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La periodización de

la historia
MESOAMÉRICA I

ESCUELA NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E


HISTORA
• ¿Qué es la HISTORIA?

• Usamos la palabra historia con dos significados diferentes.


Por una parte, nos referimos al devenir del hombre en
sociedad; por la otra, a la memoria de tal devenir.
• La memoria puede ser oral o registrada por medio de
imágenes pictóricas o escultóricas, escritos, cintas
cinematográficas, grabaciones de sonido, videos, etc.
• En el devenir del hombre en sociedad, la historia se vive, se
construye. En la otra, se recuerda, se investiga, se interpreta,
se consigna.

• En la primera, un individuo o un grupo hacen historia


cuando su acción alcanza el ámbito social

• En la segunda, se concibe o se asienta la historia cuando un


rapsoda, un historiador, un arqueólogo, un filósofo o un
periodista aprehende intelectualmente el acontecer social o
consigna los razonamientos derivados de su reflexión
• La historia como devenir es un permanente
eslabonamiento de sucesos que, lejos de
integrar conjuntos azarosos y desarticulados,
derivan unos de otros y se interrelacionan
hasta formar complejos compactos de
acontecimientos –los procesos históricos–
que surgen, se incrementan, alcanzan su
plenitud, decrecen, desaparecen en el
tiempo, y se distinguen de los que los
preceden y los siguen.
Los procesos históricos específicos se dan en los diversos
ámbitos de la complejidad social: la economía, la política, la
educación, la religión, el arte, etc. Su profundidad y sus
extensiones espacial y temporal varían considerablemente –
de las modas a las instituciones–; pero es tal su
interrelación en la totalidad de la vida social que conforman
procesos históricos globales, mismos que forman etapas
completas de la historia. Así, en una época y en una
sociedad dadas se corresponden, por ejemplo, una
coyuntura económica, un modo de acción política, un estilo
artístico y una corriente filosófica, independientemente de
que exista un cierto desfase temporal entre el inicio y el fin
de cada uno de estos hechos históricos. La dimensión
temporal de un proceso histórico recibe el nombre de
periodo. El paso de un periodo a otro puede manifestarse
como una ruptura abrupta, una disolución paulatina o un
traslape. Las etapas de los periodos suelen denominarse
fases.
En su acepción de memoria del devenir, la historia es una
herramienta intelectual indispensable para entender la
sucesión de los procesos sociales. Pero no basta el
conocimiento de los acontecimientos ordenados a partir de la
cronología. Para la debida comprensión del devenir social, el
historiador habrá de analizar los periodos como unidades
de una secuencia. Para ello destacará los rasgos más
notorios de cada periodo; intentará encontrar sus
interrelaciones, y tratará de descubrir el juego de fuerzas
sociales que los producen, mantienen y eliminan. Además,
tipificará teóricamente los periodos de una secuencia, los
ubicará en el tiempo y les dará un nombre adecuado. En
suma, encontrará el sentido histórico general de los
acontecimientos. Creará en esta forma un modelo de la
transformación histórica, es decir, un marco hipotético para
estructurar sus observaciones de una realidad compleja,
siempre cambiante. Forzosamente, el modelo creado será una
visión demasiado simple, aunque conservará los elementos
esenciales de las épocas históricas.
Este quehacer se ha denominado periodización o
periodificación.
En el caso particular de la periodización de la
historia de Mesoamérica, adquiere particular
importancia la cronología arqueológica, debido a la
ausencia de escritura en la mayor parte de sus
periodos y de sus áreas. La cronología se define
como la ubicación temporal del periodo, tanto en
su aspecto relativo (establecimiento de la
secuencia histórica) como absoluto
(fechamiento). También es importante la
determinación de los indicadores arqueológicos, esto
es, los rasgos ya fundamentales, ya secundarios,
que permiten identificar –o al menos sospechar– la
existencia de los procesos históricos.
¿y las plantas?
Y, ¿AMÉRICA, MESOMÁRICA?
MESOAMÉRICA EN EL CONTEXTO HISTÓRICO
Elección de la unidad de análisis.
En efecto, se puede periodizar por separado la historia particular de cada
área de Mesoamérica (Centro, Occidente, Golfo, Norte, Oaxaca y Sureste),
o la de la superárea como un todo. Consideramos que la estrategia más
productiva es comprender el sentido de los procesos históricos a nivel
mesoamericano, y sobre esta base analizar el desarrollo particular de las
diferentes áreas. Nuestra posición se funda en el hecho de que las
sociedades mesoamericanas vivieron una historia compartida durante
milenios y estuvieron ligadas por un conjunto complejo y heterogéneo de
relaciones. Estas últimas se establecieron a partir de intercambios constantes
de bienes, de desplazamientos humanos, de intereses compartidos entre las
elites de diversas regiones, del dominio de unas sociedades sobre otras, de
sus conflictos bélicos, etc. Las sociedades contemporáneas podían diferir en
nivel de complejidad; sin embargo, lo importante fue que las relaciones se
constituyeron en forma estructural y permanente. En un buen número de
casos, el bajo nivel de desarrollo de una sociedad puede explicarse como el
resultado de sus relaciones asimétricas con una potencia vecina que la
avasalló y no como manifestación de un lento desarrollo autónomo.
• MESOAMÉRICA
• Entre 2500 a. C. y 1521 d. C. gran parte del territorio que ahora
ocupan la República Mexicana y algunos países
centroamericanos albergó uno de los desarrollos más originales
del mundo antiguo. Esa área cultural es conocida como
Mesoamérica.
• El de Mesoamérica es un territorio de extraordinaria riqueza
natural en el que se encuentran diversos medios ambientales,
que abarcan desde extensos litorales marinos hasta altas
montañas, cada uno con un gran potencial productivo y una
gran disponibilidad de materias primas específicas. Esa
diversidad ecológica se vio reflejada en la de las culturas que la
habitaron y propició el establecimiento, desde épocas
tempranas, de redes de intercambio, uno de los factores
fundamentales en la integración de la zona mesoamericana.
Independientemente de la configuración territorial que adoptó
en distintas épocas, que sin duda se derivaba de las modalidades
específicas en que se daban las relaciones entre sus distintos
grupos, el área mesoamericana ha sido dividida en varias
regiones, cada una de las cuales corresponde a un espacio en el
que se desarrollaron culturas con rasgos particulares, si bien éste
no es el único criterio utilizado en la regionalización, pues se
consideran además otros factores, principalmente la asociación
con condiciones geográficas determinadas.
En la época prehispánica México fue albergue de un amplio
abanico de culturas, cuyas pautas específicas de desarrollo
estuvieron influidas por la gama de condiciones ambientales
que les ofrecía este territorio.
Oasisamérica
Abarcaba partes del suroeste de Estados Unidos y del norte de
México,y era habitada, al igual que Mesoamérica, por grupos
sedentarios agrícolas que llegaron a poseer manifestaciones
culturales complejas.
• Abarcaba partes del suroeste de Estados Unidos y del norte de
México,y era habitada, al igual que Mesoamérica, por grupos
sedentarios agrícolas que llegaron a poseer manifestaciones
culturales complejas. Aunque los pueblos oasisamericanos poseían
prácticas culturales distintivas, también compartían algunos rasgos
con los de Mesoamérica, área con la que mantenían relaciones al
parecer fundadas en un sistema de intercambio comercial. El
territorio ocupado por Oasisamérica fue durante miles de años parte
de la zona aridoamericana, y en ese entonces estuvo habitado por
grupos nómadas de cazadores-recolectores. El surgimiento de
culturas sedentarias en esta zona fue bastante posterior al de
Mesoamérica; comenzó en los siglos anteriores a nuestra era y es
posible que se consolidara a partir de 100 d.C.
• Oasisamérica propiamente dicha incluye tres grandes culturas: la
Anasazi, la Hohokam y la Mogollón. Esta última es la que se
extendió sobre el norte del actual territorio mexicano y es a la que se
relaciona el sitio oasisamericano más importante: Casas Grandes o
Paquimé. Algunos autores prefieren considerar al desarrollo
Mogollón del área mexicana como una región específica, a la que
llaman cultura Casas Grandes. Además, es posible que con estas
culturas principales convivieran otros grupos situados en áreas
contiguas, los de Fremont, Patayán y Trincheras, que compartían
con los pueblos de Oasisamérica algunos rasgos culturales.
Parque Nacional Mesa Verde; Colorado, E.U.
• La frontera norte de Mesoamérica estaba delimitada por una
línea imaginaria a la altura del Trópico de Cáncer. La geografía
de esta macrorregión tiene como área central el desierto
chihuahuense: desde Zacatecas hasta Nuevo México. Las
grandes extensiones de tierra y el clima desértico propiciaron
el desarrollo de sociedades agrícolas en las áreas ribereñas, y
de sociedades de cazadores-recolectores en las grandes
llanuras. En este artículo nos referiremos a las sociedades
agrícolas.
• En el siglo XII la economía de los pueblos sedentarios estaba
basada en la agricultura y el comercio. En las riberas de los
ríos Bravo, Colorado y Casas Grandes se encuentran los
vestigios de los pueblos del Norte de México; uno de los más
notables fue Paquimé, localizado en el noroeste de Chihuahua.
La organización de la arquitectura cívica, pública y religiosa
refleja el desarrollo cultural y la complejidad social de este
pueblo.
Casas Grandes. Esa ciudad está en las márgenes occidentales del río Casas
Grandes y sus edificios son del estilo de los pueblos del llamado Suroeste
norteamericano; son masivos y de cuartos familiares construidos a lo largo de
varias generaciones.
Paquimé, Chihuahua. Aprox. 700 al 1340.
• Aridamérica
• Las sociedades de esta extensa región semiárida, situada al norte de
México, conservaron por milenios un modo de vida nómada y una
subsistencia basada en la caza-recolección. Como las otras áreas culturales,
Aridamérica comprende varias regiones con características propias,
regionalización que en este caso fue determinada por ciertos matices en las
condiciones ambientales y en prácticas culturales propias de cada etnia, uno
de cuyos rasgos era el idioma. Esos grupos poseían numerosas lenguas,
pertenecientes a familias como la yutoazteca y la hokana. Eso permitió a
conquistadores y colonizadores españoles identificar la diversidad étnica
que caracterizaba al área, en la que al momento de la conquista existían
grupos como pericúes, pimas, guachichiles, conchos y tarahumaras. Una
gran parte de Aridamérica se localiza en territorio de Estados Unidos, en
donde se encuentran las regiones conocidas como Centro y Sur de
California, Gran Cuenca, Noroeste de Arizona y Apachería. Los miembros
de esta última, que se extendían sobre parte de los estados de Sonora,
Chihuahua y Coahuila, se encuentran entre los últimos grupos nómadas en
ser sometidos, lo que finalmente ocurrió en los albores del siglo xx.
Además de la Apachería, en el territorio mexicano se encuentran dos
regiones aridamericanas: la de Baja California –que incluye parte de la
costa de Sonora– y la llamada Norte de México.
• Las condiciones ambientales de la zona determinaron en gran medida el
desarrollo de los grupos que la habitaron. Por ser un área en la que parte
del territorio presenta condiciones de aridez –aunque en su conjunto
posea un régimen pluvial limitado y errático–, no tiene las condiciones
ambientales adecuadas para el desarrollo de la agricultura. Cabe aclarar
que, aun bajo ese esquema general de nomadismo y caza-recolección,
existían diversos matices, tanto en la manera concreta en que
desarrollaban sus actividades como en los instrumentos que utilizaban.
Esto, en buena medida, era consecuencia de la variedad de medios
ambientes, lo cual planteaba a sus habitantes exigencias diversas y modos
distintos de resolverlas. Así, por ejemplo, en ciertos momentos y entre
ciertos grupos existía una preferencia por la recolección sobre la caza,
mientras que otros, como los seris y los grupos de Baja California, además
de la recolección se dedicaban a la pesca y poseían los conocimientos
suficientes para fabricar embarcaciones. La permanencia de esos grupos
nómadas de cazadores-recolectores, más que como consecuencia de una
falta de evolución cultural, debe verse como una exitosa adaptación y
sobrevivencia ante un medio especialmente difícil. Para ello contaban con
un instrumental básico pero de probada eficacia, lo que en sí mismo
constituye un notable logro cultural. De cualquier modo, gracias a las
crónicas de la época del contacto con los españoles se posee información
sobre prácticas que denotan la existencia de complejos sistemas rituales.
• El tratamiento a los cuerpos de los muertos y, sobre todo, la
gran cantidad de pinturas rupestres y petroglifos –con una
enorme variedad de motivos, tanto naturalistas como
simbólicos–, los cuales se distribuyen por toda el área
aridoamericana, son ejemplo de un sistema de creencias más
o menos elaborado. Entre los principios de nuestra era y el
año 1000 d. C., una amplia franja de Aridamérica fue
colonizada por grupos mesoamericanos que establecieron
una gran cantidad de asentamientos relacionados con
diversos desarrollos culturales. Es posible que esta
expansión mesoamericana fuera consecuencia, entre otros
factores, de una época de condiciones climáticas favorables.
Los pueblos sedentarios mantuvieron una relación no exenta
de conflictos con los nómadas de la región. En la época de
la conquista, Aridamérica se extendía hasta el río Lerma y
los asentamientos mesoamericanos del norte habían sido
abandonados.
El sitio de La Playa en Sonora, tiene una historia de alrededor de 10 000 años de
ocupación. Entre los vestigios localizados destacan grandes cantidades de concha
marina –señal de que la producción de ornamentos de concha fue una de las
actividades más comunes– y más de 1 300 hornos –cuya gran mayoría parece reflejar
actividades de tipo doméstico–, lo que indica que se trata del elemento arqueológico
predominante
Cueva de las flechas, San Francisco, Baja California. Para crear los enormes murales se
requirió de andamiajes complejos, pues a veces las pinturas se encuentran a casi 10m
del suelo. Figuras atravesadas por múltiples flechas, sobrepuestas a la de un venado.
Cueva de Las Flechas. La pintura rupestre de la península fue creada por diversos
grupos de cazadores, pescadores y recolectores en diferentes épocas y por más de
7 000 años
• Inundando con su presencia una multitud de
fiestas, ritos y tradiciones, el maíz (Zea mays ssp.
mays) está siempre presente como un protagonista
principal de la identidad mexicana. A partir de las
crónicas populares, Guillermo Bonfil explicó su
condición emblemática al designarlo como la
eterna fuente de creatividad cultural del México
profundo (Bonfil Batalla, 1982).
• En 1958, Richard Scott MacNeish (entonces investigador del
Museo Nacional de Canadá) comenzó una larga expedición
por América Central en busca de vestigios que pudiesen
explicar el origen de la agricultura en el continente.
MacNeish conocía los trabajos de Nikolai Ivanovich Vavilov,
el genetista ruso que en 1931 había sugerido que el centro
de origen de numerosos cultivos vegetales se encontraba en
México. Asumiendo que Vavilov tenía razón y que las
especies de las cuales proviene la calabaza, el tomate, el
chile, el aguacate, el frijol o el maíz, fueran originarias de
Mesoamérica, MacNeish postulaba que las comunidades
nómadas debieron aprovechar la protección de cuevas para
asentarse, dejando deshechos orgánicos que permitieran
revelar la naturaleza y la antigüedad de sus alimentos. Con
condiciones ambientales suficientemente secas, existía la
posibilidad de emprender excavaciones para descubrir
restos orgánicos que al ser fechados pudiesen contribuir a
determinar la antigüedad de la agricultura en Mesoamérica.
• Fue en Tehuacán, a finales de 1960, cuando MacNeish encontró por
primera vez resquicios rocosos con características ideales para la
preservación de restos orgánicos (Mangelsdorf et al., 1964; MacNeish,
1967a y 1967b; MacNeish et al., 1972). El Valle de Tehuacán-Cuicatlán
(ahora parte de la reserva de la biósfera del mismo nombre) se
extiende actualmente en territorio perteneciente a los estados de
Puebla y Oaxaca. Su relieve accidentado forma un conjunto de
serranías que no rebasan 3000 m y rodean los extensos valles de
Tehuacán y Zapotitlán, así como la cañada de Cuicatlán. Se le
considera parte de la cuenca alta del río Papaloapan que recibe aguas
de las montañas de la Sierra de Tehuacán y la Sierra Mixteca a partir
del río Tehuacán, del Calapa y del Zapotitlán. El valle es semi-árido,
cálido y seco, con escasas lluvias en el verano. El agua que se pierde
por evapo-transpiración vegetal excede dramáticamente la
precipitación pluvial, por lo que las especies xerófitas dominan la
cobertura vegetal en la mayoría de la región. La Reserva de la Biosfera
de Tehuacán-Cuicatlán alberga también regiones importantes de selva
caducifolia, algunas áreas de bosque templado, y una de las pocas
zonas de bosque mesófilo de montaña que se pueden todavía
encontrar en México.
• En total, el equipo de MacNeish encontró más de 24 100
muestras paleobotánicas de maíz repartidas en cinco cuevas
exploradas, de las que 12860 representaban olotes completos y en
excelente estado de preservación. Adicionalmente, se
encontraron algunos restos de raíz, numerosos pedazos de tallo y
de hoja —muchos con evidencia de haber sido mordidos o
masticados— , fragmentos de panoja y más de 700 semillas. Estos
descubrimientos demostraron por primera vez que la
domesticación del maíz había ocurrido en el centro de México
hace al menos 6000 años. Los olotes de maíz no fueron los restos
vegetales más antiguos. También se descubrieron semillas de
calabaza (Cucurbita mixta) en algunos de los estratos más
profundos de Coxcatlán. Si bien la exactitud en la estimación de
la edad de los restos de maíz del Valle de Tehuacán-Cuicatlán
sería posteriormente corregida por resultados obtenidos a partir
de tecnologías modernas, los descubrimientos de Coxcatlán y San
Marcos demostraron que el origen del maíz remontaba al inicio
del Holoceno.
• Aunque MacNeish visitó no menos de 15 cuevas en el
Valle de Tehuacán, fueron cinco las que decidió explorar
exhaustivamente: Coxcatlán, Purrón, El Riego, San
Marcos y Tecorral.
Cueva Coxcatlan o Cueva
del Maíz.

Tallos masticados.
Comparación de inflorescencias
con semillas en el teocintle y el
maíz. Mientras el teocintle
produce un raquis flexible con un
puñado de semillas desarticuladas
(izquierda), el maíz produce un
olote masivo con cientos de
semillas que requieren ser
desgranadas para caer al suelo
(derecha)
Paul Kirchhoff (Hörste, Halle (Westfalia), 1900 - Ciudad de México, 1972) fue un filósofo,
etnólogo y antropólogo alemán naturalizado mexicano.
1937: Llegó a México, país a cuyo estudio dedicó gran parte del resto de sus días.
1938: Fue cofundador de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, originalmente ligada al Instituto
Politécnico Nacional (IPN), donde impartió cursos de etnología hasta su muerte.
1938-1939: Además de los cursos académicos, Kirchhoff organizó en su casa un seminario sobre marxismo para
estudiantes del Departamento de Antropología del IPN. Entre los asistentes estuvo Ricardo Pozas Arciniega,
quien fuera uno de sus más cercanos discípulos. Ahí estudiaban directamente textos de Marx y Engels, por
ejemplo, “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” y “El capital”, buscando aplicarlos a los
estudios etnológicos.
1952: Fue nombrado investigador de tiempo completo de la Sección de Antropología del Instituto de
Investigaciones Históricas (UNAM), donde permaneció hasta su jubilación, 13 años después.
1953-1954ː Definió las áreas culturales de Aridoamérica y Oasisamérica.
• El antropólogo Paul Kirchhoff fue el primer investigador que acuñó el término
de Mesoamérica. Bajo esta denominación, reconoció a una extensa área
geográfica limitada al norte por las fronteras naturales de los ríos Pánuco y
Sinaloa en México y al sur por una difusa línea fronteriza entre Guatemala y El
Salvador. Desde el momento en el que se consolida la agricultura como medio
de subsistencia fundamental (2500 aC.) en esta zona hasta la llegada de los
primeros europeos en 1512-1519, las diferentes culturas que se desarrollaron en
Mesoamérica compartieron diversas características comunes. Según P.
Kirchhoff, éstas se pueden sintetizar en: un excelente manejo de los recursos
agrícolas (principalmente, del cultivo del maíz) mediante diversas técnicas
intensivas que posibilitaron la aparición de un excedente productivo, el uso de
un instrumental agrario común, la importancia de las diferentes formas
procesadas de maíz en la dieta prehispánica, vida sedentaria, patrón de
asentamiento en vastos centros urbanos, alta especialización artesanal,
importancia del mercado y del comercio local y a larga distancia, la edificación
de grandes complejos rituales en los cuales las pirámides escalonadas
sobresalen, una compleja cosmovisión e ideología –importancia del sacrificio
humano y del llamado juego de pelota- y ciertos logros intelectuales, de los
cuales la escritura, la astronomía y el calendario son los más importantes.
• La aparición de la cerámica está relacionada al nacimiento de
Mesoamérica. De acuerdo con los fechamientos de radiocarbono, las
cerámicas más antiguas son de: Puerto Marqués, Gerrero, Tehuacán,
Puebla, y de Tlapacoya, Estado de México, datan de 2400-2300 aC.
• Son cerámicas aún burdas, de superficie áspera debido a las arenas
gruesas que se mezclaron a la arcilla para hacerla más moldeable. Sin
embargo, no debe equipararse el inicio del preclásico a la aparición
de la cerámica (recordemos elementos de transición nómada a
sedentaria y la agricultura como elemento detonador); por lo tanto, lo
que puede definir el inicio del preclásico y, en consecuencia de
Mesoamérica, es el surgimiento de nuevas formas de organización
social. La cerámica es un rasgo evidente para la arqueología.
Tlapacoya
El Preclásico puede dividirse globalmente en tres grandes
momentos de distinta complejidad social. El primero
corresponde al Preclásico temprano (2500-1200 aC.), época en
que tan sólo existieron comunidades tribales igualitarias. Junto a
los campos de cultivo se establecían pequeñas aldeas, conjuntos
que no rebasaban 20 chozas. Éstas construidas con materiales
perecederos, eran muy parecidas entre sí y respondían a la
homogeneidad del grupo; las actividades comunitarias giraban
en torno al cultivo que aprovechaba las lluvias estacionales, las
inundaciones de los ríos o los suelos humedecidos por el alto
nivel freático. La variedad del entorno geográfico favorecía el
intercambio entre las aldeas; no obstante, cada comunidad
producía la mayor parte de los bienes que requería para su
subsistencia. Las concepciones religiosas de los aldeanos
pueden deducirse de las prácticas frecuentes de enterrar a los
muertos bajo los pisos de las habitaciones.
El preclásico medio (1200 aC. al 400 dC.).
En estos ocho siglos se produjeron cambios tecnológicos
considerables, principalmente en la agricultura. En regiones
claves del territorio mesoamericano se han descubierto
represas, canales, terrazas y otros sistemas de control de
aguas. Gracias a ellos el hombre atenuaba los riesgos de la
insuficiencia y el retraso de las lluvias, y podía aumentar el
número de cosechas por año. Los sistemas de irrigación
aparecen en Tehuacán hacia 700 aC, 100 o 200 años más
tade en la Cuenca de México y en el 400 aC. En el Valle de
Oaxaca. Correlativamente se enriquecerá la variedad de las
plantas domésticas.
• Tehuacán, Puebla.
• El desarrollo en otros campos tecnológicos y la creciente
especialización en la producción fomentarían el
intercambio de materias primas, productos e ideas entre
aldeas y regiones, robusteciendo la unidad cultural e
histórica de Mesoamérica. La especialización trajo
consigo un número creciente de individuos apartados de
la producción de alimentos.
• El fenómeno más importante en el Preclásico Medio es el
surgimiento de la diferenciación social, el cual alcanza sus
primeros efectos espectaculares entre los olmecas del área
del Golfo de México. Las desigualdades entre los
individuos de una misma comunidad son notorias en la
complejidad de las tumbas, en la riqueza de las ofrendas
funerarias, en la representación iconográfica y la
importancia de los bienes de prestigio, sobre todo los de
procedencia foránea.
Un proceso vinculado al origen de la diferenciación social es el
surgimiento del calendario y la escritura. La escritura en efecto,
transmite desde sus inicios información política, y a ella van asociados
muy frecuentemente los registros cronológicos. Joyce Marcus dice: “la
Historia, el mito y la propaganda política se funden y quedan
registrados en la escritura desde 600 aC. hasta el fin de Mesoamérica.
Los monumentos de piedra en los cuales aparecen las primeras
notaciones calendáricas han sido descubiertos en el Valle de Oaxaca:
Monumento 3 de San José Mogote, las lápidas de “danzantes” de
Monte Albán y las Estelas 12 y 13 de este mismo sitio. En unas de
estas obras están registradas fechas del calendario adivinatorio de 260
días, en otras hay, además, cargadores y signos de años, y
posiblemente, nombres de veintenas, lo que haría referencia la año
de 365 días.
En regiones específicas surgieron densos centros de población con
arquitectura monumental. Los mejores ejemplos están en la Venta,
Tabasco y San José Mogote.
Monumento 3 o Estela del
Cautivo. Proviene de San José
Mogote, Oaxaca. Entre los pies
del prisionero se observa el glifo
del día 1L del calendario
zapoteco de 260 días. Se trata,
tal vez, del nombre del cautivo
según su fecha de nacimiento
• El calendario y la escritura, al parecer, aparecen por
primera vez en los monumentos de piedra labrada del
valle de Oaxaca. A pesar de que el primer calendario
en piedra que aparece es zapoteco (600-500 a. C.),
uno más complejo proviene de la costa del Golfo (al
parecer es zoque) y data de ca. 50 a. C.; el sistema
calendárico maya es más o menos de 250 d. C., y le
siguen los calendarios mixteco y mexica. Cada
civilización tuvo formas específicas de escritura y
también cada una tuvo su calendario. Más que de un
calendario mesoamericano uniforme, debemos
hablar de un calendario zapoteco, de uno zoque, de
uno maya, de otro mexica y de uno más tarasco.
Los
Olmecas
Se trata de una de las sociedades complejas más antiguas del
área mesoamericana. De hecho, debido a su gran antigüedad
–su desarrollo pleno tuvo lugar entre 1200 y 400 a.C.– se
desconoce la identidad étnica de sus integrantes, el idioma
específico que hablaban (aunque se ha propuesto que era
uno de la familia mixe-zoque) y por lo tanto la manera en
que se referían a sí mismos también se desconoce. El
término olmeca fue acuñado por los arqueólogos en el siglo
XX para referirse a los característicos vestigios de esta
cultura. Si algo distingue a la sociedad olmeca es su gran
complejidad, patente no sólo en sus extraordinarias
creaciones culturales –como cabezas colosales, altares y
objetos en jade– sino en su capacidad de trascender su
ámbito originario y convertirse en la primera cultura
propiamente mesoamericana
• Hace más de 3000 años, entre 1200 y 400 aC.,
Mesoamérica presenció el surgimiento, apogeo y
decadencia de una de las más grandes civilizaciones del
México antiguo. Los olmecas, “los que habitan la tierra del
hule”, el pueblo jaguar, fueron capaces de recoger y
sintetizar las pautas culturales que por siglos se habían
desarrollado en el área. Importante: aún después d ela
caída de los grandes centros olmecas, sus aportaciones
permanecerían en el centro de lo que se considera
“mesoamericano”. Los primeros edificios ceremoniales,
construidos de acuerdo con un plan bien determinado; la
estructura social, capaz de requerir y organizar grandes
obras; el primer y bien definido estilo artístico, plasmado
lo mismo en pequeños objetos que en colosales esculturas;
el domino de la talla de piedras de gran dureza, y hasta un
ritual fundamental: el juego de pelota, así como el
desarrollo de sistemas calendáricos y de escritura, se
cuentan en las aportaciones de la llamada “cultura madre”.
Aunque es frecuente que –debido a las numerosas características de
los olmecas que permanecieron entre los grupos mesoamericanos de
épocas posteriores– se le considere la “cultura madre”, lo cierto es
que sus logros deben ser vistos como consecuencia de los desarrollos
de sociedades previas. Sea como fuere, los olmecas tienen un lugar
especial en la historia mesoamericana, y su organización política y su
cosmovisión alcanzaron una complejidad sin paralelo hasta entonces.
De esa complejidad surgieron varias de las pautas culturales que en
adelante y hasta la conquista española caracterizarían al conjunto de
las sociedades prehispánicas, entre ellas: la construcción de edificios
ceremoniales situados de acuerdo a planes bien definidos; una
estructura social capaz de organizar la realización de esas y otras
obras públicas; el desarrollo de un estilo artístico claramente
reconocible, en su mayor parte asociado a monumentos y objetos
cuyo fin era la legitimación del grupo dirigente; la realización de
rituales complejos como el del juego de pelota, y el desarrollo de
sistemas calendáricos y de escritura.
San Lorenzo Tenochtitlán, Texistepec, Veracruz.

Monstruo de la Tierra. Ser mítico


relacionado con los orígenes de los
olmecas y usado como símbolo por los
gobernantes. Museo Comunitario de San
Lorenzo Tenochtitlán, Texistepec,
Hace más de 3 000 años los olmecas vivieron al sur del
actual estado de Veracruz, en la cuenca baja del río
Coatzacoalcos, región que en aquella época debió ser un
verdadero paraíso dotado de agua, agradable clima y gran
variedad de recursos. Estas condiciones tan favorables
permitieron el desarrollo de la primera gran civilización de
Mesoamérica, cuyo primer gran centro fue el sitio
arqueológico de San Lorenzo, ubicado en el municipio de
Texistepec, Veracruz
Por lo general, en las esculturas de seres fantásticos se distinguen
claramente rasgos de felinos, de reptiles serpentinos o de otros animales;
sin embargo, otras representan seres tan imaginarios que es difícil
reconocer en ellas atributos de algún animal. Éste es el caso del
Monstruo de la Tierra, invariablemente representado por una cara con
una enorme boca, nariz ancha y chata, y ojos ovalados. El Monstruo de
la Tierra está asociado con los remotos orígenes de los olmecas en las
cuevas o el inframundo.
La escultura del Monstruo de la Tierra recién descubierta en San
Lorenzo posee estas características, pero con ligeras variaciones: ojos en
forma de media luna, nariz ancha y chata, gran boca con dos hileras de
dientes, barba y orejeras trapezoidales. El Monstruo de la Tierra, por su
asociación con la gobernatura y los mitos de origen, fue utilizado por los
olmecas como un símbolo que legitimaba a sus gobernantes a través de
su descendencia divina.
Entre 900-800 a.C., los olmecas colocaron bajo el edificio A-1-d del
Complejo A la ofrenda masiva 4, compuesta por un mosaico con
diseños abstractos formado. por 500 bloques de serpentina trabajada
finamente. Parque-Museo La Venta, Villahermosa, Tabasco.

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