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NUEVO TESTAMENTO

El
tiempo
de
Jesús
Emperadores de Roma: Augusto (29 a.C.-14 d.C.)
Tiberio (14-37 d.C.)
Palestina está bajo
dominación romana
desde el año 63 a. C.
(Pompeyo).
Diplomáticamente Roma
permite que sobreviva la autoridad local:
deja sobrevivir el culto del templo, la autoridad del
sumo sacerdote y el sanedrín,
exime a los judíos del servicio militar y
del culto a la imagen del emperador…

Forman un Estado teocrático, semi independiente,


pero con ocupación militar y
pesadas cargas tributarias.
Gobernantes locales:

Herodes el Grande, rey de


Galilea, Samaría, Judea
e Idumea (40-4 a.C.)
Herodes Antipas, rey de Galilea
y Perea (4 a.C.-39 d.C.)
Arquelao, Tetrarca de Judea, Idumea
y Samaria (4 a.C. - 6 d.C.)
Pilato, Gobernador romano,
de Judea, perteneciente a
Siria (26-36 d.C.)
Caifás, Sumo Sacerdote
(18-37 d.C.)

Jesús nace entre el 5 al 6 a.C.


Impuestos Todos pagaban fuertes
impuestos a Roma:
alrededor del 25%
de toda producción
o negocio
Los cobradores de impuestos,
odiados por el pueblo,
eran acompañados
por soldados romanos

Además pagaban
otro 10% al
Templo de Jerusalén,
sede del gobierno local.
Solían cobrar de más…
El templo de Jerusalén era:
 Centro religioso de culto y oración
 Sede del poder legislativo (Sanedrín)
 Sede del poder judicial (Juicios y condenas,
inclusive la pena de muerte)
 Sede del poder ejecutivo (Sumo Sacerdote)
 Banco Central: guardaba, acuñaba y cambiaba
monedas
 Mercadeo y matadero de animales
 Cuartel de la policía regional

A un costado estaba
el cuartel general
del ejército romano
Grupos dominantes
Fariseos: Clase media, generalmente
artesanos, austeros y piadosos,
obsesionados con la pureza ritual,
fanáticos cumplidores de la Ley,
tolerantes con el poder romano.
Eran el eje de la teocracia reinante.
Saduceos: aristócratas, opuestos a los fariseos: negaban
la resurrección. Sólo aceptaban el Pentateuco.
Formaban el partido de los terratenientes.
Colaboraban con los romanos.

Sacerdotes de Jerusalén: constituían


una aristocracia, cerrada en sí misma,
enormemente enriquecida, aliada de Roma.
El Sanedrín
Era como su Congreso,
formado por 70 miembros

Bancadas compuestas por


“partidos” opuestos entre sí,
principalmente:
► fariseos
► saduceos
El cargo de Sumo Sacerdote era comprado a
Roma: jefe religioso, pero también jefe del
ejecutivo, del legislativo y del judicial,
además de la emisión-cambio de monedas,
cobro de impuestos, venta de animales…
Otros grupos
Esenios: Monjes muy austeros,
separados de la impiedad del mundo y
del Templo, cumplidores fanáticos de
la Ley.

Zelotas: Nacionalistas radicales,


mezclados entre la gente, enemigos
violentos de los romanos. Esperaban un Mesías guerrero.
Campesinos: Muy pobres,
abrumados por los impuestos
Mendigos: Muchos eran campesinos que
por los impuestos habían perdido su tierra.
Impuros: Leprosos y todo enfermo
contagioso o con
sangre
Extranjeros: Siempre odiados…
Los pecadores
Eran personas, generalmente pobres, que tenían en
común el estigma de haber transgredido alguna de
las numerosas normas de pureza.

Existían alrededor de 600 mandamientos,


entre prohibiciones y mandatos.
Sólo los instruidos podían llegar a
conocerlas.
El pueblo común ni siquiera llegaba a
conocerlas todas.
Ciertos trabajos les impedía a los pobres
ser “puros”.
En la práctica, no había solución para el pecador.
Teóricamente, la prostitutas podía purificarse mediante
un complicado proceso de arrepentimiento, purificación
ritual y expiación. Pero esto costaba dinero, y sus mal
adquiridas ganancias no podían emplearse para este
fin. Su dinero era sucio e impuro. Con respecto al
recaudador de impuestos, se suponía que debía
abandonar su profesión y restituir todo lo que había
defraudado, más una quinta parte. Los ignorantes
debían someterse a un largo proceso de formación
antes de que pudiera estarse seguro de que ya estaban
'limpios'. Ser pecador era, por consiguiente, cuestión de
fatalidad. Uno había sido predestinado a ser inferior por
el destino o por voluntad de Dios. En este sentido, los
pecadores eran cautivos o prisioneros.
Eran excluidos de la vida social al punto de no
poder asistir a la sinagoga.
Para muchos “pecadores”
era imposible escapar a su condición,
pues si bien podían
purificarse mediante el
arrepentimiento y sacrificios
de expiación, ello significaba
un desembolso de dinero,
que casi nunca tenían.
Y si lo tenían, era impuro,
y no lo podían utilizar.
Estaban condenados
sin remedio
a la exclusión social.
Los enfermos
crónicos
Muy despreciados,
pues eran mirados como
malditos de Dios…

Puesto que
era Dios
quien castigaba
sus pecados,
las curaciones eran miradas
como contrarias a
la voluntad divina.
Oficios despreciados

Eran despreciados los que


no podían practicar el descanso sabático,
ni las normas de pureza legal:
ciegos, minusválidos, paralíticos,
epilépticos, sordomudos...
Eran especialmente despreciados
los pastores, los curtidores de pieles,
las prostitutas y todo oficio sucio.
Trato a mujeres
Las mujeres no eran
estimadas en nada

No podían elegir con


quién casarse
No podían tener bienes
No debían hablar con nadie en la calle
No podían estudiar
No entraban en la sinagoga
Sus rezos no servían para nada
Los maridos se podían divorciar de ellas
por cualquier motivo.
Trato a los niños
Los niños no eran nada,
pues no conocían la Ley.
Podían ser maltratados
y aun vendidos…
Sólo tenían
derechos
cuando cumplían
los doce años
y medio.
Guarda del sábado
En sábado no se podía realizar
ningún tipo de trabajo.
No se podía cocinar,
ni siquiera arrancar espigas .
Hasta contaban los pasos que daban.
Estaba prohibido curar a un enfermo.
O sacar a alguien
de un pozo…

Ello era considerado


una ofensa grave
contra Yahvéh.
Purezas legales
Pensaban que quedaban impuros
- si tocaban a un difunto,
- o a un leproso
- o a una mujer con la regla,
- o entraban en la casa de un pagano…
Los enfermos y los pobres eran pecadores.
Por eso manchaba el contacto con ellos.

Para poder presentarse ante Dios


después de un contacto impuro,
necesitaban realizar
lavatorios con gestos y rezos en hebreo,
idioma oficial casi desconocido por el pueblo.
•Jesús nació, vivió y murió en este complejo
entramado social de Palestina.
•En esta sociedad predicó y anunció que el Reino de
Dios estaba cerca.
•Ante los conflictos y realidades de su tiempo Jesús
no pasó de largo.

En esta realidad
histórico-social
surge el Nuevo
Testamento
NUEVO TESTAMENTO
ORIGEN Y ESTRUCTURA
JESÚS

DICHOS Y HECHOS

Tradición Oral

Mc Q Jn 1

Mt Lc Jn 2
A partir del s.II, la palabra evangelio se empezó a
utilizar para designar a los cuatro libros del
Nuevo testamento que tratan de la vida, la
muerte y la resurrección de Jesús. Por eso
ahora hablamos, no sólo del Evangelio, sino
además de los cuatro evangelios. Estos cuatro
evangelios se atribuyen a Mateo, Marcos, Lucas
y Juan:
Mateo es el publicano al que llamó Jesús (Mt 9,9)
y que formaba parte de Los doce (Mt 10,3).
Escribió su evangelio seguramente en Palestina,
para los cristianos convertidos del judaísmo.
Marcos, llamado Juan Marcos, fue un
discípulo de la comunidad de Jerusalén
(Hch 12,12), que acompañó a Pablo en
su apostolado (Hch 12,25; Fil 2,4) y
también a Bernabé (Hch 15,37) del que
era primo (Col 4,10); finalmente
acompañó también a Pedro (1Pe 5,13).
Escribió su evangelio -según una
antigua tradición- en Roma.
 Lucas nació probablemente en Antioquía, y fue
médico (Col 4,14), de origen pagano (Col
4,10), compañero de Pablo en su segundo y
tercer viaje (Hch 20,5ss) y durante su prisión
en Roma (Hch 27,1ss). Parece que escribió su
evangelio después de Mateo y Marcos.

 Juan es el apóstol a quien se atribuye la


redacción del cuarto evangelio (Mt 10,3 y Jn
21,24), era uno de los hijos de Zebedeo (Mt
4,21), que, se cree, tuvo una especial amistad
con Pedro (Jn 13,23ss; 21,20-23), cosa que
aparece confirmada por Lucas (Lc 22,8;Hch
3,1ss) y fue uno de los más particularmente
estimados por Jesús(Mc 5,37; 9,2;13,3;14,33).
No deja de ser curioso que los cuatro nombres
indicados como los autores de los evangelios, no
se mencionan nunca ellos mismos en la obra que
se les atribuye. Esta situación nos permite afirmar
que el autor primero y fundamental de cada
evangelio no fue una persona determinada, sino
una comunidad o varias comunidades, que
experimentaron la fe en Jesús de Nazaret y se
dispusieron a promoverla.
En estas circunstancias se conservaron los
recuerdos, las palabras y los hechos de Jesús.
Esos recuerdos se trasmitieron de memoria de
unos a otros; en ocasiones en forma de frases y
narraciones cortas -que fueron progresivamente
transformándose en los contenidos propios que
cada autor utilizó y después organizó- de acuerdo
con su visión personal de las cosas y con su
propio estilo literario.
Con esto nos parece claro que el autor
primero y fundamental de los
evangelios es la comunidad primitiva o
mejor, el conjunto de las primeras
comunidades de creyentes. Estos
conservaron en su memoria los
recuerdos del Señor, seleccionaron
aquellos materiales, se fijaron en unos
más que en otros, pusieron su acento
en determinadas palabras o
determinados hechos de Jesús y a
través de estos caminos diversoso,
transmitieron su propia experiencia de
fe.
De este modo, en cuanto obra literaria, los
evangelios constituyen un género nuevo y
particular que no se identifica con ninguno
de los conocidos hasta la época. No se trata
de simples biografías, como las que
recurrentemente utilizaban los griegos para
referirse a sus hombres destacados, pues el
interés de los seguidores de Jesús de
Nazaret no buscaban describir la historia
externa del héroe y, mucho menos, su vida
interior o su carácter. El sentido y objeto del
evangelio radica en suscitar la fe en Jesús
como Mesías e Hijo de Dios (Mc 1,1), para
llevar a un compromiso personal con él y a
un cambio de vida (Mt 7,24ss; Lc 6,47ss).
Los Sinópticos
 Para comprender mejor el problema de la formación
de los evangelios, tenemos que estudiar los así
llamados evangelios sinópticos. A los tres primeros
evangelios: Mateo, Marcos y Lucas, se les llama
evangelios sinópticos. La palabra sinóptico viene del
griego synopsis, que significa perspectiva común. Por
eso podemos llamar a estos tres evangelios
"sinópticos", porque cuentan la vida y la actividad de
Jesús de una manera bastante semejante y además
porque, en muchas frases y pasajes enteros
coinciden, de hecho con mucha frecuencia, utilizan las
mismas expresiones y las mismas palabras.
Comparados con el evangelio de Juan, los
tres sinópticos ofrecen un estilo muy
similar: están ausentes las largas
discusiones, propias de Juan; se
encuentran dichos separados; los
discursos son breves o compuestos de
dichos cortos e independientes;
abundan las parábolas. Los tres ofrecen
el mismo esquema al presentar la
actividad de Jesús: aparición de Juan
Bautista, bautismo y tentaciones, labor
en Galilea, viaje a Jerusalén, pasión y
resurrección.
De igual modo respecto del tiempo de escritura de los
evangelios y tomando en cuenta el proceso de
formación de los mismos, resulta bastante claro que el
evangelio más antiguo es el de Marcos, y a su vez,
tanto Mateo como Lucas usaron a Marcos para
redactar su propia obra. Mas aún podemos señalar
que prácticamente todo el material de Marcos fue
recogido y elaborado por Mateo o por Lucas, [3] sólo
pequeños trozos de Marcos no aparecen
incorporados en las obras mateana y lucana.

[3] Esto queda claro ya que donde Mateo y Lucas coinciden con Marcos también coinciden
entre sí y donde no coinciden con Marcos tampoco coinciden entre ambos. Así , por ejemplo,
el evangelio de Marcos comienza con el bautismo de Jesús y no nos dice nada de la infancia
de Jesús. Mateo y Lucas añaden los relatos de la infancia pero se diferencian entre sí: según
Mateo Jesús procede de Belén; según Lucas de Nazaret según Mateo su familia son
refugiados políticos que huyen a Egipto por causa de una matanza de niños en Belén; según
Lucas pagan ejemplarmente los impuestos y viajan a Belén , en cumplimiento del decreto
imperial, para inscribirse en el Censo de los impuestos.
 Los evangelios de Mateo y Lucas poseen una considerable
cantidad de material común que no encontramos en
Marcos. Se supone que ambos lo tomaron de una fuente
escrita anterior, que suele designarse con la letra Q. Pero
resulta que esa fuente “Q” no se ha conservado
independientemente por sí misma, por lo que hace una
empresa muy difícil el intentar precisar su contenido
preciso.

 Aparte del material procedente de la fuente Q, queda una


quinta parte de Mt y más de un tercio de Lc que
representan material exclusivo de estos dos evangelios.
Frente a estos es difícil tomar una postura definitiva, pues
no existe acuerdo acerca de su origen. En general, los
autores se niegan a admitir otras fuentes escritas, aunque
eso tampoco se puede demostrar con seguridad. Muchos
detalles de la cuestión sinóptica son prácticamente
insolubles, pero, a pesar de eso, la figura de Jesús y su
mensaje emergen de esos tres evangelios con claridad y
firmeza literaria.
Así se formaron los Evangelios
Los antecedentes ya señalados nos presentan una idea sencilla
del proceso de formación de los evangelios que podemos
explicitar, siguiendo el Concilio vaticano II de la siguiente
forma..
Primera etapa: Cristo
 Todo comenzó con la predicación de Cristo. Una predicación
cuyo contenido innovador llamaba la atención y que se
amoldaba notablemente al lenguaje del pueblo. Así se grababa
en la mente de sus oyentes, que, en su mayoría, eran
analfabetos y en los que la memorización cumplía una
importantísima función. Junto a la predicación, se daba el
"acontecimiento - Jesús", [2] con la particularidad de una
personalidad fuera de serie y una actuación que provocaba la
admiración, especialmente en el caso de los milagros.

[2] Con esto tenemos que afirmar que la figura de Jesús de Nazaret y su actividad son un hecho.
Los hechos admiten diversas interpretaciones, y en esta ocasión, los mismos creyentes
primeros nos dan noticia de que no todo el mundo vio las cosas como ellos ni antes ni después
de la muerte de Jesús. Muchos vieron en el a un falso profeta que desestabilizaba la situación
política, y lo eliminaron.
Segunda etapa: los apóstoles
► Luego, a partir de la experiencia de la resurrección,
expresada litúrgicamente en el día de Pentecostés, los
apóstoles empezaron a predicar una Buena Nueva que
se centraba en la muerte y resurrección de su Señor
(Kerygma), descubrieron su sentido profundo en la vida
de los hombres, al volver a leer las Escrituras, fueron
entendiendo progresivamente el designio de Dios.

► Por la presión de los acontecimientos, las


Persecuciones, las represiones, las necesidades de la
predicación, y, desde luego, por una asistencia especial
del Espíritu Santo, la fe de estos apóstoles adquirió más
vigor. Ya no predicaban sólo la muerte y la resurrección
sino todo lo que recordaban de la vida de Jesús. Al igual
que su Maestro, los apóstoles hablaban el lenguaje del
pueblo, por ser, casi todos, del pueblo mismo, y sabían
"interpretar las gestas y palabras del Señor, según lo
exigían las necesidades de los oyentes".
Tercera etapa: los escritores sagrados
 Siguiendo con nuestro esquema llegamos a los escritores
sagrados que consignaron por escrito la predicación apostólica.
Primero empiezan a circular una multitud de breves escritos
que sirven de guía para la predicación y el culto (dichos y
hechos). Después de años, salen a la luz, uno tras otro, los
cuatro libros que serán reconocidos como Evangelios.

 Recurren -como señalábamos- los unos a los otros, así como a


otras fuentes, de una manera tan evidente y tan libre a la vez,
que sus métodos de composición desconciertan, en no pocas
ocasiones, a los historiadores del Nuevo testamento. Los
cuatro evangelios manifiestan una finalidad común, la de servir
a las Iglesias, pero dentro de ella, cada uno se asigna un
objetivo propio, conforme a sus características propias, sus
tendencias y las necesidades particulares de las comunidades
a las cuales se dirigían. El maravilloso producto final es el que
tenemos ante nuestros ojos.
Los cuatro Evangelios y Jesús

Hablando de las características de cada uno de los


Evangelios, nos quedamos habitualmente en las
exteriores. Se dice que Marcos es el más breve,
que Mateo cita mucho el Antiguo testamento y
que Lucas tiene el estilo más elegante, que Juan
es más doctrinal, que Mateo tiene ocho
bienaventuranzas y Lucas cuatro, y otros datos
parecidos. No son datos inútiles. Pero, hay más,
como por ejemplo las características de los
Evangelios en la presentación de la fisonomía de
Jesús. En otros términos nos planteamos la
pregunta: ¿quién dice cada uno de los
Evangelios que es Jesús? Veamos a
continuación una breve reseña de cada uno de
ellos.
Evangelio según San Mateo.
El Jesús de Nazaret, aquí, es el que mejor podía
responder a la espera del creyente judío
conversos a la Buena Nueva, pero no del todo
ubicados en su nueva fe. Esto nos descubre
claramente que el evangelio de Mateo tiene como
destino particular las comunidades venidas del
judaísmo y que estaban en conflicto con el
judaísmo oficial. De ahí que el Jesús de Mateo es
presentado con fuerza como el Mesías, el Cristo
(16,16), predicador de una Nueva Ley. Pero las
mismas luchas con los judíos que no querían
entender, provocaron ataques duros contra el
viejo orden de cosas que se pretendían mantener.
También hay que decir que el evangelio de
Mateo es el evangelio de la Iglesia, en el
encontramos destacadamente la figura de
Pedro como jefe de la Iglesia y el
cristianismo aquí anunciado se presenta
éticamente consecuente con el
judeocristianismo. El Jesús de Mateo habla
y actúa al estilo de un gran rabino,
comprensivo para con los judíos, pero
rechaza todo malentendido. Tiene perfecta
conciencia de su misión y se sabe
encargado de establecer el verdadero Reino
de Dios.
Evangelio según San Marcos.
Coincide este con el primer Evangelio al destacar a
Jesús como el Mesías enviado para establecer el
Reino. Pero, aquí, las rupturas con el viejo orden de
cosas no se marcan tanto por explicaciones y
discursos, sino por el actuar mismo de Jesús. De
hecho, desde el punto de vista meramente
escriturísticos Marcos es muy breve en los dichos de
Jesús.
 Jesús se revela como el Mesías mediante sus
milagros, signos de que ha llegado el Reino y de que
se está derrotando a Satanás, origen oscuro de los
males que abruman a los hombres. Pero a su vez la
figura de Jesús presenta rasgos profundamente
humanos: es de Nazaret, es carpintero, es hijo de
María, siente compasión (Mc 1,40.)
Una proclamación fundamental en Marcos
y que atraviesa todo el evangelio, es el
compendio que se cita en Mc 1,15 : “El
tiempo se ha cumplido y el Reino de
Dios está cerca; convertíos y creed en la
Buena Nueva”. Marcos no deja pasar el
fundamental anuncio de Jesucristo: el
Dios que reina. En Jesús, Dios el Padre
despliega su soberanía sobre toda la
humanidad.
El mismo Cristo, el reino personificado es lo
que se ofrece ahora como gracia para ser
acogido, es la oportunidad salvadora que se
ofrece gratuitamente al Hombre; las
curaciones, los milagros, las parábolas
vienen a favorecer este anuncio del Dios que
reina. Es en esta acción de Jesús y en el
cómo se da a los hombres, donde acontece el
reinado de Dios, y en esto no cabe otra
enseñanza que la disposición a acoger el
don. En esta acogida se encuentra la
invitación a vivir la conversión que se hace
también gracia, esta es la tarea que nos
ofrece el dinamismo de la fe y Marcos no
pasa por alto este anuncio.
La obra marcana nos da cuenta así la
centralidad de su enseñanza, que suscita en
el lector una nueva comprensión del Reino
en la figura del Mesías. Acoger el evangelio
será entonces reconocer en Jesús al Cristo.
El Kyrios marcano proclama la novedad del
reino y el evangelista proclama a su
comunidad –y hoy día a nosotros- el
misterio pascual, en razón a que en él y por
él, Dios comienza a reinar en lo oculto de su
presencia (Mc 4,26-29).
Evangelio según san Lucas.

El tercer evangelio nos parece bastante


aproximado a Mateo. Esto lo descubrimos,
por ejemplo, al presentar a Jesús como el
punto culminante de la historia de la
salvación, y como el que viene a realizar
las promesas del Antiguo testamento.
Lucas es el único de los sinópticos que da
a Jesús el título de Salvador (2,11) y
propone ingeniosamente a partir de los
dichos y hechos de Jesús, un anuncio de
las actividades de la Iglesia pos-pascual.
La vida de esta Iglesia será vista como la
obra del Espíritu, como el Mesías, pero no
tanto como el Mesías de los judíos, sino el
Mesías de los pobres.
Una lectura de Lucas, hecha desde los
medios populares, hace ver la
preocupación constante de las
comunidades cristianas nacidas en
ambientes griegos, por los problemas
sociales. Este es el contexto histórico que
explica por qué el Jesús de Lucas es
excepcionalmente bueno, misericordioso:
no es un rasgo del carácter del evangelista
que aquí se revelaría, sino su comprensión
de la bondad evangélica; esta misma
comprensión agudizó su atención sobre la
realidad social. De ahí que el Jesús tan
bondadoso del tercer Evangelio es el
mismo que tiene exigencias radicales
tanto en lo personal como en lo social:
6,20-26; 18,29; 19,1-10; 23,39-43; etc.
Evangelio de san Juan.
Este Evangelio contrasta bastante con los
demás. Más que en los otros tres, el Jesús de
Juan es el Jesús pascual, el de la pasión y de la
resurrección. La gloria (palabra muy usada
aquí), tanto de la pasión como de la
resurrección, transforma profundamente toda
la interpretación de la vida y obra de Cristo.
Los signos en el cuarto evangelio, son
instrumentos de manifestación de la gloria ya
señalada, para aquellos que están dispuestos a
seguir la dinámica de la fe. Quizás por eso Juan
subraya, mucho más que los Sinópticos, el
elemento extraordinario que envuelve a las
acciones de Jesús. Por ejemplo: Lázaro llevaba
muerto “tres días”, el ciego lo era “de
nacimiento”..., etc.
El interés de Juan no radica en el
efecto de los gestos de Jesús sino
en el origen y fundamento. Por eso
podemos decir que lo que
caracteriza a los signos joánicos es
su sentido revelador. Los signos,
por tanto, dan a conocer la fuente y
el origen de la actividad de Jesús, lo
que alienta sus obras, la razón más
profunda de su presencia entre los
hombres.
 En los Sinópticos el interés se centraba en el sentido del proceso
de implantación del Reino mediante la lucha contra el poder del
mal. Por eso es importante para ellos el enlace entre milagro y
exorcismo. El cuarto evangelio ha ido por un camino de mayor
profundización de la realidad de Jesús, en ser enviado del Padre.
Los diálogos de Juan tendrán la función de desentrañar esta visión
teológica estrictamente suya.

 En san Juan, Jesús es el Verbo igual al Padre; es el camino, la luz,


la verdad, el pan de vida, el rey de la verdad. La persona misma de
Jesús es revelación y explicación de Dios en su realidad mas
profunda, en su condición de Padre. San Juan le hace decir a
Jesús: "yo soy", así, a secas, como Dios Padre. Además el lenguaje
habitual del cuarto Evangelio refleja, el pensamiento de su autor y
no sólo el de Cristo. Se dan siempre las palabras de Cristo, pero a
veces con interpretaciones marcadamente inspiradas por la vida de
las comunidades llamadas joánicas.

 Con todo, hay que señalar que el evangelio de Juan, representa el


punto culminante en la historia de los principios religiosos del
cristianismo, pues deducimos del propio escrito que estamos
frente a una nueva religión que se organiza en torno a la figura
cristológica y como consecuencia de ello se reconoce así misma
como cristiana.
EL EVANGELIO DE MATEO
Sobre el ambiente en el cual y para el cual fue escrito
Mt hay ciertas conclusiones. Lo primero que debemos
afirmar es que se trata de una comunidad que acentúa
algunos aspectos propios, como los siguientes:
a) Judaísmo: por el mesianismo de Jesús y su vinculación
con el AT, se puede observar que Mt no explica los usos
judíos (15,2); a su vez, muestra ciertas preocupaciones
de tipo rabínico (5,32); usa la palabra “justicia” en el
sentido y con el alcance que tenía en los medios judíos;
y cambia sistemáticamente “Dios” por “los Cielos”.
b) Universalista. Basta lo dicho más arriba sobre Jesús
como cumplidor del AT, como Mesías y sobre el
concepto de “justicia”.
c) De lengua griega. Se trata de una obra escrita
en griego, y literariamente dependiente de dos
fuentes también griegas.
d) Situada en un medio social urbano y próspero:
la mención de las ciudades y de las aldeas
tiene una proporción enteramente distinta de la
que tiene en Mc; y, por otra parte, se percibe
que en Mt las cantidades de dinero aparecen
muy “infladas”; se les manda a los discípulos
que no lleven monedas de oro, plata o cobre,
mientras que en Mc sólo se habla de monedas
de cobre; y que en él, José de Arimatea es
calificado de “rico” [3].
[3] Mt 27,57; comparar con Mc 15,43 y con Lc 23,50; y tener presente la
transformación de los “pobres” en “pobres de espíritu”: Mt 5,3 comparado con Lc
6,20.
Rasgos literarios más visibles

Existe un marcado énfasis en la figura de Jesús como el Cristo


que da cumplimiento al AT. Algunos hechos literarios ayudan a
ver esto de manera concreta:
a) Mt comienza con una genealogía de Jesús, “hijo de David, hijo
de Abraham”.
b) Mt usa a menudo la fórmula: “esto aconteció para que se
cumpliera lo dicho por el Señor por medio del profeta...”.
c) Mt hace un uso mayor que Mc y Lc del término “Cristo” (Mt: 17
veces; Mc: 8; Lc: 12) y sobre todo del verbo “cumplir” (Mt: 16
veces; Mc: 3; Lc: 9).

Es obvio que esto supone una visión de la “Historia de la


Salvación”. Mt la divide en 3 períodos: el AT, Jesús, la Iglesia.
Esto se deja ver en que el relato sobre Jesús queda vinculado
por la genealogía al pasado de Israel y, por la misión confiada
por el Resucitado a sus discípulos, al futuro de todas las
naciones.
Que hay continuidad entre Jesús y el AT.
Que el evidente rompimiento entre Jesús y los fariseos [1] se debe
a que ellos habían roto con el AT (con “la Ley y los Profetas”); y
así se nos presenta a Jesús como entroncándose con lo más
genuino del AT:
“Vayan, pues, a aprender qué significa ‘misericordia quiero, que
no sacrificio” (Os 6,6)” (Mt 9,13 y 12,7; de entre los Sinópticos,
sólo cita a Oseas).
Y también, se nos presenta a Jesús corrigiendo y radicalizando la
misma Ley:
“Han oído ustedes que se dijo a los antepasados ... pero yo les
digo” [2].

Sin embargo, hay algo más que aporta Jesús: el Reino de los
Cielos (Mt: 51 veces; en Mc: 14, y en Lc 39) y su universalismo:
“Y les digo que vendrán muchos, de oriente y occidente y se
pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de
los Cielos, mientras que los hijos del Reino serán echados a las
tinieblas de afuera” (8,11-12) [3].

[1] Recordar el “discurso anti-farisaico” de Mt 23.


[2] 5,21-48. Se trata de un “pasivo divino” que equivale a decir: “Dios le dijo a sus antepasados...pero yo les
digo..”. ¡Jesús aparece corrigiendo al mismo Yahveh!
Es el “Nuevo Moisés”, como lo insinúan algunos
textos (en especial 2,16-20 en el que el niño Jesús
debe hacer todo el recorrido del Exodo) y sobre
todo dos hechos: el situar el Sermón inaugural en
la “Montaña” (Lc lo sitúa en una llanura) y el poner
en boca de Jesús 5 discursos destacados
mediante una fórmula que remite a Moisés. De
este apartado y del anterior se desprende que Mt
es un escrito apologético, en controversia anti-
judía. Su cristología es más “apologética” que
“kerigmática”. Todo lo dicho permite asegurar que
el autor de Mt es un judío-cristiano de formación
rabínica y de lengua griega.
En lo que se refiere al lugar y a la fecha podemos
establecer las siguientes afirmaciones:
a) No fue escrito en Palestina (ni en Jerusalén ) por el uso de
la lengua griega.
b) Más bien cabe pensar en Siria (¿Antioquía?).
c) Tiene que haberse escrito después del año 70, por conocer
la destrucción de Jerusalén por los Romanos (ver 22,7).
d) No puede haber sido escrito después del año 100, porque
ya Ignacio de Antioquía lo conoce.

En cuanto al autor, es imposible precisar más que lo dicho


arriba (judío-cristiano de formación rabínica y de lengua
griega). Pero hay que excluir la posibilidad de que él pueda
ser Mateo, uno de los Doce: ya que el autor de Mt depende
absolutamente de dos fuentes griegas (una de las cuales -
Mc- es ciertamente no-apostólica) lo cual resulta
incomprensible si se supone que él habría sido testigo
ocular del ministerio de Jesús.
EL EVANGELIO DE MARCOS
Dimensión literaria
La relativa facilidad para discernir en Mt y Lc lo
tradicional de lo redaccional no existe para el caso de
Mc, dado que no disponemos directamente de sus
fuentes. Una presuposición, sin embargo, abre el
camino para aplicar a éste la metodología de la
“Historia de la redacción”: ella es, que Mc sólo tuvo
como fuentes colecciones más o menos reducidas de
material tradicional, y que, por consiguiente, todo lo
que le da unidad global debe considerarse
redaccional.
Ahora bien, que Mc es, no una compilación, sino una
obra dotada de inteligibilidad global, se echa de ver
en un triple nivel: el nivel lingúístico (vocabulario y
estilo), el nivel de las particularidades narrativas, y el
nivel teológico.
La estructura de Mc
Es en la estructuración de Mc en donde cabe esperar que se
exprese mejor la visión cristológica del autor. Se han propuesto,
sobre todo, dos principios de estructuración de Mc:

El geográfico: importante por su significado teológico y porque Lc lo


utilizó para redactar su evangelio. Es un hecho manifiesto que
geográficamente, Mc se divide en tres partes:
 En los caps. 1-9 se describe la actividad de Jesús en Galilea, con
algunas incursiones a Fenicia y Siria.
 En el cap. 10 se narra su viaje a Jerusalén.
 En los caps. 11-16 se describen su entrada a Jerusalén, los
conflictos que allí tiene y que culminan con su Pasión. Se deja
consignado que Galilea será el lugar de reencuentro (no narrado) de
los discípulos con Jesús (14,28; 16,7).

El sentido de esta distribución se percibe cuando se cae en la cuenta de que


este esquema NO corresponde a la realidad (como lo sabemos por la
tradición histórica de Jn), y cuando se descubre que, para Mc, Galilea y
Jerusalén tienen un sentido teológico, como se ve por los siguientes
indicios:
a) Galilea (región periférica, situada en las fronteras con
el mundo pagano) es el lugar de la actividad salvífica
de Jesús (¡de todos sus exorcismos y curaciones!), de
la constitución del grupo misionero [1], del comienzo de
la misión entre los Gentiles [2] y, por último, de la
revelación escatológica de Jesús [3].
b) Jerusalén, en cambio, centro del Judaísmo, es el lugar
de origen de la oposición contra Jesús [4]. En ella no se
sitúa ninguna actividad salvífica de Jesús [5] y, en
cambio, ahí El anuncia el "traspaso” de la causa de Dios
a los Gentiles (12,1-12) y el Juicio de Dios contra
Jerusalén (13,1-33). Finalmente en esa ciudad muere
ajusticiado.
En conclusión el esquema geográfico de Mc quiere
justificar cristológicamente el traspaso de la causa de
Jesús desde los judíos a los gentiles.
[1] Ver 1,16-20; 3,13-19; 6,7-13.30-31.
[2] Ver 3,8; 5,1-20; 7,24.28.37.
[3] cf. 14,28; 16,7.
[4] 3,22; 7,1; 10,33; 11,18.
[5] ¡El único milagro que él hace en Jerusalén es la maldición de la higuera estéril que se seca!, en
11,12-14
División del evangelio en dos partes
La base de esta estructuración es el reconocimiento
de 8,27-30 como la “bisagra[1] cristológica" de la
narración marcana. Pero los agentes trascendentes
(esto es, Dios y los demonios), y el mismo Jesús
saben quién es El[2]. Jesús impone a todos la orden
de no divulgar lo que podría revelar su identidad[3].
Después de ese texto desaparece la pregunta por la
identidad de Jesús. Aparece, en cambio, como nuevo
estribillo, el anuncio incesante de la Pasión de Jesús,
particularmente en 8,31; 9,30-32 y 10,32-34[4], muy
similares entre sí. Citamos el primero:
[1] Por “bisagra” entendemos ese tipo de textos que sirven tanto de división de partes en un libro
como de conexión entre ellas
[2] 1,11.24.34; 3,11;5,7.
[3] 1,25.34.44; 3,12; 5,43; 7,36; 8,26.30.
[4] Se puede ver también en 9,9.12; 10,38-39.45; 12,7-8; 14,8.18.21.22-24.27-28.33-34.41-42.
Se debe notar se comienza a usar 'Hijo del Hombre",
con alcance doloroso o glorioso (escatológico)[5].
Comienza a “emerger" la filiación trascendente (su
carácter de “Hijo de Dios”) de Jesús[6] y su rol
escatológico[7].
Se destaca la incomprensión de los discípulos ante los
anuncios de la Pasión[8].
Una vez muerto, Mc pone en boca de un soldado
romano:
“Al ver el centurión, que estaba frente a Él, que había
expirado de esa manera, dijo: ‘Verdaderamente este
hombre era Hijo de Dios” (15,39).

[5] Aparece 11 veces en esta sección, mientras que en la primera sólo aparece dos y con otro
alcance (2,10.28).
[6] 9,7; 12,35-37; 14,36.61-62; 15,39.
[7] 8,38; 13,26; 14,62
[8] 8,32-34; 9,10.32; 10,32.38.
Dimensión teológica
Algo importante de señalar es que no se trata de una cristología expositiva o
sistemática, sino de una "cristología narrativa”: la visión de Jesús que se
propone es la que emerge del impacto del relato. Esta visión es,
simplificando al máximo, la de un “Mesías oculto o secreto”; es decir, de un
Mesías cuyas dimensiones verdaderas son de tal índole que resultan ajenas
a (e "inaceptables" para) las expectativas ordinarias, incluso de los
discípulos, lo que hace que su actuación sea constantemente mal
interpretada (incluso los milagros).

Para Mc, la clave de la comprensión de Jesús es su muerte en la cruz: tres


veces objeto de un anuncio no comprendido,[9] sólo una vez consumada se
descubre retrospectivamente la identidad de Jesús (15,39). Y ello porque
sólo la Cruz excluye en forma definitiva una interpretación de la
“mesianidad” y de la "filiación divina" de Jesús que podría hacer de ellas los
atributos “normales” de un “theios aner” (“hombre-divino”, a la manera de
algunos filósofo-curanderos griegos). Para Mc el título de “Hijo del Hombre”
es portador tanto de la dimensión dolorosa, [10] como de la dimensión
escatológica [11] y le sirve para corregir las identificaciones ambiguas de
Jesús [12].
[9] 8,31-33; 9,31-32; 10,32-34.
[10] 8,31; 9,12.31; 10,33.45; 14,21.
[11] 8,38; 14,62.
[12] 8,29-31; 14,61-62.
Después de la cristología, el segundo tema fundamental
del evangelio de Mc es el del discipulado. No le basta
al evangelista el precisar la identidad de Jesús; le
parece esencial también presentar aquellos rasgos
que, a su juicio, son fundamentales para todo el que
quiera seguir a Jesús. En un sentido estricto, las
palabras “seguidor” y “discípulo”, designan a aquel
que ha querido aprender de un maestro y que, para
ello, ha debido irse a vivir con él, siguiéndolo en sus
desplazamientos.
Marcos es fiel a este sentido. Discípulo es aquel que
ha sido expresamente llamado por Jesús para vivir
con El y compartir su misión. Se trata de un grupo
más amplio que el de los Doce, ya que pertenecen a
él Leví (2,13 y ss.) y algunas mujeres (15,41); pero no
incluye a la multitud que va a escuchar a Jesús y se
beneficia de sus milagros.
¿Cuáles son los rasgos fundamentales de un
discípulo de Jesús?:
a) El llamado: A diferencia de los rabinos judíos y de los
maestros helenistas, quienes eran escogidos por sus
seguidores, los discípulos son personas llamadas
expresamente por Jesús.[1]
b) Dejar familia y ocupación: La llamada de Jesús
implica el abandono de las ocupaciones anteriores y
la ruptura de los lazos sociales y familiares para poder
permanecer junto a El acompañándole en todos sus
desplazamientos, quedando a su disposición en la
totalidad de la propia persona y tiempo[2]. Se trata de
una vinculación estrecha con el Maestro y entablando
con El una comunión de vida y de destino.
[1] Ver también 2,13-14; 10,17-22.
[2] Es lo que no hace el “joven rico”, en 10,17-22: “una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y
dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme”.
c) Para conocer a Jesús: Tal vinculación y comunión de vida
crea el espacio en donde es posible una comprensión cada
vez más profunda de la identidad y misión de Jesús, eje
central del discipulado. Por ese motivo, Jesús les dirige
instrucciones y enseñanzas especiales (Mc 4,10-25; 7,17-
23; 9,28-29; 10,10-12); pero también recriminaciones
particularmente duras por su ceguera y falta de
entendimiento (4,40-41; 6,51-52; 8,14-21.33; 9,33; 10,38).

d) Participar de la misión de Jesús: La llamada de Jesús es a


“ser pescadores de hombres”. ¿En qué consiste esa
tarea? La imagen de la pesca o del pescador es utilizada
repetidamente en el AT y en los documentos de Qumrán.
Sin embargo, en este texto y en otros se trata de los
enemigos de Israel, que intentarán aniquilar al pueblo. Más
esclarecedor resulta el contexto inmediato en el que la
imagen aparece, relacionado con la profesión que ejercen
los llamados por Jesús. Si antes eran pescadores de
peces, en el futuro serán pescadores de hombres, es decir,
reunirán y congregarán a la humanidad dispersa.
Siguiendo al Portador del Reinado de Dios, ellos
colaborarán en la tarea de ganar adeptos para el Reino.
e) Mediante una comunidad que encarna los valores
del Reino: El anuncio del Reinado de Dios se realiza
no sólo mediante el anuncio y las señales
milagrosas sino también por un estilo de vida y de
relaciones humanas, acordes con un conocimiento
cada vez más profundo del Maestro. La comunidad
de los discípulos constituye una especie de
“anticipación” del Reinado de Dios futuro. Se trata
de la nueva familia escatológica (3,31-35; 10,28-30),
del Israel escatológico (los Doce aluden a la 12
tribus de Israel), en donde Dios comienza a reinar ya,
perdonando los pecados y ofreciendo una nueva
relación con El. Por ese motivo, los discípulos deben
vivir una actitud de servicio y de renuncia a la
ambición de poder en la comunidad (9,34); deben
también relativizar todo tipo de bienes y saber
abandonarlos en función del Reino (10,17-31); deben
hacerse niños, en su modo de recibir el amor del
Padre (10,15).
f) Corriendo los mismos riesgos del Maestro: Esta misión la deben
asumir los discípulos con la conciencia de que corren los
mismos riesgos que el Maestro, debido a los inevitables
conflictos que Reinado de Dios produce (Mc 8,34-38). Renunciar
a sí mismo significa para el discípulo superar el modo humano
común de mirar las cosas, y adoptar los criterios y la mirada de
Dios, revelada en Jesús. No se trata de una auto-anulación
masoquista sino de la renuncia a la propia comodidad, a la
búsqueda de seguridad, a la egolatría y a la autosuficiencia.
Pero, sobre todo, significa enfrentar las incomprensiones y
conflictos inevitables que surgen de la adhesión a Jesús y sus
valores.

g) En medio de una gran fragilidad personal: Las exigencias


puestas por Jesús contrastan fuertemente con la
inconsecuencia de los discípulos. La imagen que ofrece de ellos
Mc no es para nada idealizadora. A menudo no comprenden a
Jesús (Mc 8,31-33), anhelan el poder (Mc 9,33-37), hasta los tres
discípulos más íntimos no consiguen velar con su maestro
orando en el huerto de Getsemaní y se duermen (Mc 14,32-42),
Pedro reniega al Señor (Mc 14,66-72) y Judas lo traiciona (Mc
14,43-46). Cuando Jesús es apresado, todos ellos huyen (Mc
14,50). Y, sin embargo, Jesús nunca se retracta de su elección;
por el contrario, es a ellos a los que se dirige después de su
resurrección para volver a enviarlos.
h) La invitación final: El evangelio de Mc termina
abruptamente en 16,8. Sin embargo, en él
aparece claramente la promesa (que, sin duda,
el evangelista considera cumplida) de un
reencuentro con Jesús resucitado en Galilea
(16,7; ver 14,28). No se lo narra, pero Marcos
sabe, por tradición oral “autorizada” (1 Cor
15,3-7) que Pedro, los Doce y más de
quinientos hermanos vieron al Resucitado,
fueron a la misión y dieron testimonio de El; y
todo ello, a pesar de su incomprensión y
abandono inicial. A ese testimonio debemos
nuestra fe.
Origen de Mc
Es claro que este evangelio fue destinado a una
comunidad de extracción gentílica, debido a lo cual su
autor tuvo que explicar las costumbres judías (p.ej., 7,3-4)
y traducir los términos arameos que emplea (por ej.,
7,11.34; 14,36; 15,34). Pero su autor mismo parece ser
un cristiano de origen judío, por su uso frecuente de
expresiones hebreas o arameas.
En cuanto a la situación eclesial a la que obedece nuestro
evangelio, las opiniones están muy divididas: unos
piensan en las repercusiones de la guerra judía o de la
caída de Jerusalén; otros en una situación de tibieza y
miedo a causa de una inminente persecución; otros, en
las necesidades de una comunidad caracterizada por
profetas itinerantes; otros en situaciones cultuales:
concretamente en la celebración de la Vigilia Pascual con
bautismo de neófitos.
La tradición cristiana le ha atribuido
nuestro evangelio a Juan Marcos, el que
fuera compañero de Pablo (Flm 24; Col
4,10; Hech 12,12.25; 15,37-39). A pesar de
algunas recientes voces discordantes, no
parece que hubiera razones de peso para
poner en duda esta atribución. Por el
contrario, en el caso de Mc como en el de
Lc, el carácter tan secundario y poco
importante de Juan Marcos y del médico
Lucas es un indicio de que la tradición que
les atribuye las obras que llevan su nombre
es fiable, ya que no obedece al afán de
darles un respaldo particularmente
autorizado. De modo especial Marcos tenía
el estigma de su ruptura con Pablo (Hech
13,13; 15,37-39).
LA OBRA DE LUCAS
Lucas es el evangelista que muestra más claramente
los indicios de una formación escolar helenística, cuyo
núcleo esencial era la Retórica. El “humanismo” de Lc
se revela en el prólogo no sólo a través de su estilo,
equilibrado y rítmico, sino sobre todo porque en él
muestra lo que podríamos llamar “conciencia literaria”
(Lc 1,1).
En Lc encontramos una mayor riqueza de vocabulario
que en los otros sinópticos. En cuanto al estilo
presenta un mayor número de semitismos; pero, si se
observa bien, se constata que son en realidad
“septuagintismos”, ya que nuestro autor se complace
en imitar deliberadamente el estilo de la traducción de
los LXX para darle a su relato un “sabor bíblico”,
fenómeno que alcanza su grado más alto en los caps.
1 - 2, donde quiere evocar el ambiente arcaico y
patriarcal de los comienzos del Primer Libro de
Samuel.
Aspectos teológicos
Hay ciertos temas teológicos por los que Lucas
siente una manifiesta predilección: el gozo y la
alabanza; el Espíritu Santo; la oración; la
pobreza, y sobre todo la misericordia. (los dos
“grandes perdones” del Evangelio sólo se
encuentran en Lc: el de la pecadora, en 7,36-
50, y el del ladrón, en 23,40-43).
Recordemos que Lucas es sólo el tomo I de una
obra de dos tomos. Este hecho tan simple y tan
patente muestra inequívocamente que el autor
quiso que su evangelio fuera comprendido
como parte de un relato histórico.
La intención "historizante" de Lucas se
confirma también con otros indicios, como
son: el afán de situar el relato sobre Jesús
dentro de la "historia secular": 3,1-3. Pero
esta intención “historizante” no impide que
Lucas vea el ministerio de Jesús bajo la luz
de su fe cristiana, como se ve sobre todo en
el prólogo cuando califica los
"acontecimientos" como "cumplimiento" de
un designio divino, o cuando subraya que
ellas “debían” acontecer, según el Designio
de Dios.
Es claramente observable en la obra de Lc un esquema que pone
a Jerusalén como centro. Jerusalén aparece como centro
- hacia el cual tiende el movimiento de Jesús en Lc, en el
cual se lleva a cabo el “Exodo” o la “Ascensión” de Jesús
desde el cual irradia la Palabra de Dios en Hch.
Es visible en Lc el afán por aislar y distinguir el tiempo de
Jesús, del de Juan Bautista y de la Iglesia:
Lc sitúa la detención de Juan Bautista ¡antes del bautismo de
Jesús! (3,19-20).

Pero también es visible el afán por establecer una continuidad


entre la Iglesia y Jesús. Tanto Jesús como la Iglesia aparecen
evangelizando el Reino de Dios y haciéndolo ambos con la
fuerza del Espíritu Santo. Por último, se puede ver en Lc el
afán por reducir la expectación inminente de la Parusía: (Hch
1,6-7); y por distinguir lo escatológico de eventos situados al
interior de la historia.
Estructura
La originalidad de Lc no está en situar el ministerio de Jesús
dentro de la “historia de la salvación”. Lo que es nuevo en él,
es su reflexión sobre los períodos de dicha historia. La
periodización de Lc está determinada por un esquema
dinámico bipartito cuyos sucesivos extremos contrapuestos se
vinculan siempre mediante una “bisagra”.
Esta interpretación parece calzar mejor con Lc 16,16 y parece
tutelar mejor la continuidad del Espíritu, de Jesús a la Iglesia.
También parece distinguir mejor las dos etapas de la
evangelización del Reino:
- el “tiempo de Jesús”, que tiene su polo en Jerusalén, su agente
al mismo Jesús, y sus destinatarios en los judíos, y
- el “tiempo de la Iglesia”, que tiene su polo en Roma, su agente
en la misma Iglesia, y sus destinatarios en los gentiles.
De estas dos etapas, la primera es fundante y típica. El
ministerio evangélico de Jesús no sólo antecede y funda el
tiempo de la Iglesia, sino que también lo revela
“tipológicamente” [1]:
[1] Es decir, uno es “tipo” (borrador, imagen previa) del otro.
El universalismo de las promesas de Dios y su “economía” [2]
(rechazo de los judíos y aceptación de los gentiles) en el
“tiempo de la Iglesia”. Lc la presenta como “anticipándose” ya
en el “tiempo de Jesús” en la tensión entre la elite religiosa del
pueblo y la masa de “pecadores” del mismo.
- La coexistencia, en la evangelización (tanto del tiempo de Jesús
como en el de la Iglesia) de la fuerza salvífica de Dios con el
rechazo y la persecución.
Por consiguiente, el “hoy” salvífico de Jesús, característico de
Lc[3], sigue teniendo vigencia en el tiempo de la Iglesia gracias
a la predicación del Evangelio con la fuerza del Espíritu, dado
por Jesús a la Iglesia; sin que a ello obsten los rechazos y
persecuciones. Aquí debe señalarse que, según Hech 1,21-22,
el papel de los apóstoles es ser testigo de “todo el tiempo” de
Jesús, y no sólo del acontecimiento pascual.

[2] Es decir, el modo de actuar de Dios en la historia.


[3] Cf, por ej., 2,11; 4,21; 5,26; 19,9; 23,43.
La cristología lucana
En la obra de Lucas se encuentra una cristología, no
ontológica, sino funcional a su visión de la Historia de la
Salvación. Por eso es una cristología de sólo dos faces: la
terrestre, y la celestial posterior a la exaltación
(“ascención”) de Jesús; sin la menor huella de una pre-
existencia (como la que se puede apreciar en el Prólogo
del evangelio de Juan).
Para caracterizar a Jesús en su fase terrestre, Lucas emplea
sobre todo el título de “Profeta” (7 usos, en contra de 3 de
Mc y 5 de Mt). El sentido del título emerge especialmente
de la escena inaugural del ministerio (clara “composición”
lucana), situada en la Sinagoga de Nazaret (Lc 4,16-30).
En la caracterización de Jesús como profeta ocupa un lugar
importante la dimensión de su rechazo y de su martirio [4].
Es en su muerte en donde él lleva a la máxima expresión
su actitud de servicio humilde, inherente a su profetismo
situado en la línea del Servidor [5].
[4] Lc 4,24; 6,23; 11,50; 13,33-34.
[5] Para ello inserta en la “última cena” la discusión de los discípulos sobre quién es el más importante y la
respuesta de Jesús: Lc 22,24-27.
Origen de Lucas
El análisis interno nos permite llegar a algunas conclusiones:
a) Sobre la comunidad para la cual fue compuesto nuestro evangelio:
lo único claro y cierto es que se trata de una comunidad cristiano-
gentil, ya que en Lc se omiten sistemáticamente todas las
controversias de Jesús con los fariseos sobre la Ley.
b) Sobre el autor: aquí tenemos dos cosas claras:
- que se trata de alguien perteneciente al menos a la segunda
generación cristiana (ver Lc 1,1-4), y
- que es de origen gentil (ignorancia de la geografía de Palestina, y
costumbres del país).
c) Sobre la fecha de composición: lo único seguro es que tiene que
haber sido compuesto después del año 70, por lo dicho más arriba
y por contener Lc detalles sobre la caída de Jerusalén que sólo
pudieron ser redactados “después de los hechos”.
La tradición cristiana, a partir del Canon de Muratori [2] y de Ireneo
(fines del s. II), ha identificado al autor de Lc-Hech con el médico
Lucas, compañero de Pablo (Col 4,14; Flm 24). Esto porque existe
una:
importancia desmesurada de la persona de Pablo en Hch (¡cuya
conversión es narrada tres veces!).

[2] Una lista de escritos neotestamentarios de alrededor del 150 d.C.


EL EVANGELIO DE JUAN Y SU Algunos conceptos claves de Jn:
COMUNIDAD
Lengua y estilo JN MT MC LC JN
A pesar de la facilidad y simpleza
de lenguaje, el contenido de Jn es
alézeia, alezés, 2 4 4 46
de una notable profundidad e alezinós (verdad)
intensidad. Por eso, el lenguaje,
muchas veces abstracto y Ginósko (conocer) 20 13 28 57
ciertamente reiterativo, cobra la
vida y la intensidad de lo que se
considera lo más profundo de la Iudáios (judío) 5 6 5 67
realidad: Jesús. Además de ser
muy limitado, el lenguaje de Jn es
Martüréo,martüría 4 6 5 47
muy unitario. No hay diferentes (testificar,
estilos según los personajes. Más testimonio)
aún, no hay distinción clara entre Patér (Padre, 45 4 17 118
el lenguaje del narrador y el de aplicado a Dios)
Jesús. Jn no se hace eco de la
forma de hablar del Jesús de los Fós (luz) 7 1 7 27

Sinópticos.
Por otra parte, las palabras más
típicas de los Sinópticos están
casi ausentes en Jn:
MT MC LC JN

Euangelisaszai; euangélion (evangelizar) 5 7 10 0

basiléia (reino, reinado) 57 20 46 5

Dúnamis (fuerza) 13 10 15 0

metanoéo, metánoia (convertirse) 7 3 14 0

Parabolé (parábola) 17 13 18 0
En primer lugar, señalemos que los acentos
teológicos están claramente cambiados. El
tema central de la predicación de Jesús
según la presentación de los sinópticos es
el reinado de Dios.
Jn no parece saber nada de todo esto. Jesús,
en este Evangelio, no anuncia el Reino, ni lo
proclama como presente, ni lo ilustra
mediante parábolas. Los gestos
extraordinarios de Jesús no son actos
llenos de poder que ilustran la llegada del
Reino, sino “signos”. A los hombres
simplemente se les exhorta a creer en
Jesús.
De una composición por etapas a partir de las
perícopas de la tradición oral. Sin duda que
hubo pequeñas unidades de tipo narrativo que
fueron ampliadas por una reflexión teológica
expresada en diálogos y controversias. A partir
de las bodas de Caná, los datos cronológicos
casi desaparecen y la cronología de las fiestas
judías que parece enmarcar la actividad de
Jesús presenta importantes lagunas: Desde
2,13 a 5,1 no hay indicación cronológica que
ayude a situar las escenas que se van
presentando.
De entre los textos poco congruentes con lo que
antecede, sobresale el cap. 21. Claramente el final se
encuentra en 20,30-31. Los paralelos con los
Sinópticos también hablan de una tradición joánica
previa al texto actual:
- Curación del hijo de un funcionario real: 4,46-54 // Mt
8,5-13 y Lc 7,1-10.
- Multiplicación de los panes: 6,1-15 // Mt 14,13-21 //
Mc 6,32-44.
- Jesús camina sobre las aguas: 6,16-21 // Mt 14,13-
21 // Mc 6,32-44.

Jn ha tenido a su disposición materiales que formaban


parte del acervo de tradiciones sobre Jesús y los ha
ido utilizando en la redacción de la obra.
Los signos de Jesús

Entre los materiales que forman el Ev de Juan, los


pasajes que muestran mayores posibilidades de
pertenecer a capas más antiguas son los pasajes
narrativos. Comenzaremos, pues, por ellos, que
son los que nos relatan los milagros de Jesús.
En primer lugar, hay muchos menos “gestos
extraordinarios” de Jesús que en los Sinópticos.
Jn ha conservado 7 hechos prodigiosos de Jesús,
mientras que un tercio del Ev. de Mc se dedica a la
narración de los milagros de Jesús.
Hay que señalar, además, que la
reducción de Jn es consciente y tiene
una finalidad bien definida; “Jesús
realizó en presencia de los discípulos
otras muchas señales que no están
escritas en este libro” (20,30). El autor
del cap. 21, consciente también de esta
reducción, señala: “Hay además otras
muchas cosas que hizo Jesús. Si se
escribieran una por una, pienso que ni
todo el mundo bastaría para contener
los libros que se escribieran” (21,25).
Lo más característico del Ev. de Jn es la relación de
los signos con la fe. Es suficiente dar una breve
ojeada a los lugares principales del Ev. para darse
cuenta de que los signos están ligados a la fe:
- 2,11: primer signo de Caná y fe de los discípulos.
- 2,23: en Jerusalén muchos creen en Jesús por
los signos que hace.
- 4,54: el funcionario real y su familia creen por el
signo.
- 7,31: el Mesías, cuando venga, no hará más
signos que éste.
A primera vista podríamos decir que el signo
joánico es aquel gesto hecho por Jesús que,
una vez que ha sido visto por los hombres,
conduce a la fe. Sin embargo, el signo no es
aceptado por Jesús como prueba apologética
(2,18 y 6,30). Pero, además, la fe que viene de
los signos no es una fe de la que Jesús se fíe
(2,33; 3,2 y 6,26). Y, en realidad, los signos no
llevan siempre a la fe (6,26 y 12,37). Por eso
la enseñanza del Ev. es que el signo no es
imprescindible para la fe: “dichosos los que
no han visto y han creído”.
Los signos son una manifestación de
la “gloria” para aquellos que están
dispuestos a penetrar el misterio de
Jesús: “Así, en Caná de Galilea, dio
comienzo a sus señales. Y
manifestó su gloria y creyeron en él
sus discípulos” (2,11). Los “signos”
en Jn, entonces, son instrumentos
de manifestación de la “gloria” para
aquellos que están dispuestos a
seguir la dinámica de la fe.
Lo que interesa a Jn es la estructura esencial
del signo. Y ahí descubre que las señales
llevan muy lejos: a la fuente y origen de la
actividad de Jesús. Lo más característico de
estos signos es, aunque parezca paradójico,
que los hace Jesús. Por eso dirá el autor
que Juan Bautista no realizó signos (10,41).
El interés de Jn no radica en el efecto de los
gestos de Jesús sino en el origen y
fundamento. Por eso podemos decir que lo
que caracteriza a los signos joánicos es su
sentido revelador.
Diálogos y controversias
Muchas escenas claves del Ev. de Jn están
presentadas en forma de diálogo:
Nicodemo, la samaritana, el ciego de
nacimiento, etc. Como hemos visto en el
apartado anterior, muchos de estos
diálogos están íntimamente relacionados
con las narraciones de signos. Hay otros,
en cambio, que parecen piezas más
sueltas en relación al hilo conductor de la
narración. Conviene, pues, analizar los
diálogos de estas escenas para descubrir
en ellos los rasgos de esta nueva etapa de
composición del Ev. de Jn.
El diálogo es muy conocido como género literario.
Se utilizaba por los maestros como forma de
presentación más o menos elaborada de aspectos
doctrinales que se tenían que entender o
profundizar poco a poco. No es frecuente este
género en los escritos bíblicos; en el caso de los
Sinópticos equivale a las anécdotas. Su esquema
consta de 4 puntos:

• Un breve cuadro narrativo, sin concreciones de


lugar, ni de personas implicadas, ni de tiempo;
• una pregunta, objeción o crítica contra Jesús o los
discípulos;
• breve debate, de 2 o 3 preguntas y respuestas
como máximo, encaminado hacia una sentencia
de Jesús que sobresale claramente y que
constituye la “punta” del fragmento;
• efecto del diálogo entre los presentes.
En contraste con esta presentación sencilla y
breve, Jn se extiende largamente en
presentar aspectos doctrinales o
discusiones en el marco de grandes
diálogos de Jesús.
En los 12 primeros capítulos del Ev.
encontramos muchos diálogos de Jesús.
Sin embargo, hay una serie de
características que hacen que debamos
distinguir 2 clases de diálogos: los
propiamente tales y las controversias,
según los interlocutores, el lugar, el tiempo,
los temas y las consecuencias.
Las controversias se encuentran en 2,13-22; 5,16-47;
7,14-24; 7,25-31; 7,32-39; 8,12-20; 8,21-30; 8,31-59;
10,22-39. En primer lugar, haremos una descripción
de las características que especifican estos
encuentros de Jesús y después sacaremos algunas
consecuencias.
Es interesante notar que estas controversias se tienen
siempre con motivo de una fiesta judía. Así:
- 2,13 en una fiesta de Pascua;
- 5,1 en una fiesta de los judíos;
- 7,2 en los Tabernáculos;
- 7,14 cuando la fiesta iba por la mitad;
- 7,37 en el último día de la fiesta;
- 10,22 en la fiesta de la Dedicación[1].
[1] Hay algunas controversias que no quedan delimitadas en cuanto al tiempo (por ej., 7,25-31;
8,12-20; 8,21-30; 8,31-59); pero, de hecho, están encajadas de tal forma en los diálogos que
Jesús tiene en el Templo de Jerusalén, que hemos de pensar que se dan durante las fiestas.
Este es un primer punto sorprendente. En
efecto, según Jn, la actuación de Jesús se da
preponderantemente en Judea, y más en
concreto, en Jerusalén. Según los Sinópticos,
Jesús actuó fundamentalmente en Galilea y, a
lo que parece, su actuación pública duró sólo
un año. En Jn, Jesús actuó por lo menos
durante dos años, pues el evangelista
menciona 3 fiestas de Pascua. En todas estas
controversias, sin excepción, los
interlocutores son los judíos de Jerusalén o,
más concretamente, los fariseos. Ellos son
responsables de la muerte de Jesús.
Se centran en temas doctrinales de cierta
importancia para el Judaísmo y con una
profundización que no tenemos en las
tradiciones sinópticas. He aquí el elenco
de los temas principales: el Templo (2,13-
22), el Sábado (5,16-19), la legitimidad del
testimonio de Jesús (5,30-40), Moisés y
Jesús (5,41-47), la Escritura (5,39-40), la
Ley (7,19), la circuncisión (7,22-24), el
origen del Mesías (7,25-31), la filiación de
Abrahán (8,3-59), la libertad (8,31-36), la
filiación divina 8,41B-47), Jesús-Mesías
(10,22-29), Jesús, Hijo de
Dios (10,30-39).
En el fondo, las discusiones de Jesús con los
judíos se centran en una pregunta
fundamental: ¿Qué representa la venida de
Jesús en relación a las esperanzas judías?
Se cuestionan las convicciones judías más
centrales. Es el Judaísmo como tal el que
queda socavado hasta las raíces. Estamos,
entonces, claramente ante una temática
post-pascual, en la cual la confesión de
Jesús pone en aprietos a los fariseos, único
grupo que sobrevivió a la crisis del 70 d.C.
Casi todas estas controversias se inician con alguno de
los temas aludidos pero siempre finalizan con la
vinculación de esos asuntos con Jesús.

Veamos algunos ejemplos:


- El Templo: 2,21, el Templo del cuerpo de Jesús;
- el Sábado: 5,17.18, Jesús por encima del Sábado;
- Moisés y Jesús: 5,46, Moisés escribió sobre mí;
-el origen del Mesías: 7,28-29, ustedes me conocen y
saben de donde vengo;
- la libertad: 8,36, si el Hijo los libera a ustedes;
- Jesús-Mesías: 10,25, les he dicho y no me creen.
La centralidad de Jesús se hace patente
precisamente en que lo que sobresale de
las discusiones no son frases suyas,
como en los Sinópticos, sino que tenemos
aquí temas judíos que entran en
contraposición con Jesús. Todos los
temas judíos convergen en El y es también
El quien les da sentido y los ilumina; son
solamente indicadores que apuntan hacia
Jesús. Hay aquí un cristocentrismo que no
encontramos en los Sinópticos.
Nos encontramos con una oposición
sistemática que proviene de un grupo que
se considera en posesión de la verdad y
que puede tomar medidas en contra de
Jesús, ya que, según ellos, engaña al
pueblo y lo desvía de la recta doctrina.
Todas estas características convergen en
centrar las controversias en el Templo de
Jerusalén, con motivo de las fiestas judías.
Estas fiestas son el “lugar teológico” por
excelencia de la teología judía. En
particular, las fiestas de Pascua y de las
Tiendas-Tabernáculos tienen un lugar
especialmente importante en este sentido.
Y quizás, desde el punto de vista
doctrinal, todavía más la de las
Tiendas que la de Pascua. En efecto,
la primera era la fiesta mesiánica por
excelencia, la más cargada de sentido
escatológico, la fiesta de la esperanza
judía. Por eso la mayoría de las
discusiones de Jesús con los judíos
están enmarcadas en ella.
Origen de Juan

Hay una serie de problemas que hemos visto al


tratar la dimensión literaria de Jn (falta de plan
definido, aporías del texto, el cap. 21, el desarrollo
de los de diálogos y controversias, etc.) que indican
que el Cuarto Evangelio tiene una redacción
bastante compleja. Dicha complejidad ha hecho que
los exégetas abandonaran la imagen tradicional de
la composición de este evangelio por un solo
individuo que consignaba sus recuerdos. Por lo que
se concibe la redacción del Ev en varias etapas. Un
conjunto básico de materiales evangélicos habría
sufrido diversas redacciones hasta alcanzar la forma
actual del Ev.

[1] 7,47-49
[2] La fiesta de la Dedicación de 10,22 y ss. era llamada también “la fiesta de las Tiendas de invierno”.
►redacción progresiva de Jn;
►núcleo narrativo inicial;
►fuerte interacción con la Sinagoga
farisea;
►ampliación del núcleo inicial a través
de la labor catequética y homilética de
la comunidad;
►una última redacción que,
ordinariamente, no introduce aspectos
especialmente relevantes.
Lo más sobresaliente en este tema es la correlación que
se ha ido produciendo entre la composición de Jn y la
historia de la comunidad.
La opinión de que el autor de este Ev. es Juan, el hijo
de Zebedeo, se remonta explícitamente a fines del
siglo II y se basa en el testimonio de Ireneo. Este
autor (que escribe entre el 180 y el 200) dice que,
después de la composición de los restantes
evangelios, Juan, el discípulo del Señor que se reclinó
en su pecho (cita a 13,23 y 21,20) publicó su
evangelio en Efeso.
Si se examina el texto bíblico aludido por Ireneo se
puede observar que en él no aparece una mención
explícita de Juan sino que se habla misteriosamente
de un “discípulo amado” (en adelante DA). Por lo
tanto, para dilucidar quién es el autor del Cuarto
Evangelio es necesario tratar el tema de este discípulo
anónimo.
¿Quién es el discípulo amado? Han sido propuestas
diversas alternativas: un personaje simbólico, Lázaro,
Marcos (el evangelista). La crítica se vuelve a inclinar
por la hipótesis tradicional avalada por Ireneo de que
es Juan, el hijo de Zebedeo, de los Doce.
En efecto, no sólo pertenece él a los Doce, sino que,
junto con Pedro y Santiago, fue uno de los discípulos
elegidos por Jesús constantemente para que lo
acompañara. La estrecha relación con Pedro que tiene
el DA a ningún otro personaje del NT cuadraría mejor
que a Juan hijo de Zebedeo. En los Sinópticos, Juan
aparece junto a Pedro con más frecuencia que
cualquier otro discípulo. Además en Hechos, Juan y
Pedro aparecen como compañeros en Jerusalén (cap.
3-4) y en la misión de Samaría (8,14). Esta última
misión parece corroborarse con Juan 4.
Al mirar la comunidad joánica no tenemos,
fuera del evangelio y de la 1ª Carta de
Juan, ningún dato externo que nos informe
lo más mínimo acerca de este grupo
cristiano. Esto representa un serio
problema. Por una parte, como vimos en la
parte literaria, la composición de Jn parece
postular una trayectoria larga y compleja.
Por otra, los influjos culturales que se
perciben en Jn no son unitarios y hacen
pensar que el grupo en que se gestó el Ev.
es complejo y que amplió su influencia
cultural a lo largo de los años.
Por lo menos en su origen, la comunidad joánica está
arraigada en el Judaísmo; y, más concretamente, en el
Judaísmo Palestinense. Así lo muestra la teología de Jn,
según la cual el Padre de Jesús es el Dios judío.
Pero también la cristología del Ev es fundamentalmente
judía, ya que los títulos mesiánicos se aplican a Jesús: Hijo
de Dios, Mesías, aquel sobre quien escribió Moisés, el que
fue visto por Abraham, etc.
Sin embargo, no se hace esto sin corregir los títulos a
través de imágenes apocalípticas (Hijo del Hombre, juez,
enviado) y ampliarlos con tradiciones sapienciales (Logos o
Palabra). Por lo tanto, el Judaísmo de la comunidad
joánica no se identifica con el Judaísmo oficial fariseo. No
sólo corrige el sentido de las tradiciones mesiánicas, sino
que también polemiza con una determinada visión de
temas centrales como el culto y la Ley.
Situar las primeras etapas de composición del
Cuarto Evangelio es prácticamente imposible;
sin embargo, su origen es anterior al año 70
debido a su profundo conocimiento de algunos
detalles de ciertos lugares de Jerusalén que
fueron destruidos por los romanos en esa
fecha.
Respecto de la fecha de la redacción final, se la
suele fijar entre el año 90 y 110. La primera
cifra debido a la alusiones a la excomunión de
las Sinagogas, a la muerte de Pedro y del DA;
la segunda, debido al descubrimiento de
fragmentos de papiros del Ev. encontrados en
Egipto y datados entre el 140 y 200.
¿En qué lugar se compuso el Cuarto
Evangelio? Debe tenerse en cuenta que hay
que distinguir las etapas de composición. La
primera de ellas debió ocurrir en Palestina.
Respecto de la redacción final, el lugar de
composición más probable sigue siendo
Efeso. Además de la casi unanimidad de las
obras antiguas que tratan de este tema,
tenemos un argumento en el paralelismo
entre Juan y el Apocalipsis, ya que esta
última obra pertenece claramente al área de
Efeso.
El motivo de la oposición a la Sinagoga,
característico de este evangelio, tiene
sentido en la región de Efeso, ya que Ap 2,9
y 3,9 son testimonio de una violenta
polémica contra la Sinagoga en aquella zona
del Asia Menor. Finalmente, si en el
evangelio se refleja la polémica con los
discípulos de Juan Bautista, resulta que el
NT sólo menciona un lugar fuera de
Palestina en que hubo discípulos que sólo
habían recibido el bautismo de Juan: Efeso
(Hch. 19,1-7).

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