Mapa de contenido Preliminares Antropología y antropomorfismo Evolución de la antropología Bíblica Antropología y Teología Conceptos Conceptos Conceptos Conceptos Conceptos Conceptos PRELIMINARES Para hacer visibles y concretos ciertos aspectos invisibles de la vida humana, las Escrituras utilizan ante todo y sobre todo un instrumento muy particular.
Las Escrituras recurren a la realidad concreta,
visible y tangible que es el cuerpo humano.
Volver contenido ANTROPOLOGÍA Y ANTROPOMORFISMO
Al describir con la ayuda de términos corporales
ciertas realidades humanas que son más bien espirituales, nos encontramos muy cerca del antropomorfismo bíblico, es decir, de la forma con que las Escrituras utilizan ciertas imágenes antropológicas para hablar de Dios. Decir que Dios habla es ya expresarse de una manera antropológica. El Dios de la Biblia habla con Moisés "cara a cara" (Núm 12,8). Ese mismo Dios es celebrado como un guerrero que aplasta con su "brazo diestro" al enemigo (Ex 15,6). Volver contenido Si otras tradiciones distintas (el yavista) vacilan en utilizar un lenguaje tan visual para describir a Dios, siguen con todo aplicando a Dios términos antropopáticos, es decir, asignar a Dios sentimientos humanos sacados de las experiencias que puede conocer todo ser humano. El Deuteronomio habla del Dios "celoso" (Dt 4,24); los Salmos alaban la "fidelidad" y la "bondad" de Dios (Sal 106,1). En los profetas, Dios mismo describe sus emociones: "Mi corazón está turbado, todas mis entrañas se conmueven" (Os 11,8). Los hebreos no eran el único pueblo del Próximo Oriente que describía a su Dios en términos antropomórficos.
La función del antropomorfismo, ¿es
únicamente darnos un conocimiento teológico, o tiene que dar además un conocimiento moral al ser humano? Si Dios crea, habla, actúa, ¿no es también el que llama al hombre a ser, a hablar y a actuar? EVOLUCIÓN DE LA ANTROPOLOGÍA BIBLICA
No queremos dar a entender que la
antropología ofrece el sentido último de la Biblia. Se trata más bien de ver cómo y por qué el ser humano es importante a lo largo de toda la Escritura. La antropología bíblica tuvo ciertamente un desarrollo a partir de los orígenes del pueblo hebreo hasta los tiempos de la primera comunidad cristiana. Pero lo que hay que señalar ante todo es la antigüedad de la perspectiva antropológica. Volver contenido Antes de la visión de la historia humana presentada al comienzo del Génesis, antes del universalismo de la salvación del que habla Isaías, la tradición bíblica utilizaba un lenguaje que remitía a la experiencia de todo ser humano. Este lenguaje, del que los antropomorfismos no son más que un elemento, se desarrolló gracias a las diversas experiencias históricas que conoció el pueblo hebreo. Este lenguaje progresó también gracias al encuentro y a la integración de ciertos mitos y de ciertas filosofías. Por eso habría que hablar de una evolución del lenguaje bíblico, que se enriqueció acudiendo no solamente a la experiencia humana física, emocional y moral, sino también, un día, a la experiencia humana metafísica: la que conoció el pensamiento griego ante el descubrimiento del ser. Puede, por tanto, trazarse el desarrollo de la antropología bíblica, no sólo en los libros hebreos de la Biblia, sino también en sus libros griegos. Semejante crecimiento prosiguió durante un período de más de diez siglos de historia y de relaciones interculturales. ANTROPOLOGÍA Y TEOLOGÍA
Así pues, la antropología de la Biblia está
necesariamente ligada a su teología. Dios -y no el ser humano- está en el centro de la antropología bíblica. Esta visión de las cosas no es natural al hombre. Exige una purificación semejante a la que vivió Job, que, después de haber encontrado a Dios, hizo esta confesión: "Reconozco que lo puedes todo; ningún proyecto te es imposible... He hablado sin cordura de maravillas que no alcanzo ni comprendo... Sólo te conocía de oídas; pero ahora, en cambio, te han visto mis ojos. Por eso retracto mis palabras y en polvo y ceniza hago penitencia" (Job 42,23b.5-6). Volver contenido Este texto de Job -y otros del mismo género- puede iluminarnos sobre un aspecto capital y muy difícil de la antropología bíblica. Se trata de la cuestión penosa del pecado. Parece ser que sólo encontrando a Dios es como Job toma conciencia de su pecado; porque, hasta el capítulo 43 del libro, protesta más bien de su inocencia. Al encontrar a Dios, Job se da cuenta de que el ser humano no es el centro del tiempo y del espacio. Su pecado es el de no haberlo comprendido antes. Para Alonso Díaz, el libro de Job aporta a la Biblia una "desantropologización" de la idea bíblica de Dios. Mientras que en muchos lugares de la Biblia se presenta a Dios de una manera antropomórfica, el Dios de Job es un Dios separado del ser humano por un abismo infranqueable. Es sobre todo en el libro de Job donde uno se da cuenta de que existe entre Dios y la humanidad una diferencia de naturaleza. El Dios de la Biblia vive eternamente; el ser humano, por su parte, apenas vive setenta años. Lo dirá elocuentemente el Qohélet: "No tiene poder el hombre sobre su vida para retenerla, ni sobre el día de la muerte; y no hay quien se libre de este combate, ni la iniquidad salva al que la posee" (Qo 8,8). PROPÓSITO DE LA ANTROPOLOGÍA BÍBLICA La antropología bíblica es una antropología de superación. Propone una transformación del ser humano que lo lleva más allá de él mismo. Ofrece al ser de setenta años, que es cada uno de nosotros, la vida eterna. Se trata de una transformación inimaginable, que va más allá de este mundo perecedero. Inimaginable, pero no imposible. El "antropomorfismo supremo" de los evangelios -que designa una forma de ser, y no sólo una forma de expresarse- está ahí para probarlo: "Aquel que es la Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros" (Jn 1,14). Esta transformación que anuncia la antropología bíblica respeta a la naturaleza humana. Y así el Verbo encarnado -hombre-Dios- conoció incluso la experiencia del sufrimiento y de la muerte. Pero esta vez la historia humana no acabó allí. El hombre-Dios que había muerto resucitó y dijo: "Ved mis manos y mis pies. Soy yo mismo. Tocadme y ved que un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo" (Lc 24,38-39). Aunque se identifique con ayuda de las heridas de la crucifixión al Jesús resucitado, se adivina en el curso de sus apariciones que su humanidad ha entrado en una vida nueva, en una vida eterna. En adelante se hablará de una transformación del ser humano realizada por el don del "espíritu de Jesús", o del "Espíritu Santo". Y lejos de violar la libertad del individuo, semejante antropología incrementará la libertad humana: "La ley del espíritu, que da la vida en Cristo Jesús, me ha librado de la ley del pecado y de la muerte" (Rom 8,2). ANTROPOLOGÍA DEL ANTIGUO TESTAMENTO
• La primera afirmación de la antropología
bíblica es esta: El hombre es creatura de Dios. Tanto el texto yavista (Génesis 2), como el texto sacerdotal (Génesis 1), contienen sendos relatos de la creación del hombre en los que se registra esta afirmación fundamental. Antes de abordar el estudio de estos textos, conviene precisar qué entiende la tradición bíblica por Hombre, cómo lo concibe, y en qué términos expresa la realidad humana. A pesar de la disparidad de autores y épocas, el modelo antropológico del Antiguo Testamento es notablemente uniforme y estable. Para comprobarlo, examinaremos los términos más importantes del vocabulario antropológico hebreo; a partir del análisis de esos términos descubriremos el modelo de hombre implicado en ellos. TERMINOLOGÍA ANTROPOLÓGICA HEBREA
Son tres los términos claves para entender el
concepto del hombre en la cultura hebrea: BASAR, NEFESH, RUAH. Ninguno de estos términos tiene una equivalencia precisa en las lenguas occidentales modernas; esta circunstancia explica la gran distancia que existe entre la concepción del hombre que dichos términos conllevan y la actualmente vigente. Sin embargo, esta antropología nos suministra muchas intuiciones que son, paradójicamente, muy actuales. BASAR significa originalmente la CARNE de cualquier ser vivo, hombre o animal. (Is 22,13; 44,16; Lv 4,11; 26,29). De ahí pasa a designar al ser viviente en su totalidad, en cuanto visiblemente ubicado en el ámbito de los demás seres.
La carne es la manifestación exterior de la vitalidad
orgánica; y en este sentido se aproxima mucho a lo que hoy se designa como "cuerpo" (cfr. Núm. 8,7; Job 4,15; I Reyes 21,27).
BASAR se usa también frecuentemente como designación
del hombre entero. Por ejemplo en el salmo 56,5.12: la "carne" del versículo 5, pasa a ser el "hombre" del versículo 12. También en Job 34,15 y Jeremías 17,5, se observa la sinonimia carne-hombre. BASAR se aplica también a los animales; su aplicación al hombre subraya el elemento biológico común al hombre y a los demás seres vivientes.
Hombre y animales están, pues,
enraizados, en un ámbito ontológico que los acerca, aunque difieran cualitativamente entre sí. El uso del término BASAR tiene dos características:
a) Porque el hombre es un ser social cuya
realidad no se agota en la frontera de su piel, sino que se prolonga en el TU próximo, BASAR puede significar también parentesco biológico. Por ejemplo, en Levítico 18,6 la mujer consanguínea es llamada "carne" de su pariente; José es "carne" de sus hermanos, como se afirma en Génesis 37,27. Y puesto que la biología humana es esencialmente la misma, todos los hombres (no sólo el próximo o el consanguíneo) son la misma "carne".
La expresión KOL BASAR (Toda carne), designa así
la totalidad solidaria de los individuos que componen la especie humana (cfr. Is 40,5; 49,26; Jer 25,31; Job 12,10 Salmo 145,21). Más aún: todos los seres vivientes son BASAR (cfr. Gen 9,15.16) De esa manera, el término BASAR conlleva un principio de solidaridad o socialidad. b) La designación del hombre como BASAR (carne), sugiere con frecuencia DEBILIDAD (no sólo física sino también moral), FRAGILIDAD Y CADUCIDAD inherentes a la condición humana; por eso, la "carne" se asocia a la conducta pecaminosa (cfr. Gen 6,12); la "carne" es efímera como la hierba del campo (cfr. Is 40,6); la "carne" es un soplo que se va y no vuelve (Salmo 78,39).
No se atribuye a la carne el ser causa del mal,
como lo afirman las antropologías dualistas, sino que como la carne es esencialmente limitada, por lo mismo padece de desfallecimiento biológico o ético. NEFESH es el centro vital inmanente del ser humano, la persona concreta animada por su propio dinamismo y dotada de sus rasgos distintivos; lo que hoy llamamos PERSONALIDAD, la PSICOLOGIA particular o colectiva.
NEFESH está afectada por BASAR. Por ejemplo en
Isaías 29,8 se dice que cuando el ser humano siente hambre (BASAR), su NEFESH está vacía; y en el desierto el pueblo hambriento se queja de que su NEFESH está "seca" (cfr. Números 11,6); se dice también que NEFESH disfruta de los buenos manjares (Is 55,2). Denota así la influencia de lo bilógico sobre lo síquico y viceversa. Por eso BASAR y NEFESH pueden usarse distintivamente para denotar al hombre entero. No se trata, pues, de que BASAR y NEFESH sean partes o aspectos diversos de la estructura humana, como ocurre con el dualismo cuerpo- alma, que se sumarían para integrar al hombre total, sino que cada uno de esos términos expresa la totalidad del hombre. Todo el hombre es BASAR, todo el hombre es NEFESH . No puede decirse que el hombre TIENE BASAR o TIENE NEFESH, sino que el hombre es una unidad psicosomática, cuerpo animado o alma encarnada. Todo lo anterior quiere decir que el dualismo alma-cuerpo, según la concepción platónica griega, es totalmente ajeno al pensamiento bíblico. Entonces, cabe preguntar: ¿si no es dualista la antropología bíblica, es monista?. Como veremos más adelante, no es monista; es más bien una antropología integracionista, es decir, que ve al hombre como una realidad compleja, pluridimensional; pero, por encima de todo, UNITARIA: unidad psico-orgánica. A NEFESH se le pude atribuir “sensaciones orgánicas”, p.e. de hambre; mientras que a los “órganos corporales” se le atribuyen “operaciones psíquicas”: p.e. las entrañas se conmueven (Gen 43,30); los riñones exultan de gozo (Prov. 23,16), o esperan el don divino (Salmo 145,15). El verbo que designa la relación sexual es CONOCER (Gen 4,1.17; I Reyes 1,4; Jueces 19,25). Esto es una muestra más de la mutua imbricación o implicación que muestra la Biblia de lo psíquico y lo somático. El A.T. señala el corazón (LEB) como el verdadero centro interior del hombre en el que se imprimen y desde donde se irradian las operaciones sensitivas, afectivas, electivas, cognoscitivas. El A.T. señala el corazón (LEB) como el verdadero centro interior del hombre en el que se imprimen y desde donde se irradian las operaciones sensitivas, afectivas, electivas, cognoscitivas.
Finalmente, ni siquiera el pecado se adscribe a la
carne o al cuerpo y la santidad al espíritu. “Pecado y justicia, vicio y virtud, proceden de decisiones personales que comprometen al hombre entero, porque es el hombre total el que está ante Dios”. RUAH indica la apertura trascendental del ser humano.
El término significa primeramente "viento",
"brisa", (Gen 3,8; Ex 10,13; Is 7,2). Por consiguiente significa "respiración" (Gen 41,8), e incluso la "vitalidad" (Gen 45,27; Jueces 15,19). Pero en la mayoría de los casos se usa para designar el ESPIRITU DE YAHWEH; y, en otros casos, la comunicación de ese espíritu de Dios al hombre. Se trata, entonces, a diferencia de NEFESH -no del aliento vital del ser vivo, sino de una fuerza creadora, de un “don divino específico” (Job 33,4; 34,14-15;Salmo 33,6; 51,12-13; 104,29-30; Is.31,3).
Estamos ante un concepto “TEOANTROPOLOGICO”
con el que se expresa una nueva dimensión del hombre: la de su apertura a Dios, su dimensión sobrenatural. En esta línea los profetas son llamados "Hombres de Espíritu" en cuanto poseedores de un carisma distinguido (Núm 27,18; Oseas 9,7). Los términos BASAR-RUAH aparecen contrapuestos (Is 31,3); pero esa contraposición no implica la oposición dualista entre lo material y lo espiritual; expresa, más bien, la dialéctica entre la finitud y la limitación de la creatura y el poder omnímodo del Dios creador y soberano. Así, el hombre aparece, al mismo tiempo, como “condenado a la caducidad y a la impotencia”; pero no como una entidad clausurada en sí misma (en sentido horizontal únicamente), sino “verticalmente abierto por ser capaz de una relación dinámica con Dios”, Quien por su RUAH sostiene la precariedad del hombre, apoya su debilidad y le posibilita trascender su condición carnal por la participación de sus dones divinos. CONCLUSIONES
En el A.T. el hombre no es objeto de una
definición abstracta o genérica, a la manera filosófica.
El A.T. describe al hombre como una
UNIDAD PSICO-SOMATICA, DINAMICA, MULTIDIMENSIONAL y como sujeto de una triple relación constitutiva: Con el mundo y los demás seres vivos, con los que tiene en común la carne animada con el aliento propio (NEFESH);
Con sus semejantes, a quienes debe ver como
prolongaciones de su propia (o misma) carne;
Con Dios que lo creó y cuyo Ruah puede acoger
en su misma carne, en su estructura existencial. Resumiendo, el hombre:
Es BASAR en cuanto ser mundano, solidario
de los demás seres y, particularmente, de sus semejantes.
Es NEFESH en cuanto equipado con un
dinamismo vital inmanente.
Participa del RUAH en cuanto receptor de la
acción de Dios, que lo ama y lo llama a un destino salvífico. De estas tres dimensiones enfatizamos la tercera porque en ella se plasma la “relación HOMBRE- DIOS”.
El hecho de que Dios lo haya creado por la
Palabra, indica que espera del hombre una respuesta. El hombre es la única creatura capaz de responder verbalmente y conscientemente al Creador. De la misma manera que Dios llamó al pueblo a la existencia (Ex 19,3-6), llama al hombre singular (Dt 6,4-9; 30,15-20). El ser humano vive literalmente de esa llamada y se mantiene en la existencia en la medida en que permanezca en escucha atenta y perseverante de la Palabra divina.
En este juego de escuchar y responder está el
secreto de la realización o la frustración de la existencia humana, que es esencialmente existencia DIALOGICA. Quien no tiene esa capacidad de responder activamente, es un hombre acabado (salmo 38,14-15: el moribundo es como un sordo, como un mudo); al contrario, el elegido de Dios experimenta una potenciación de esa capacidad.
El caso típico del hombre que responde a la
llamada divina es el Profeta , a quien Dios le abre el oído para que sea Su Boca (Jer 15,19; Dt 8,3). El hombre vive no solo de pan sino de toda palabra que sale de la boca de Dios). En la mentalidad bíblica la AUDICION prima sobre la VISION (cultura griega), y la tensión dinámica de “ESCUCHAR ATENTAMENTE” prima sobre la especulación intelectual. Es que en la Biblia, a diferencia de otras religiones, no es el hombre el que busca a Dios, sino Dios quien busca al hombre y lo alcanza para que, finalmente, pueda plenificarse en El.
En la antropología bíblica, el hombre se presenta como
el ser cuya única razón es el “ser-desde”, que es la creaturalidad. Y de la condición creatural del hombre nos hablan los textos yavista y sacerdotal, que examinaremos enseguida. Q