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La regla del Pacta Sunt Servanda (los pactos son ley entre las partes), cuya
formulación se debe a Cicerón, tiene su origen en el derecho romano, de
donde deriva al derecho natural escolástico medieval, y en los
iusnaturalistas protestantes, siendo hoy aceptada como norma del
Derecho Internacional.
Se trata de una norma universalmente reconocida que constituye el fundamento
moderno de la obligatoriedad de los tratados internacionales, de un principio
fundamental reiteradamente afirmado en la práctica así como en la jurisprudencia
internacional, tanto arbitral como judicial.
Asimismo, son numerosos los instrumentos internacionales que han consagrado este
principio.
En el preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas, se establece: "Nosotros los Pueblos de las
Naciones Unidas (estamos) resueltos [...] a crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse
la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados [...". De igual forma, el artículo
3, literal b de la Carta de la OEA reafirma que "el orden internacional está esencialmente
constituido [...] por el fiel cumplimiento de las obligaciones emanadas de los tratados".
Finalmente, tenemos el artículo 26 de la Convención de Viena de 1969 que expresamente
señala: "Todo tratado en vigor obliga a las partes y debe ser cumplido por ellas de buena fe".
En consecuencia, la fe debida a los tratados debe ser sagrada e
inviolable, pues las relaciones internacionales serían imposibles entre
los Estados si estos no estuviesen profundamente convencidos de
que es un deber sagrado el de respetar los pactos.
El Principio de la Buena Fe