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TOCAD TROMPETA EN SIÓN

Joel 2:1-2
“Tocad trompeta en Sión, dad alarma en mi
santo monte. Tiemblen todos los moradores
de la tierra, porque viene el día de Jehová,
porque está cercano. Día de tinieblas y
oscuridad, día de nube y de sombra; como
sobre los montes se extiende el alba, así
vendrá un pueblo grande y fuerte;
semejante a él no lo hubo jamás, ni
después de él lo habrá en años de muchas
generaciones.” Joel 2:1-2.
DIOS ENCARGÓ AL PROFETA JOEL UNA TAREA
NADA FÁCIL: Tocar la trompeta en Sión. Sión
es la Iglesia de Dios. Y el tocar la trompeta es
la proclamación de un mensaje solemne, de
terrible amonestación.

Si bien este mensaje tenía una aplicación para


la iglesia de Dios en aquellos días, anunciando
la destrucción inminente que eventualmente
vino de parte de los Asirios y Babilonios, sin
embargo tiene una aplicación aún más plena
para nuestros días. Todo el libro de Joel es una
profecía para el tiempo del fin, anunciando la
venida del “gran día de Jehová”.
La orden de tocar trompeta en Sión va
especialmente dirigida a los ancianos, a los
ministros de Dios (vea Joel 1:2, 13)
puesto que ellos son los encargados de
alertar al pueblo, siendo los guardianes
espirituales, los atalayas sobre los muros
de Sión.

La apostasía en la iglesia Ha
llegado a ser la norma
Aquí el mandato de Dios a los ancianos y
ministros de su pueblo es de hacer sonar la
alarma en Su Iglesia, esto es la Iglesia
Adventista del Séptimo Día. La urgencia de
hacer sonar la trompeta es “porque viene el
día de Jehová, porque está cercano.”
(Joel 2:2) Esto nos confirma que este mensaje
se aplica especialmente a nuestros días,
justamente antes del cierre del tiempo de
gracia. Todavía estamos en el “día de gracia”,
el “día de salvación”, pero pronto viene “el día
de Jehová”, el “día del juicio”. Muy pronto el
tiempo de gracia concluirá y el “gran día de
Jehová” comenzará: el día de los juicios de
Dios.
En primer lugar, porque los tiempos en que nos
toca vivir como iglesia son tiempos
alarmantes. Y en segundo lugar, porque la
misma iglesia está pasando por condiciones
alarmantes en su mismo seno. La apostasía en
la iglesia ha llegado a ser la norma. La
condición laodicense en la iglesia es tal, que ni
podemos reconocer nuestra propia destitución
espiritual (vea Apoc. 3:14-17) Las vírgenes
que debieran estar aguardando la venida del
esposo están durmiendo y hay que
despertarlas (vea Mat. 25:1-6)

¿Por Qué Manda Dios Sonar La


Alarma en la Iglesia?
Los cultos de adoración ya no son solemnes, sino
estilo celebración, con aplausos y frivolidad. Los
mensajes no impresionan ni llevan al
arrepentimiento. “Los suaves sermones que se
predican con tanta frecuencia no hacen
impresión duradera, la trompeta no deja oír
un sonido certero. Los corazones de los
hombres no son conmovidos por las claras y
agudas verdades de la Palabra de Dios.”
Profetas y Reyes, p. 103. Las normas se han
rebajado de tal manera, que ya se arrastran por el
suelo. La música es tal, que los ángeles de Dios se
retiran doloridos y agraviados por lo que oyen en
nuestras mismas iglesias. El amor al mundo, a las
modas y a los puestos dicta todo proceder entre
los profesos hijos de Dios.
Palabra de Jehová: “¡Tocad trompeta
en Sión, dad alarma en Mi Santo
Monte! ¡Proclamad ayuno!

¡Convocad asamblea!

El verdadero siervo de Dios no puede dejar


de cumplir el cometido divino.
“Les hablarás, pues, mis palabras,
escuchen o dejen de escuchar; porque son
muy rebeldes. Mas tú, hijo de hombre, oye
lo que yo te hablo, y abre tu boca.”
Ezequiel 2:7-8.

Sin embargo, es lo terrible del día de Jehová


que se avecina, que impele y mueve a los
verdaderos atalayas a sonar la alarma en el
santo monte de Dios, sin tomar en cuenta las
consecuencias.
“Hoy también es necesario que se eleve una
reprensión severa; porque graves pecados han
separado al pueblo de su Dios. . . ¿Cuándo volverá
a oírse en la iglesia la voz de las reprensiones
fieles? Si no escasearan tanto, veríamos con más
frecuencia manifestaciones del poder de Dios
entre los hombres. Los mensajeros del Señor no
deben quejarse de que sus esfuerzos permanecen
sin fruto, si ellos mismos no se arrepienten de su
amor por la aprobación, de su deseo de agradar a
los hombres, que los induce a suprimir la verdad.
Los ministros que procuran agradar a los
hombres, y claman: Paz, paz, cuando Dios no ha
hablado de paz, debieran humillar su corazón
delante del Señor, y pedirle perdón por su falta de
sinceridad y de valor moral. No es el amor a su
prójimo lo que los induce a suavizar el mensaje
que se les ha confiado, sino el hecho de que
procuran complacerse a sí mismos y aman su
comodidad.
El verdadero amor se esfuerza en primer
lugar por honrar a Dios y salvar las almas.
Los que tengan este amor no eludirán la
verdad para ahorrarse los resultados
desagradables que pueda tener el hablar
claro. Cuando las almas están en peligro,
los ministros de Dios no se tendrán en
cuenta a sí mismos, sino que
pronunciarán las palabras que se les
ordenó pronunciar, y se negarán a
excusar el mal o hallarle paliativos.”
Profetas y Reyes, p. 103-104
Dios, sabiendo que aquellos a quienes se ha
dado la orden de tocar la alarma, los ancianos,
ministros, diáconos y todos los que son
atalayas en Sión, podrían pasar por alto la
importancia de dar la alarma, repite el
mandato nuevamente en los versículos 15 y
16:
“Tocad trompeta en Sión, proclamad
ayuno, convocad asamblea. Reunid al
pueblo, santificad la reunión, juntad a los
ancianos, congregad a los niños y a los
que maman, salga de su cámara el novio,
y de su tálamo la novia.” (Joel 2:15-16)
No es solamente el ver las normas arrastradas
por el polvo, la santa ley de Dios pisoteada y el
Santo Espíritu que inspira la reprensión
agraviado (vea Joyas de los Testim. Tomo
2, p. 65) Es el verdadero amor por las almas
en peligro que los lleva a dar el mensaje, con
inmenso amor y lágrimas.
“Entre la entrada y el altar lloren los
sacerdotes ministros de Jehová, y digan:
Perdona, oh Jehová, a tu pueblo, y no
entregues al oprobio tu heredad, para que
las naciones se enseñoreen de ella. ¿Por
qué han de decir entre los pueblos:
¿Dónde está su Dios? (Joel 2:17).
Los verdaderos siervos de Dios del cielo
sentirán las mismas emociones que pesaban
sobre el corazón del profeta Jeremías al dar su
mensaje de amonestación:
“¡Mis entrañas, mis entrañas! Me duelen
las fibras de mi corazón; mi corazón se
agita dentro de mí; no callaré; porque
sonido de trompeta has oído, oh alma
mía, pregón de guerra. Quebrantamiento
sobre quebrantamiento es anunciado;
porque toda la tierra es destruida; de
repente son destruidas mis tiendas, en un
momento mis cortinas. ¿Hasta cuándo he
de ver bandera, he de oír sonido de
trompeta? (Jeremías 4:19-21)
¿Hasta cuándo seguiremos viendo las normas
de nuestra amada iglesia siendo pisoteadas?
¿Hasta cuándo hemos de ver la bandera del
Príncipe Emmanuel arrasada por el polvo? La
bandera es arrastrada por el suelo cuando
norma tras norma es ridiculizada y violada en
la misma iglesia que una vez se enorgullecía
de honrarlas. Por eso llegó la hora de hacer oír
el sonido de la trompeta, la alarma de guerra,
porque el versículo siguiente declara:
“Porque mi pueblo es necio, no me
conocieron; son hijos ignorantes y no son
entendidos; sabios para hacer el mal, pero
hacer el bien no supieron.” (Jeremías
4:22).
El mensaje del Señor es claro y directo. Él
mismo nos dice cuál es la solución a nuestros
males:
“Por eso pues, ahora, dice Jehová,
convertíos a mí con todo vuestro corazón,
con ayuno y lloro y lamento. Rasgad
vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y
convertíos a Jehová vuestro Dios; porque
tardo para la ira y grande en misericordia,
y que se duele del castigo. ¿Quién sabe si
volverá y se arrepentirá y dejará
bendición tras Él? (Joel 2:12-14).

¿Qué Hacer en Tan Grave


Emergencia?
En infinito amor Jesús suplica a su amada iglesia
de Laodicea:
“Yo reprendo y castigo a todos los que amo;
sé pues celoso, y arrepiéntete. He aquí yo
estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi
voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré
con él, y él conmigo.” (Apoc. 3:10-20).
Si prestamos atención al mensaje de alarma
enviado por el cielo, a través del arrepentimiento y
la verdadera conversión, Dios mismo nos dice cuál
será el resultado:
“Y Jehová, solícito por su tierra, perdonará a
su pueblo. Responderá Jehová, y dirá a su
pueblo: He aquí yo os envío pan, mosto y
aceite, y seréis saciados de ellos, y nunca
más os pondré en oprobio.” (Joel 2:18-19)
La promesa es que su amado pueblo, los que
escuchen el mensaje y lo pongan por obra,
serán saciados de pan, el pan espiritual no les
faltará como hasta ahora, y el Señor les dará
el aceite de su Santo Espíritu: la lluvia tardía
(versículo 23) Por favor lee el final del
mensaje en los versículos 18 al 32. El
resultado de obedecer el sonido de la
trompeta, arrepentirnos y convertirnos de
corazón, es el perdón pleno y el
derramamiento de la lluvia tardía, y finalmente
la salvación.

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