La única forma en la que se puede garantizar que un horario
muy ocupado no nos aleje del estudio de las Escrituras es establecer una hora fija para estudiarlas. Me he dado cuenta de que los momentos al principio y al final del día son míos. Por lo general, éstos son los únicos momentos sobre los que tengo control. (Henry B. Eyring, Liahona febrero 2002) •Elegir un lugar adecuado •Comenzar con una oración Debemos comenzar el ayuno pidiendo recibir instrucción; debemos ser humildes y tener el entusiasmo de los niños; esa es la forma en la que se debe ayunar si queremos hacerlo correctamente. Si sólo omitimos los alimentos, no es lo mismo. De la misma manera, debemos acudir a las Escrituras con humildad y entusiasmo, al igual que lo hacemos cuando ayunamos. Cuando acudo a las Escrituras pidiendo instrucción, me ayuda inmensamente el añadir el ayuno. (Henry B. Eyring, Liahona febrero 2002) Al estudiar las escrituras utilizar las siguientes ayudas: •Notas al pie de la página •Los encabezamientos de los capítulos •La guía de estudio de las Escrituras. •Selecciones de la traducción de José Smith de la Biblia. •Mapas e índices de lugares geográficos y fotografías de los lugares mencionados en las Escrituras. •Marcar los pasajes claves, frases o palabras que contengan un principio. Cuando pasé a formar parte del Quórum de los Doce Apóstoles, el élder Richard G. Scott me sugirió que comprara un juego de Escrituras no muy caras y marcara en ellas los conceptos y las revelaciones que recibiera en mi nuevo llamamiento. (Henry B. Eyring, Liahona febrero 2002) •Relacionar pasajes (enlazar referencias que tratan el mismo tema) •Colocar notas al margen. Lea en voz alta al menos algunos de los versículos clave. Las Escrituras han sido una de las formas en las que Dios se ha comunicado conmigo, incluso cuando era niño, acerca de mis necesidades, de mi situación y mi vida. Aún lo son. Debido a que nuestras necesidades cambian durante la vida, Dios tiene diversas cosas que decirnos en distintas etapas. A veces me dirijo a las Escrituras en busca de doctrina. Otras veces voy a ellas para recibir instrucción. Acudo con una pregunta en mente, que por lo general es: “¿Qué es lo que quiere Dios que haga?” o, “¿qué es lo que quiere que sienta?”. Cuando pasé a formar parte del Quórum de los Doce Apóstoles, el élder Richard G. Scott me sugirió que comprara un juego de Escrituras no muy caras y marcara en ellas los conceptos y las revelaciones que recibiera en mi nuevo llamamiento. Así lo hice y aun hice más de lo que me aconsejó. Le pregunté a mi Padre Celestial qué era lo que quería que hiciera como Apóstol. Anoté lo que percibí eran Sus respuestas. Las escribí a máquina, las codifiqué de colores y las pegué en el interior de la tapa de mis Escrituras. Por ejemplo, la primera fue: “Yo debo ser testigo de que Cristo es el Hijo de Dios”. Luego leí las Escrituras buscando ideas que me enseñaran cómo testificar que Cristo es el Hijo de Dios. Cada vez que me topaba con algo, lo marcaba en azul. En muy poco tiempo, creé mi propia guía temática acerca de lo que pensaba que el Señor quería que yo hiciera. He aprendido mucho a través de ese proceso. (Henry B. Eyring, Liahona febrero 2002)