendentales ... La Iglesia volvió a recuperar su
singularidad como comunidad original, autónoma y plenamente espiritual".

Predomina en este tiempo la concepción de la Iglesia como institución sociológica,


controlando el aspecto religioso y político de la sociedad. Esto se explica por la
debilidad o incapacidad del poder político. Se consideran enemigos de la fe hacia afuera
los musulmanes y hacia adentro los herejes; de ahí la Importancia que cobran las
cruzadas y la inquisición.

A partir de Gregorio VII, se desarrolla una eclesiología del gobierno jerárquico y de la


autoridad del Papa. Sólo el Romano Pontífice es considerado fuente de toda
determinación de la vida del pueblo cristiano.

Bajo el aspecto pastoral, la predicación en este tiempo opera un cierto cambio: no se


insiste en la importancia de la palabra, del Kerigma o de la fe. Esto se debe también a
la mala preparación exegética del clero, elegido por los príncipes. La catequesis de
adultos desaparece con el catecumenado. La fe se transmite de padres a hijos mediante
unas prácticas religiosas y el aprendizaje de memoria de algunas fórmulas, como el
credo, el padrenuestro y el decálogo.

La diócesis y la parroquia, más que campos de misión, son deseados como auténticos
beneficios económicos.

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Un caso particular de reforma cristiana la encontrarnos en las órdenes mendicantes de
Santo Domingo de Guzmán y de San Francisco de Asís.

La inquisición nace hacia los años 1220-1230, con la idea de llevar a cabo una
investigación (inquisitio) de los herejes para aplicarles el "castigo requerido".
Vaciándose la cristiandad del sentido evangélico, recurre a estructuras represivas.

Época Moderna (ss. XVI • XVII)

Antes de que Lutero llevase a cabo en el s. XVI la reforma protestante, ya se había roto
la unidad religiosa medieval.

El nuevo humanismo exalta al hombre, y el protestantismo de Lutero pone en crisis la


necesidad y función del aparato institucional de la Iglesia. La eclesiología de la
institución es sustituida por una eclesiología más espiritualista y personalista de la "sola
fe", de la "sola palabra de Dios" y del "solo sacerdocio universal de los fieles". De este
modo, la reforma protestante sitúa la palabra por encima del sacramento el sacerdocio
de los fieles sobre el sacerdocio jerárquico y las iglesias locales en un plano superior a
la Iglesia universalista de Roma.

Para dar una respuesta a las herejías de Lutero, la Iglesia se reúne en Concilio en
Trento (1545-1563). Se intenta una revisión profunda de la doctrina y pastoral de la
Iglesia. La eclesiología tridentina pone de relieve el aspecto institucional y visible de la
Iglesia. San Roberto Bellarmino, quien es el

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más representativo de esta eclesiología, define así la Iglesia:
"Es la sociedad de hombres unidos por la profesión de la verdadera fe, la comunión de
los mismos sacramentos y bajo el gobierno de los legítimos pastores, principalmente del
único vicario de Cristo sobre la tierra, el Romano Pontífice”.

Aquí no se habla de "Misterio de Salvación", debido a que la preocupación fundamental


de la Iglesia en aquel tiempo era la respuesta a la protesta de Lutero. Por el mismo
motivo, los Padres conciliares aconsejaban prudencia en la lectura de la Biblia y
atención a la buena orientación de las devociones populares.

En el campo litúrgico se unifica el rito latino-romano con la publicación del Breviarium


romanum (1568), el Missale romanum (1570), el Pontifical romanum (1596), el Caere­
moniale episcoparum (1600) y el Rituale romanum (1614). Se mantiene el latín frente a
la decisión protestante de celebrar en la lengua del pueblo. En oposición a la
espiritualidad de los reformadores, la pastoral católica gira en tomo a la presencia real
del Santísimo Sacramento, la devoción a la Virgen, la Misa como sacrificio y el
Sacerdocio jerárquico.

El concilio de Trento se preocupa de restaurar la misión pastoral espiritual del obispo,


quien debe residir en su diócesis. Para los sacerdotes se fundan los seminarios
diocesanos; se hace obligatoria la incardinación en una diócesis.

El principalísimo oficio de los obispos y sacerdotes es la predicación. La catequesis de


los adultos se tiene normalmente el domingo por la tarde. La catequesis de los niños se
da los domingos y días festivos.

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Época de la Ilustración y del Liberalismo (ss. XVIII • XIX)

Como hemos visto, la eclesiología postridentina se mueve, en primer lugar, en un clima


de confrontación polémica con el protestantismo. Es una eclesiología de diferenciación
más que de integración: la atención se centra en lo que separa y no en lo que une. No
se desarrolla la dimensión hacia fuera en relación al mundo. Hay una oposición casi
irreductible entre la Iglesia y el mundo, entendido como poderío y presencia del mal.
Otro aspecto negativo que hay que destacar es que la eclesiología postridentina
descuida situar a la Iglesia en la perspectiva de la historia de salvación. Por esta razón
el pueblo desconoce la Biblia y no comprende la liturgia.

La Iglesia, que se confunde con la jerarquía, ejerce con fuerza la autoridad, y los
seglares se limitan a obedecer.

La catequesis entra en el s. XVIII en una nueva fase, pero el interés se centra en la


pedagogía, no en el contenido. En este tiempo de ilustración y racionalismo, el peligro
inteleetualista es evidente, tanto en el catecismo como en teología. La liturgia queda
estancada hasta la renovación benedictina de Solesmes. No sorprende, pues, que en
este tiempo se predique durante toda la misa, salvo en el momento de la consagración.

Mientras el Estado es absolutista, los eclesiásticos se convierten en meros funcionarios


religiosos al servicio del sistema dominante. Un retraso enorme se origina en la pastoral
social al reducirse la moral a una cuestión individual.

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Después de la revolución francesa hay un intento de renovación eclesiástica y pastoral
bajo la influencia del romanticismo, pero no progresa.

En el siglo XIX al debilitarse la influencia de la Iglesia en la sociedad secular, se buscan


nuevos métodos pastorales mediante cofradías y asociaciones que se preocupan sólo de
la vida espiritual.

Son pocos los que proponen soluciones sociales, hasta que León XIII, en 1892, publica
la famosa encíclica Rerum Novarum.

La formación pastoral de los Sacerdotes es deficiente porque lo es su preparación


teológica, basada en los manuales apologéticos. La Iglesia es estudiada en un tratado
de derecho público-eclesiástico en el que sólo interviene la autoridad del magisterio, las
leyes canónicas y la jerarquía.

Primera Mitad del Siglo XX

La renovación del pensamiento cristiano tiene sus inicios a fines del siglo pasado con la
influencia de tres grandes teólogos: J. A. Mohler (1838), M. J. Scheeben (1888) y J. H.
Newman (1890).

Entre 1880 Y 1900 empieza la renovación bíblica, litúrgica, patrística y social.

Pío X (1903-1914), al principio del siglo, sienta oficialmente las bases de la renovación
eclesial con su expresión "revertimini ad fontes" (volvamos a las fuentes). Unos 15 años
más tarde, el protestante Karl Barth pronuncia otra consigna

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no menos decisiva: "regressus ad verbum divinum" (regreso a la palabra divina). Los
teólogos más notables de este siglo tienen sensibilidad pastoral, amor a la palabra de
Dios y deseo de inculturación del Evangelio. Merecen ser recordados Y. Congar, Karl
Rahner, M. D. Chenu, H. De Luboc. Estos y muchos otros fueron los que sembraron
inquietud teológica antes del concilio Vaticano II y durante el mismo fueron los
principales maestros.
Pero el mérito principal de comprender la necesidad de un nuevo concilio y de iniciarlo
se debe al Papa Juan XXIII.
PRINCIPALES CONCEPTOS DE ESTA LECCION

4.El día de Pentecostés, la Iglesia inicia su marcha en la historia de la humanidad.


La predicación de los apóstoles y sus seguidores invade la sociedad del
Imperio Romano, haciendo mella en la vida de los humildes.

7.Las comunidades paulinas se nos presentan animadas más por la riqueza de los
carismas que por formas jurídicas.

9.Poco a poco se siente la necesidad de establecer normas para una mejor


organización.
Al principio, los responsables, a quienes se les llamaba apóstoles, profetas y
doctores (Ef 4,11-12) terminan por ser obispos, presbíteros y diáconos.

12.En tiempos de San Ignacio de Antioquía, el obispo adquiere gran importancia y es la


autoridad máxima de la Iglesia local. Los laicos van, poco a poco, perdiendo fuerza.

5. Desde un principio, el sucesor de Pedro, obispo de Roma, es reconocido como


jefe de los otros obispos.
Una carta del Papa Clemente (90 a. C.) documenta esa aceptación.

6. Gran importancia tienen los "Padres de la Iglesia" por su acción apostólica y


por su doctrina. Fueron ellos …
PRINCIPALES CONCEPTOS DE ESTA LECCION (cont.)

los que promovieron y animaron los principales concilios de la época: Nicea,


Constantinopla, Efeso, Calcedonia.

7. En la época medieval predomina la concepción de la Iglesia como institución


sociológica, controlando el aspecto religioso y político de la sociedad.

8. El nuevo humanismo del siglo XVI encuentra a la Iglesia débil de valores, y


los ataques de Lutero la debilitan más, hasta llegar a la separación de grandes
masas.
El Concilio de Trento procura curar las heridas que sufre la Iglesia.

9. Después del Concilio de Trento, la Iglesia vive en un clima de confrontación


polémica con el protestantismo y de oposición con el mundo.
Además, la Iglesia se confunde con la Jerarquía y ejerce con fuerza la
autoridad, mientras que los laicos se limitan a obedecer.

10. La primera mitad del siglo XX asienta, con Pío X, las bases para volver a los
orígenes. Se siente la necesidad de renovar la Iglesia mediante un Concilio.

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