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• En el centro se
observa mangle
talado en el estero
Ixtán. En primer
plano, las aguas del
estero. Atrás, la
mancha negra es una
piscina para el cultivo
de camarón. Esta tala
es muy reciente.
El manglar en Champerico
Manglar versus camarón
La zona de manglar en Champerico no es de gran
extensión. Normalmente ocupa las riberas de esteros y
lagunas, y algunos pequeñas manchas aisladas, ya sea
tierra adentro en lugares inundables, o en el centro de
lagunetas y esteros. El ecosistema ha sido tan diezmado,
que algunos mapas generales de distribución del manglar
en Guatemala ni siquiera reflejan los últimos reductos de
este ecosistema que quedan en Champerico.
Sin embargo, a pesar de su reducido tamaño, el manglar
juega un papel fundamental en la vida de los pobladores
locales y en los ecosistemas aledaños. La falta de
oportunidades de trabajo ha llevado a una gran cantidad
de la población de Champerico a buscar su sustento en los
recursos que le da el manglar, los esteros y lagunas.
Los usos más comunes del manglar y sus ecosistemas
son la extracción de leña, materiales de vivienda y, la más
importante, la pesca. Se estima que cerca del 70 % de la
población de Champerico se alimenta de la pesca de los
esteros, lagunas y del mar. Hay cerca de dos mil
pescadores que generan los recursos de vida para sus
familias de esta actividad. El manglar es tan importante
para ellos, que afectarlo supone afectar su última forma de
sobrevivir.
La actividad camaronera ha venido a perturbar a una gran
mayoría de la población de Champerico. El manglar es
escaso en el área y no produce suficiente para soportar la
actividad extractiva de los pescadores artesanales y a la vez
a la industria. El caso de Champerico demuestra que los
ecosistemas son limitados en su producción de bienes, por
lo que planificar su uso de forma racional es de extrema
prioridad. Las empresas camaroneras menoscaban
enormemente la capacidad de producción del ecosistema y,
en la mayoría de las ocasiones, lo degrada de forma
irremediable. Una sola empresa compite con los recursos
que dan de vivir a toda una población. Con el paso de los
años, las piscinas camaroneras se ahogan en su propia
contaminación, por lo que son abandonadas y a su paso no
queda más que un ecosistema destruido y unas
comunidades locales empobrecidas hasta límites extremos.
La actividad camaronera. El caso de Camarones del Sur,
S.A. (Camarsa)
Incumplimiento de la Licencia de acuicultura industrial
El contrato entre el Estado y la empresa
El 22 de septiembre de 1992, el Ministerio de Agricultura, a
través del entonces viceministro, Carlos Gándara, firma un
Contrato de Concesión de Licencia Especial de Acuicultura
Industrial, mediante el cual autoriza a la empresa Camarones
del Sur Sociedad .Anónima (Camarsa) para desarrollar
programas de cultivo de peces, moluscos y crustáceos
especialmente camarón (sic), en el área de Champerico (ver
anexo 1). La licencia tiene una duración de 10 años,
prorrogables por un periodo igual de tiempo, siempre que se
haya cumplido con los requisitos establecidos en las leyes y
reglamentos que rigen la actividad acuícola y se cuente con
dictamen técnico favorable emitido por DIGESEPE. A la vez,
el contrato advierte que la actividad se debe realizar sin
perjudicar intereses de terceras personas.
Dentro de las obligaciones contractuales a las que se
compromete el representante legal de Camarsa están:
1) Acatar las disposiciones legales (...) sobre el cierre de barras
que modifiquen o transformen el curso natural de las aguas
dulces, salóbregas y saladas (cláusula tercera, numeral b).
2) Acatar las disposiciones legales vigentes, principalmente
vedas y otras relacionadas con la protección y conservación de
los recursos pesqueros (cláusula tercera, numeral f).
Por su parte, el Ministerio de Agricultura adquiere el
compromiso de supervisar en todo tiempo las actividades
autorizadas al concesionario (cláusula quinta). En la cláusula
octava, se establece que el contrato se dará por terminado en
forma anticipada por incumplimiento de las obligaciones que
en él adquiere el concesionario.
Irregularidades desde el inicio
En 1992 existían dos disposiciones legales que establecían claramente
la obligación de realizar una evaluación de impacto ambiental previa al
inicio de la actividad camaronera. La primera, vigente en la actualidad,
es el Decreto Legislativo 68-86, Ley de Protección y Mejoramiento del
Medio Ambiente. La segunda era la anterior Ley Forestal, Decreto 70-89,
y su Reglamento, Acuerdo Gubernativo 961-90.
La Ley de Protección y Mejoramiento del Medio Ambiente, Decreto
Legislativo 68-86, establece en el artículo 8° que toda actividad que
pueda producir deterioro en el ambiente debe contar con una evaluación
de impacto ambiental, que ha de ser aprobada por la Comisión Nacional
del Medio Ambiente (CONAMA). Desde que en el 2001 se creó el
Ministerio del Ambiente, la facultad de aprobar y supervisar estudios de
impacto ambiental le corresponden a éste. Según se ha visto, antes de
iniciar operaciones, Camarsa debería haber presentado el estudio de
impacto ambiental para su aprobación. Sin embargo, la empresa no
realizó este trámite. El incumplimiento de esta obligación legal es una
razón suficiente para considerar que las operaciones de Camarsa son
irregulares desde el principio.
Por otra parte, en 1992 estaba vigente La Ley Forestal Decreto 70-89 y su
Reglamento, aprobado mediante el Acuerdo Gubernativo 961-90. El Reglamento
de la Ley Forestal de entonces establecía claramente, en su artículo 29, que
cualquier actividad que se realizara dentro en los manglares debía contar con un
estudio que demuestre que no va a dañar el manglar, aprobado por la Dirección
General de Bosques y Vida Silvestre (DIGEBOS). En este caso, la existencia de la
norma específica para el manglar despeja cualquier duda con respecto a si la
actividad de Camarsa debía haber contado con estudio de impacto ambiental.
Uno de los conflictos que salieron a la luz a principios de mayo del 2001 entre los
pescadores artesanales de Champerico y Camarsa, es que aquellos aseguran
que la empresa camaronera está contaminando los esteros y matando las
especies que viven en ellos. La respuesta de Camarsa ante este señalamiento ha
sido exigir que los pescadores comprueben la contaminación y asegurar que su
actividad es limpia. Sin embargo, en este caso - debido a las dos leyes antes
mencionadas- la actividad camaronera tiene la obligación de estudiar los impactos
que va a causar, proponer medidas de mitigación y llevarlas a la práctica. En otras
palabras, las leyes guatemaltecas presumen que una actividad de esta naturaleza
produce daños al ambiente, por lo que Camarsa no tiene ninguna justificación
para pedir que terceras personas demuestren la contaminación que produce.
A pesar de lo anterior, Trópico Verde – ParksWatch Guatemala, junto con los
pescadores artesanales, realizaron varias investigaciones en las que se pudo
comprobar que existe contaminación de los esteros y un grave incumplimiento de
las leyes ambientales del país. Los resultados de esta investigación se detallan
más adelante.